"Las revoluciones se dan cuando la gente se encabrona". El historiador Juan Manuel Santana lanza esta frase para explicar lo que ocurrió el 15 de febrero de 2003, cuando alrededor de 30 millones de personas en más de 60 países salieron a las calles en la mayor movilización pacifista y antibelicista mundial de la historia. Más de 175.000 personas tomaron las principales arterias de las capitales canarias para protestar contra la inminente invasión de Irak, promovida por el gobierno de Estados Unidos y sus aliados: Reino Unido, España, Australia y Polonia.
La ocupación se inició el 20 de marzo de 2003 cuando las fuerzas estadounidenses comenzaron los bombardeos aéreos. El entonces presidente de EEUU, George W. Bush, justificó la invasión porque Irak disponía de armas de destrucción masiva que nunca aparecieron.
"No tuvieron en cuenta el desastre humano que se iba a provocar simplemente por su ambición de petróleo", reprochó Luis Alsó, miembro fundador de la Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana (Attac-Canarias), junto con Francisco Morote y Juan Carlos Salinas (fallecido). Esta asociación fue una de las principales impulsoras de las protestas en las Islas, organizadas por la Coordinadora Canaria por la Paz y la Solidaridad.
Los gritos de millones de personas no impidieron que los planes bélicos siguieran adelante, pero sirvieron para expresar la mayoritaria voluntad popular a favor de la paz. La avalancha de manifestantes desbordó todas las previsiones. En España las movilizaciones pretendieron castigar al Gobierno de José María Aznar por su apoyo a Bush, pese al contundente rechazo social.
De hecho, éste fue uno de los detonantes del varapalo que sufrió el PP en las urnas en el año 2004. Sólo un día después de tomar posesión de su cargo, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero anunció en La Moncloa su primera decisión política como presidente del Gobierno: la retirada de las tropas españolas desplegadas en Irak.
"Eso jamás hubiera ocurrido si la movilización no hubiera sido la que fue", subraya el economista Antonio González Viéitez. Y es que en Canarias clamaron por la paz más de 175.000 ciudadanos, de las que casi 100.000 lo hicieron en Las Palmas de Gran Canaria, que vivió su movilización más importante después de las que se realizaron para reivindicar una universidad plena.
En la capital grancanaria, la marcha estuvo encabezada por los artistas Pepe Dámaso y Lola Massieu y los cantantes Arístides Moreno y Kiko Veneno, entre otros. Cristianos, agnósticos, ateos, de izquierdas, de derechas... Miles de personas de todas las edades abarrotaron el recorrido desde la Plaza de Las Ranas hasta la Plaza de la Feria, donde se encuentra la Delegación del Gobierno, en un ambiente festivo bajo una misma proclama: "No a la guerra". La convocatoria, secundada por entidades pacifistas y un sinfín de asociaciones, relegó a los partidos al final de la protesta, a la que no acudieron destacados dirigentes del PP, pero sí personas afines a esta ideología.
Una movilización que evidenció la tradición pacifista de la sociedad grancanaria, que obedece a su carácter cosmopolita, como apunta Viéitez, que destaca que esta isla "siempre ha mirado al exterior y con una economía dominada por la especialización y el intercambio".
La experiencia en los comités anti-OTAN y las marchas contra la Guerra del Golfo contribuyeron al éxito de la manifestación contra la guerra de Irak, rememora la periodista Herminia Fajardo, que valora que esta movilización se hizo "a base de fotocopiadoras y reuniones en distintos barrios, con la colaboración de colegios profesionales y colectivos sociales de todo tipo".
Para "aprender de la historia y que no se repita" -como defiende el catedrático Juan Manuel Santana-, con motivo del quince aniversario de la movilización, la capital grancanaria acogerá este jueves (19.00 horas) una concentración en la Plaza de Las Ranas, organizada por la Asamblea Popular de Gran Canaria, que aúna a ONGs, asociaciones y sindicatos. El objetivo: remover conciencias adormecidas y estar alerta ante nuevos conflictos bélicos.
