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El gasto de Canarias en política forestal está seis puntos por debajo de la media

La prevención es la vía más efectiva contra el fuego, pero se sigue primando la extinción

El gasto de Canarias en política forestal está seis puntos por debajo de la media

La solución a los incendios no pasa por adquirir más hidroaviones, más camiones o habilitar más cortafuegos. Los grandes incendios tampoco se apagan con agua, sino con un desarrollo rural y una política forestal adecuadas. Esta es al menos la conclusión a la que han llegado los expertos en la materia. Pero las administraciones no lo terminan de entender, o lo entienden y no aplican sus recomendaciones, ya que se siguen destinando más recursos a las labores de extinción que de prevención.

Ni España, ni Portugal o Grecia, los países europeos más castigados por el fuego en el último año, cumplen con esta premisa. Y dentro de nuestro país, Canarias realiza un gasto en política forestal aún menor que el resto de comunidades: seis puntos por debajo de la media nacional. Registra, sin embargo, el mayor número de superficie quemada a consecuencia de los denominados Grandes Incendios Forestales (GIF). Es decir, aquellos en los que arden 500 hectáreas o más y los más devastadores: "Mientras la gestión forestal y la prevención activa no se pongan en un primer plano los incendios serán cada vez más grandes y destructivos", advierte la organización ecologista WWW Adena en su último informe anual sobre los incendios, un tipo de siniestros que se ha convertido "en un desafío ambiental y económico mundial".

Un triste primer puesto

Canarias es la comunidad autónoma más afectada por los GIF, de hecho el 95% de la superficie que se ha quemado en los últimos quince años ha sido a consecuencia de "grandes" incendios: 54.606 de las 57.492 hectáreas afectadas. Y eso que de los más de 1.500 siniestros registrados, la mayoría han sido conatos y sólo 8 GIF. Una cifra menor frente a las de Castilla León y Galicia, las regiones más afectadas en número por este tipo de incendios (90 y 86% respectivamente), pero no en superficie (37% y 29%). Otro dato significativo de esta comparativa por comunidades autónomas es la diferencia de Canarias con el otro archipiélago español, Baleares, donde la superficie quemada en el periodo 2001-2015 es de 8.200 hectáreas, la segunda más baja de todo el país.

En cifras globales, España realiza un gasto anual en extinción que alcanza los 1.000 millones de euros frente a los apenas 300 millones que invierte en prevención, según el informe de Adena. Nuestro país es, de hecho, el que más presupuesto invierte en extinción por hectárea, hasta el punto de que dispone de "uno de los mejores sistemas de extinción a nivel mundial". Tan es así que el 65% del total de siniestros que se producen, en su mayoría provocados, hasta el 65% se apaga n fase de conato. Pero las estadísticas también reflejan cómo, a pesar de ello, la tendencia es que cada año hay más incendios, más grandes y más peligrosos. De ahí que los expertos sostengan que "el sistema es víctima de su propio éxito. El énfasis puesto en la eficacia de la extinción tiene efectos perversos. Apagando todos los incendios resolvemos el problema a corto plazo, mientras la ausencia de usos y gestión hace que se acumule biomasa que después servirá de combustible".

Además de este desorbitado desequilibrio en recursos para extinción, las medidas de prevención priorizan la construcción o acondicionamiento de caminos y pistas forestales, líneas cortafuegos, puntos de agua o bases para medios aéreos: "¿De verdad creen los responsables políticos que con estas medidas van a prevenirse los super incendios?", se pregunta la organización ecologista.

Ovejas contra incendios

Las administraciones públicas están, en definitiva, abordando el problema de los incendios del mismo modo que hace 40 años, cuando el problema ha cambiado radicalmente: "Entonces en los montes había ganado, se extraía leña, el paisaje era diverso e incluía más variedad de especies". Hoy no. El abandono de cultivos y el cese de actividades agrarias y de pastoreo han contribuido al aumento de la superficie forestal y al deterioro del paisaje. Y estas nuevas superficies abandonadas, en las que no se han definido objetivos claros sobre el futuro que se espera de ellas, son claro pasto de futuros incendios.

Pero no todo son malas noticias. También hay conatos de mejora y rectificación de las políticas públicas en prevención. Gran Canaria, por ejemplo, está recurriendo hasta a las ovejas para limpiar la acumulación de pastos que pueden convertirse en fuente de combustión de la masa forestal: "Estamos tratando de llevar a cabo un trabajo estratégico de mantenimiento de las zonas de mayor riesgo, tanto con los técnicos como con los titulares de los terrenos abandonados, en su mayoría privados, o con los pastores", explica el consejero de Medio Ambiente de la corporación grancanaria, Miguel Ángel Rodríguez. Y añadió: "Estamos utilizando incluso ovejas para limpiar las áreas de más difícil acceso y están siendo más efectivas que los operarios y las propias máquinas".

Las zonas de alto riesgo de incendio suponen algo más del 21% de la superficie forestal del Archipiélago, que en total ocupa hasta el 76% del territorio canario. Pero la singularidad territorial y orográfica de las Islas dificulta, como sostiene el consejero insular, las labores de extinción.

La mayoría de los municipios canarios vive, además, en la denominada "zona de interfaz", las áreas en las que el terreno forestal entra en contacto con zonas edificadas y que suponen un mayor riesgo en caso de incendios. Sólo en la última década, casi 29.000 personas tuvieron que ser evacuadas de sus hogares situados en esas zonas a consecuencia de estos siniestros.

El esfuerzo por recuperar el sector primario o hacer uso energético de la masa forestal son algunas de las principales medidas que cabildos y Gobierno canario están impulsando, según reconoce el propio informe de Adena. Sin embargo, detecta que "faltan criterios y condiciones que aseguren la sostenibilidad de estas operaciones y, además, la dotación presupuestaria sigue siendo testimonial".

En 2017, el número de grandes incendios aumentó en España casi en un 200% respecto a la media de los últimos diez años. De los 84 registrados ese año en Canarias, uno de ellos fue GIF: el que tuvo lugar en septiembre en Tejeda y que afectó a 1.909 hectáreas. También en Portugal ardió un 400% más de hectáreas respecto a la última década. Y Grecia ha vivido estos días un incendio cuyas consecuencias (91 fallecidos) y terribles imágenes han quedado grabadas en las retinas de todos: "Los incendios han dejado de ser un problema forestal o rural para convertirse en verdaderas emergencias sociales", concluyen los especialistas.

Además, el clima del futuro está prácticamente determinado: con el aumento de 1,5ºC de temperatura media durante este siglo, los episodios climáticos extremos van a ir a más. Y los paisajes forestales siguen sin estar preparados: "O gestionamos de una vez por todas los bosques y el territorio rural, o lo harán los grandes incendios con graves consecuencias ambientales, sociales y económicas".

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