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X Legislatura | Primera sesión de control al nuevo Gobierno

Un Gobierno que se celebra y se canta

Todo fue un sonriente ejercicio de complacencia de gente encantada de conocerse y coparticipe de una ocasión histórica para transformar las Islas

El presidente Ángel Víctor Torres al inicio de la sesión plenaria de ayer. ANDRÉS GUTIÉRREZ

Una señal inequívoca de que la legislatura está comenzando es que el presidente de la Cámara, Gustavo Matos, está encantado de dirigirse a diputados y diputadas como señores y señoras, adornado con los pertinentes don y doña. Cuando ya se dirige a Ángel Víctor Torres puede escucharse el estremecimiento de su esternocleidomastoideo cuando pronuncia con éxtasis las palabras señor presidente del Gobierno. A Torres también parece emocionarle: cada vez que se levantaba para hablar se tiraba hacia abajo del traje para que encajara bien de hombros. En realidad ayer, en el primer pleno ordinario de la legislatura, todos los diputados de los grupos que apoyan al Ejecutivo estaban emocionados. Los de Coalición Canaria parecían disfrutar moderadamente de un telefilme de sobremesa, una película de catástrofes de bajo presupuesto donde, asombrosamente, no aparecían ellos. Los cuerpos de los diputados del PP estaban ahí, a la vista de todo el mundo, pero no desprendía color ni calor. Parecía que habían caído desde un décimo piso sobre sus escaños y se antojaba cuestionable que estuvieran respirando. Solo gesticulaba María Australia Navarro, a cuyo look podía y quizás debería adosarse una casa en la pradera construida por Michael Landon. Casimiro Curbelo saludaba a todo el mundo, como si estuviera en la puerta del Breñusca, una figura paternal ya incuestionada e incuestionable, una síntesis entre lama subtropical, coach para presidentes de izquierdas o derechas y corredor de fincas. En cambio, Vidina Espino, ciudadana, no hablaba con nadie, manteniendo un idilio interminable con su móvil: al final de la sesión se acercó a Torres para que los fotógrafos inmortalizaran el momento. Fueron dos minutos de curro muy intenso. Ricardo Fernández de la Puente pasó por ahí, firmó la asistencia y al ratito se mandó a mudar.

Fue una convocatoria plenamente Torres. El presidente se mostró invariablemente presidencial mientras a su lado el vicerodríguez, don Román como lo llamaba Matos, ponía caritas entre irónicas y censoras, esperando la sesión de la tarde para su enésimo momento de gloria como flamante paladín de la regla de gasto. Como escribía Whitman en uno de sus grandes poemas, el Gobierno, la mayoría gubernamental en pleno, se celebraba y se cantaba. Como el equipo de Torres todavía no tiene un programa perfilado el presidente ha adoptado la astuta medida de no pronunciarse seriamente sobre nada en concreto. Y a Torres - otro líder de medianías después de Paulino Rivero y Fernando Clavijo - no se le da mal ofrecerse como un significado vacío, con perdón de Ernesto Laclau. Por ahora casi todo está permitido. Por ejemplo, asegurar que el Gobierno central, al estar en funciones, y según un informe de la Abogacía del Estado, no puede reintegrar a las comunidades autónomas la actualización de su financiación para los servicios públicos, y al mismo tiempo, asegurar que llegarán antes de fin de año. E incluso en este mismo mes, dijo mientras José Miguel Barragán sonreía sin entender el trabalenguas. Pero no hay ningún trabalenguas, sino un hondo depósito de confianza autosatisfecha, una carta blanca para la contradicción evidente y la indefinición sistemática, de la que Torres y sus compañeros disfrutarán todavía algunos meses.

Ahora mismo, con una oposición aun desconcertada, con sus propios piropos les bastan. El portavoz de Nueva Canarias, Luis Campos, preguntó al presidente sobre las medidas concretas derivadas de la Declaración de Emergencia Climática suscrita por el Ejecutivo hace un par de semanas. ¿Qué alcance tendría, señor presidente? Torres se lo aclaró enseguida: el alcance de la declaración es absoluto. Campos asintió, por supuesto. Ya se sabe que lo Absoluto es inexpresable como concepto, y sin duda por esa limitación metafísica Torres no dijo nada más. Un par de minutos después la socialista Nira Fierro completó la precisión presidencial: la Declaración de Emergencia Climática es una gran iniciativa de un Gobierno valiente y en la vanguardia. En el turno de preguntas del presidente, así como en el debate a partir de su comparecencia sobre los incendios que asolaron Gran Canaria, todo fue más o menos así, un sonriente ejercicio de complacencia de gente encantadas de conocerse y copartícipes - ese es el relato - de una ocasión histórica para transformar las islas. "Yo soy un gran optimista", proclamó por ejemplo Luis Campos, "y así me va por la vida". Cobrar mensualmente casi de 4.000 euros en metálico -más dietas - no parece una situación insufrible, aunque la vida, ciertamente, en muy compleja. La socialista Nayra Alemán Ojeda llegó al paroxismo de la alabanza presidencial cuando le agradeció a Torres, con voz temblorosa, su sinceridad y transparencia a la hora de informar diariamente sobre los incendios. "Si había una llama de cincuenta metros", puso como ejemplo, "usted decía que había una llama de 50 metros". Ni 49, ni 51: 50 metros de verdad. "Gracias, muchas gracias, señor presidente...Se va usted con el reconocimiento de todo el pueblo canario". Estas y otras lindezas -ciertamente más discretas- se pronunciaron ayer, y lo más sorprendente es que articulaban con una pasmosa normalidad, como si fueran obviedades de obligado cumplimiento. La plaza en la luna parlamentaria lo ocupó Manuel Marrero, sustituyendo a la ahora consejera de Derechos Sociales Noemí Santana como portavoz de Podemos, y ahí arriba, desde la luna podemita y solidaria, Marrero expresó su preocupación porque el déficit del nefasto Gobierno de Clavijo (sic) podría impedir que el Gobierno progresista desarrollara su agenda social. Torres aseguró que no había problemas pese a la herencia presupuestaria recibida, pero lo que quedó claro fue que para Manuel Marrero, excelente persona según compañeros y adversarios políticos, la gestión no de un gobierno, sino de un kiosco de pipas, resulta un misterio cabalístico e insondable.

Como la oposición fue cortés y a ratos cansina, y Torres flotaba en un pequeño océano de mermelada el presidente no se mostró agresivo o -para caracterizar mejor sus momentos de malestar - demasiado jocicudo. Aparte del apetito por el poder, parece compartir un rasgo presidencial prototípico: no olvidar nada jamás y saber que el resentimiento propio y ajeno es un gran motor político. Se permitió una ironía muy poco afortunada. Si CC y el PP - Ciudadanos no existe fuera del móvil de Vidina Espino - tienen tantas ganas de que el Gobierno central abone lo que le debe a Canarias, ¿por qué sus diputados no apoyan la investidura de Pedro Sánchez? Bien mirado no es una pregunta inelegante, sino abiertamente grosera. Y no para con CC y PP, sino para con los ciudadanos isleños. Sin embargo, la gracieta fue muy aplaudida y reída entre los responsables de prensa y asesores que deambulaban por los pasillos como Pizarro por las selvas peruanas. Pude ver al espectro de Martín Marrero, ahora director general con el vicerodríguez, llegar al mediodía a la puerta de la Cámara. A lo largo de la mañana se fue corporizando -manos, piernas, barbita cana - y a la hora de almorzar ya existía plenamente, justo para llegar, transformado en ser humano, a la hora del aperitivo.

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