A poco más de un mes de las elecciones generales del próximo 10 de noviembre, a los partidos políticos les ha faltado tiempo para poner en marcha sus correspondientes estrategias electorales y replantear, en función de las encuestas, sus propuestas y declaraciones. Se observan, de entrada, significativas diferencias respecto a la convocatoria del pasado mes de abril. Así, frente a la tendencia a irse a los extremos que caracterizó la convocatoria del 28 A, ante el 10 N se detecta una disposición de los partidos a volver al centro. Un ánimo, en fin, por moderar el discurso y las posiciones, probablemente porque el enfado del electorado les ha hecho entender que todos podrían perder apoyo de los votantes, sobre todo si se mantiene la percepción de que el bloqueo puede persistir tras volver a las urnas.

No es nuevo que Cataluña condicionará una vez más la campaña. El conflicto catalán ya está de hecho marcando al agenda electoral con la guerra de lazos amarillos y el debate en torno a la aplicación del artículo 155 como principales protagonistas, a la espera del jarrón de agua fría que supondrá la sentencia del juicio al procés. Pero sí ha irrumpido un factor nuevo que también podría afectar al sentido del voto: la economía. Para ser más precisos el enfriamiento de la economía, la palabra de moda con que los economistas advierten que no estamos a las puertas de una recesión, pero sí ante un no crecimiento cuyo primer efecto será frenar la creación de empleo. Una noticia sin duda pésima (sobre todo para el partido en el Gobierno) para afrontar unas elecciones en el segundo país con mayor paro de Europa: un 14%, que en Canarias se eleva siete puntos y todavía asciende al 21%.

Además de Cataluña y la economía, los partidos políticos tendrán que lidiar con un tercer componente: la indignación, el cansancio o, en el mejor de los casos, el escepticismo de una buena parte del electorado. Y a ello se suma, por último, una situación política llena de equilibrios inestables que convertirá a un puñado de votos en decisivos. En Canarias, en concreto, bailan al menos tres escaños en relación a la convocatoria anterior. Y sus dos circunscripciones podrían terminar por registrar un resultado cualitativamente distinto a la foto de diputadas y diputados que se sentaron en el Congreso tras el 28 A.

La Canarias irritada

La irritación social contra el nacionalismo de una significativa parte del electorado canario estuvo muy presente tanto en las elecciones generales como locales y autonómicas de 2019. Pero quienes defienden esa ideología, Coalición Canaria y Nueva Canarias, llegan ahora a la convocatoria de noviembre con los papeles cambiados: NC está en el Gobierno y CC fuera de él, así como de buena parte de las principales instituciones. Y a ello contribuyó la propia formación de Román Rodríguez, que lideró una dura oposición contra la coalición de la que había sido parte hasta 2005.

Era impensable que tras la escisión, y sobre el nivel de enfrentamiento mantenido en los últimos años y especialmente en la anterior legislatura, NC y CC fueran a alcanzar un acuerdo para concurrir juntas al 10N. Sin embargo, y pese las activas resistencias internas que se han producido en ambas formaciones, sus dirigentes alcanzaron un acuerdo para que su candidato y su candidata por la provincia de Las Palmas, Pedro Quevedo y María Fernández, se alternen en el escaño si lo obtienen en la lista conjunta. Y lo más probable es que lo consigan, ya que lograr un escaño en Las Palmas requiere 45.000 votos y, por separado, Nueva Canarias superó los 35.000 (6,9%) y Coalición Canaria otros 33.000 (6,4%).

Aún en el caso de que, como sostiene Roque Aguayro, la unión de los nacionalistas "se pague muy caro", en palabras de su líder Antonio Morales; la realidad es que la sangría de votos del electorado de NC "irritado" por el acuerdo tendría que ser muy elevada para que juntos no superaran la barrera para lograr ese escaño. El candidato Pedro Quevedo, cuestionado hasta por un sector de los suyos, podría así recuperar el acta que no logró por sí solo. También la candidata de CC aprovecharía esta segunda oportunidad para entrar en el Congreso en time sharing el último año y medio.

De hacerse los nacionalistas con este escaño, ¿a quién se lo disputarían? Por la distribución de votos que hace la Ley D'Hont, es la segunda diputada de Unidas Podemos, Meri Pita, la que más se arriesga a quedar fuera del hemiciclo tras el 10 N. Pese al buen resultado que logró el partido de Pablo Iglesias en las Islas, y sobre todo en Las Palmas al superar el 16%, la presentación de Más País podría restarle votos, aunque la formación que lidera Errejón no logrará previsiblemente ningún escaño por esta circunscripción.

El PP se recupera

En la provincia de Santa Cruz de Tenerife, el escenario es bien distinto. En este caso, es la ligera recuperación del Partido Popular la que puede hacer que cambien los resultados electorales en esta circunscripción. De recuperar el partido de Pablo Casado la capacidad de aglutinar de nuevo al votante de centro derecha, peligra sobre todo el acta de Guadalupe González Taño, la diputada palmera que logró contra todo pronóstico sentarse en el Congreso tras el 28 A. Y es que la unión nacionalista con NC apenas suma en este caso, donde Coalición Canaria obtuvo hasta el 20% de los votos.

El PP recuperaría así parte del voto que fue a parar a la lista liderada por Ana Oramas. Y podría ganar un diputado más en este espacio y no tanto a costa de Ciudadanos, que tendría que registrar una caída muy significativa tanto en la provincia de Santa Cruz de Tenerife como en Las Palmas para perder a su diputada Melisa Rodríguez o a su diputado Saúl Ramírez.

La previsión para el PSOE, según la media de las encuestas y el escenario actual, es conservar los cinco de los quince escaños que hay en juego, tres por Las Palmas y dos por la provincia tinerfeña. Aunque la irrupción de Maís País y el empeoramiento de la situación económica apuntan ya a una contención de la subida que inicialmente registraban las encuestas cuando Pedro Sánchez convocó las elecciones.

Pablo Casado ha moderado su discurso y las encuestas apuntan una recuperación del PP que, de confirmarse, pondría fin a la disputa con Cs por el liderazgo de la derecha. El último giro de Albert Rivera hacia el centro, sosteniendo ahora estar dispuesto a pactar con el PSOE "las reformas de Estado", confirma que el extremismo que introdujo Vox ha quedado desactivado al no lograr Abascal representar en España al populismo de Le Pen y Salvini en Francia o Italia. En cuanto a la izquierda, la campaña volverá a poner en evidencia las dificultades de un pacto PSOE-UP que tiene como principal obstáculo Cataluña. Y la duda de cuántos votos arañará Más País a unos y otros.

Desde estas posiciones, y tras las últimas declaraciones de Mariano Rajoy y Felipe González abogando ambos por "un pacto de Estado", se dibujan tres salidas para sacar a España del bloqueo político tras el 10 N: una abstención del PP y un pacto reformista del bipartidismo tradicional; un acuerdo con Ciudadanos si llegaran a sumar o el non nato pacto por la izquierda. En esta ocasión tendría que suscribirse sin la abstención de los independentistas catalanes y sumar al resto de partidos nacionalistas o regionalistas. Es decir, el cántabro y vascos y canarios que, de lograr tres escaños, podrían volver a jugar en papel significativo en el nuevo Congreso de los Diputados.