El empresario tinerfeño Ignacio González Martín falleció ayer en la prisión en la que cumplía condena desde el pasado mes de abril por el caso Las Teresitas. La familia se encontraba tramitando estos últimos días su traslado desde el Centro Penitenciario Tenerife II a un centro hospitalario debido a su delicado estado de salud, según confirmaron diversas fuentes consultadas.

González, de 83 años, padecía problemas respiratorios muy graves y los internos que le vigilaban en el área de Enfermería estaban sobre aviso de su delicada salud. Ayer sobre las 14.00 horas de la tarde, uno de los internos de Tenerife II dio la voz de alarma. Al verificar de qué celda se trataba, los funcionarios dedujeron lo que podía ocurrir y enseguida iniciaron el protocolo para movilizar los recursos.

En ese momento, verificaron que González estaba sufriendo una crisis respiratoria, que se complicó y los servicios sanitarios no pudieron hacer nada por él. Antes de las 15.00 horas ya se habían personado en el centro penitenciario un patólogo forense y el personal de una funeraria.

El también expresidente de la Cámara de Comercio de Tenerife había sido condenado a una pena de cinco años y tres meses de prisión que le impuso la Audiencia Provincial y luego ratificó el Tribunal Supremo. Todo ello por su relación con la compraventa de los terrenos que se encuentran en el frente de la playa chicharrera.

El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife compró a Inversiones Las Teresitas, propiedad de González y de Antonio Plasencia, dicho suelo por 52 millones de euros, valorados en varias tasaciones, entre ellas la municipal, en 20 millones de euros.

Presidió el PP tinerfeño

González, que también lideró al PP en Tenerife, fue condenado por malversación y prevaricación al igual que su socio Antonio Plasencia e ingresó de forma voluntaria en la última jornada de las señaladas por la Audiencia Provincial.

El ingreso en la prisión de González se produjo después de que la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, tras un examen médico forense, determinó que a pesar de sus problemas de movilidad y otros relacionados con su edad, podía entrar en la cárcel, aunque ingresó en el departamento de Enfermería.

Hasta que explotó en los medios el caso Las Teresitas (2001) y, sobre todo, hasta la sentencia de 2016 que lo condenó a prisión, el nombre de Ignacio González Martín (nacido en 1936) se relacionaba más bien con el éxito empresarial, a una clara ubicación ideológica en torno a la Alianza Popular de Fraga y el PP de Aznar posterior y a una familia que cumplía los cánones de las visiones tradicionales y de emprendedores salidos de abajo.

Ese perfil, en realidad, lo fue forjando casi desde que era un niño. De hecho, y según confesó en una entrevista en abril de 2013, su primer negocio lo hizo con siete años vendiendo agujas. "Cuando mi madre o mi abuela me daban algo de dinero, lo guardaba y compraba sacos de carbón para vender por las casas, cuando no había ni gas ni nada de eso, o agujas de coser. Ese fue mi primer negocio", explicó.

Ese espíritu empresarial precoz e infantil en aquella España de la postguerra, en aquella isla de La Palma de los años 40 llena de necesidades, quedó influenciado para siempre, sin embargo, por la muerte de su padre, "que fue el peor momento" de su vida y que la marcó para siempre.

Aunque tenía otros cinco hermanos (él era el segundo), su padre murió hablando con él porque, entonces, "los médicos no te mandaban a un hospital, sino a casa a reposar". Desde entonces (1944), tiró de la familia junto a su hermano mayor y, aunque estudió en una academia hasta los 17 años, comenzó sus primeros trabajos para otras personas como ayudante de un maestro albañil palmero.

Con 17, emigró a Venezuela y allí arrendó un bar, tuvo una pensión-hotel y fue representante de una empresa de leche en Monagas. Luego, adquirió un barco y se dedicó a llevar comida o mercancías por el río Orinoco para cambiarlas por algodón o tortugas de Galápagos u otras "piezas".

Presumía de ser ya un negociador de tesón y, de hecho, se pasaba meses con ciertas operaciones hasta que conseguía vender. En pleno intento por prosperar, entre otras cosas porque compaginaba los trabajos con los estudios de Economía en la Universidad de Punto Fijo (en el estado venezolano de Falcón), casi muere en un accidente de coche en una carretera que tenía un derrame de combustible, dando vueltas en unos 60 metros lineales y dedicando varios meses a recuperarse de las heridas.

La situación se le fue complicando en Venezuela y, tras casarse en 1958 con Antonia Santiago González y cuando iba a tener su segundo hijo, decidió regresar a Canarias para ya no volver más al país centroamericano.

Corría el año 1962, tenía 29 primaveras y primero se asentó en La Palma porque su suegro le pidió que llevara una tienda de textiles. Según él mismo contaba, logró modernizar la compañía, pero un buen día le dijo a su suegro que ya no seguiría y se vino a Tenerife con su familia, donde montó junto a otro socio "una empresa de recauchutados de tipo antiguo que fui ampliando". La amplió tanto que la convirtió en referente del sector (Vultesa) y en una de las compañías más potentes de las Islas, pese a que una vez se le quemó."Pero la volvía levantar", presumía.

Eso sí, nunca escondió que su éxito se lo debió a un director de un banco "muy amigo" que le concedió un crédito que le pemitió la compra clave de unos grandes almacenes. "Fue el punto de inflexión para situarme", aseguraba el fallecido.

Aunque los 70 fueron años, en general, buenos, el gran auge de Vultesa llegó en los 80 y 90. Fundó también, entre otras muchas empresas, Multi Ruedas e Inversiones Gestisán y afianzó su nombre como uno de los principales empresarios de Tenerife, la provincia tinerfeña y también de Canarias.

En 1998, y tras un papel estelar en el PP tinerfeño, se convirtió en presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Santa Cruz de Tenerife, institución que presidió hasta septiembre de 2013 y que trató de modernizar y ampliar su ámbito de influencia socioeconómica en el Archipiélago.

En esta entidad, como en todos sus proyectos empresariales, siempre insistió en la necesidad de tener las ideas claras sobre lo que se quiere, un compromiso a fondo con el trabajo y rodearse del mejor equipo posible. Por supuesto, esto no siempre lo consiguió y su trayectoria después con lo de Las Teresitas lo demostró, aunque en ese mismo 2013, en el juicio y hasta después de la sentencia siguió sosteniendo que el caso quedaría en nada o que, "si hubo algo incorrecto", se hizo antes de su participación.

Su salto a la política lo dio, en realidad, desde que llegó la democracia, aunque profundizó más a mediados de los 80 y, sobre todo, desde 1990, con la presidencia insular del PP. De su etapa en política se mostraba satisfecho, pero no orgulloso del todo "porque había cosas que no se hacían como creía que debían hacerse. Por eso, lo dejé".

En realidad, fue el propio Manuel Fraga el que le llamó para las primeras elecciones (las constituyentes de 1977) para que "le ayudara a crear el partido [AP]" en Canarias.

Ignacio González padre (definición habitual desde que uno de sus cinco hijos, Ignacio González Santiago, entrase también en política) contribuyó a que aquella Alianza Popular, con sus distintas coaliciones con liberales y otras fuerzas en 1977, 1979 y 1982, se asentara.

De hecho, participó en algunos comicios como candidato y contribuyó también al máximo en 1986, cuando AP atravesaba una difícil situación económica y Fraga envió cartas a numerosos empresarios de todo el país para que le ayudasen de nuevo a intentar alcanzar el poder en las elecciones de junio, aunque pasó de 106 a 105 escaños.

Su mayor implicación llegó en 1990, cuando el refundado PP, con Aznar con un solo año en la presidencia tras perder las generales de octubre de 1989, le eligió como presidente del partido en Tenerife. Ocupó dicho cargo hasta 1996, etapa de mayor crecimiento en afiliados y representación hasta alcanzar el cénit en 2000 o la recuperación del poder en 2011.

Sin embargo, decidió dejarlo en 1996 para centrarse en sus negocios y la Cámara de Comercio y, al menos exteriormente, no se implicó en el Centro Canario Nacionalista (CCN) de su hijo, que había acabado bastante mal con el PP nacional e hizo una campaña por todo lo alto en las regionales y locales de 2007. Al final, lo de Las Teresitas sí acabó en mucho e Ignacio González padre ingresó en prisión.

Las reacciones tras conocerse su fallecimiento se multiplicaron. La exvicepresidenta de la institución cameral Ángeles Palmero señaló que la noticia del deceso le produjo "muchísima tristeza". Abogó por que ni a González ni a nadie se "le valore por los errores" y recordó que "aportó mucho a la sociedad".

Para el expresidente del Cabildo de Tenerife Carlos Alonso, resulta "penoso que al final haya muerto en prisión". En su opinión, el empresario "merecía despedirse con su familia y su entorno. fue un empresario discutido, pero también tuvo momentos positivos y generó mucho empleo".

A juicio del presidente del PP de Tenerife, Manuel Domínguez, González tuvo "una influencia determinante en la sociedad" tinerfeña. Fue una persona que cometió errores, pero también jizo cosas bien a lo largo de su vida", reseñó.

Su sucesor en la Presidencia de la Cámara de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, Santiago Sesé, destacó la continua apuesta "por el consenso" que hizo el fallecido empresario mientras se mantuvo al frente de la institución.

El senado socialista Pedro Anatael Meneses lamentó que el óbito le llegara en una institución penitenciaria. "Por razones humanitarias debió propiciarse otro final", resaltó. Por su parte, el presidente del Círculo de Empresarios y Profesionales del Sur de Tenerife, Roberto Ucelay, incidió en la importancia de la "constante" actividad empresarial que desarrolló Ignacio González.