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Instagram borra filtros para proteger la salud mental de sus usuarios

Clara García, tras hacerse un selfi y pasar por el filtro. lp/dlp

Hay rincones del mundo en los que las fotografías no generan corazones. En algunos lugares de Australia, Brasil, Canadá, Irlanda, Italia, Japón y Nueva Zelanda, los likes han desaparecido de algunas redes sociales. El fenómeno no es casual. Hace algunos meses, Facebook e Instagram anunciaron que ponían en marcha un experimento para averiguar cómo reaccionan los usuarios a una vida sin me gustas. La medida se plantea como una herramienta para mitigar los efectos adversos de la presión social que supone conseguir estas insignias de éxito digitales. Algo que, paradójicamente, genera malestar para algunos.

Ahora, Instagram ha decidido poner freno a este fenómeno viral. La plataforma ha anunciado que irá eliminando progresivamente todos los filtros que promuevan directa o indirectamente la cirugía estética extrema. La red argumenta que el objetivo no es otro que proteger la salud mental de los usuarios ya que, según denuncian los expertos, la imagen distorsionada ofrecida por estas máscaras digitales está afectando negativamente a la autoestima de muchos de ellos.

«La popularización de estos filtros hace que uno se sienta inadecuado en el mundo real y puede desencadenar un trastorno dismórfico», denuncian los médicos. En el foco, los filtros de embellecimiento creados por los mismos usuarios de la app a través de la plataforma Spark AR. La creación de este canal el pasado agosto ha logrado que en tan solo unos meses el número de máscaras de realidad aumentada, anteriormente de autoría exclusiva de Instagram, se multiplique a un ritmo vertiginoso. Es aquí donde empezaron a surgir las máscaras de embellecimiento extremo. Para algunos, un mero pasatiempo con el que verse diferente. Para otros, una fuente de inseguridades.

Los profesionales de la estética y de la psicología alertan de que, en la era de las fotografías filtradas, la popularización de estas máscaras digitales está generando falsas expectativas sobre cómo debería lucir un rostro para considerarse bello. Ya en el 2017, un estudio de la Royal Society apuntaba a que Instagram y Snapchat eran las redes con un peor impacto en la salud mental de los usuarios. Su uso se ha relacionado con sentimientos de ansiedad, depresión y malestar con la propia imagen. Tras el toque de atención de los expertos, Instagram empezó a modificar su política de uso para intentar cuidar de la salud mental y el bienestar de los usuarios. «Los responsables de las redes sociales son muy conscientes del impacto a nivel social. Por eso mismo no debería extrañarnos que tomen decisiones que, aunque puedan parecer impopulares, están pensadas para proteger el bienestar de los usuarios», explica Gemma San Cornelio, investigadora especializada en cultura digital.

"Ahora son las mismas plataformas las que promueven estudios para medir su impacto, mitigar sus efectos negativos y promover un uso más saludable. Las redes saben que pueden generar malestar y son las primeras en querer entender la magnitud del problema y proponer soluciones", añade la investigadora del proyecto Selfies Stories.

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