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El harakiri nacionalista

Las tensiones insularistas ponen a prueba el ser o no ser de Coalición Canaria

Carlos Alonso (izq.), Ana Oramas y Román Rodríguez en un Congreso de CC de 2017.

Una parte de la sociedad canaria cree que el espectáculo que están ofreciendo los hombres y mujeres de Coalición Canaria en las últimas semanas es, simplemente, la constatación de una evidencia: que "el invento" respondía a la ambición de poder de fuerzas de diferente ideología que se unieron con el único afán de "asaltar el cielo". Y que poco más de medio año en la oposición ha bastado para que comience a diluirse como azúcar en el agua.

Quiénes así piensan auguraban ya en el mismo momento de su constitución que CC se rompería en uno, dos o tres años. Y aún hoy se resisten a analizar por qué esa amalgama de ex comunistas y movimientos cristianos, centristas y reformistas del régimen franquista, insularistas y hasta independentistas, logró gobernar esta autonomía durante 26 largos años. ¿Es el nacionalismo un simple accidente en la historia de Canarias? ¿O es la expresión de la existencia de una base social que cree en la necesidad objetiva de defender "un hecho singular" ante España y la Unión Europea?

La defensa de esa singularidad canaria logró 25 diputados en las últimas elecciones autonómicas, los 20 de CC y los 5 de NC, y volvió a propiciar un acercamiento entre las dos formaciones nacionalistas de cara a las elecciones generales. El voto discrepante de los diputados Ana Oramas y Pedro Quevedo a la investidura de Pedro Sánchez supuso, sin embargo, un jarro de agua fría sobre las expectativas de quienes defienden con mayor ahínco la necesidad de una reunificación del nacionalismo canario.

El talón de Aquiles

La estrategia de convergencia con NC no es, ni mucho menos, el principal factor de tensión en CC. Ni siquiera sus diferencias ideológicas, que han logrado salvar siempre anteponiendo la defensa de Canarias frente al Estado. La confrontación entre islas es su principal talón de Aquiles en un momento en que los intereses insularistas se están imponiendo sobre su idea fuerza de permanecer "unidos por Canarias", ahondando desde lo territorial su división ideológica.

Ese proceso de autodestrucción en el que se haya inmersa la coalición nacionalista, en el momento en que se juega su ser o no ser tras la pérdida del poder institucional, se agrava con la estrategia de NC de minarla para que sea Román Rodríguez quien lidere el futuro proyecto nacionalista unificado. Apoyándose para ello sobre todo en Paulino Rivero, la piedra en el zapato de la agrupación tinerfeña, y en los majoreros de Mario Cabrera.

Ello no impide que Román Rodríguez escenifique, día sí y día también, un altísimo grado de sintonía con Ángel Víctor Torres: "Nunca hubo un dirigente socialista con tanta influencia y poder como el actual presidente de Canarias", ha señalado el primero del segundo. También consideró que "Torres tiene mucha y buena relación con Pedro Sánchez", dando a entender con ello que quizá logre una mayor sensibilidad del Estado frente a las reivindicaciones del Archipiélago.

En misa y repicando

La luna de miel entre ambos dirigentes y ambas formaciones no es nueva: el tándem formado por José Miguel Pérez y Román Rodríguez ya alcanzó un gran nivel de entendimiento cuando compartieron gobierno en el Cabildo de Gran Canaria. En aquel entonces no pocos pensaban que el líder de NC terminaría incorporándose a las filas del PSOE, y la mera posibilidad llevó a un avispado asesor socialista a prevenir a los suyos sobre la capacidad de engatusamiento de Román: "A poco que nos descuidemos, seremos nosotros los que terminemos entrando en Nueva Canarias".

El "pacto de las flores" ha sido, finalmente, el lugar de convergencia en el que militan ambos. Pero, pese a sus arrumacos al socialismo, el líder de NC sigue pensando y manifestando que "si hay un territorio en el que se necesita un partido nacionalista es Canarias por sus singularidades. Y por la permanente defensa que hay que hacer de ellas ante el Estado y ante la Unión Europea".

El Partido Nacionalista Vasco es en el espejo en que se han mirado siempre los nacionalistas canarios de una y otra formación: "La base socialdemócrata y cristiana del PNV es un camino razonable para organizar un espacio en que se defiendan las singularidades, la identidad, la cultura o los aspectos fiscales y económicos canarios", reiteró estos días Rodríguez. Pero el PNV no representa el "nacionalismo de izquierdas" que NC ha insistido en representar para contraponerlo al "nacionalismo de derechas" de CC, aunque ahora hable de "nacionalismo progresista" como el futuro espacio común. El PNV nunca dejó de ocupar la centralidad que han perdido, hacia uno y otro extremo, los nacionalistas canarios; y con ello la posibilidad de volver a ser hegemónicos en la vida política del Archipiélago. Sin recuperar esta hegemonía, Nueva Canarias ocupará el espacio de Compromís en Valencia o el BNG en Galicia, y Coalición Canaria volverá a la vieja formula de las AIC, arriesgándose ambos a ser las muletas a izquierda o derecha del PSOE o del PP, cuando éste se recomponga tras la desaparición de Ciudadanos como alternativa.

El mundo al revés

Ángel Víctor Torres temía, y así se lo advirtió a su partido, que Ana Oramas plantara cara a Pedro Sánchez. Y cuando así ocurrió, acusó a la diputada nacionalista de "anteponer su idea de España a los intereses de las Islas". La afirmación no deja de sorprender si se tiene en cuenta la beligerancia con que los socialistas canarios han combatido las tesis nacionalistas de Coalición Canaria desde el mismo día de su nacimiento. Es decir desde que desplazó a Jerónimo Saavedra de la Presidencia del Gobierno con una moción de censura que alejó al PSOE durante casi tres décadas de la posibilidad de volver a presidirlo.

Esa larga travesía del desierto hizo mella en el PSOE canario, y el discurso del socialista Ángel Víctor Torres es muy diferente al de su antecesor: "Ahora la voz de Canarias somos nosotros", sostuvo en su toma de posesión. Y en ese discurso se mantiene. De forma que mientras el socialista asegura haberse convertido en el principal valedor de los intereses de Canarias ante el Estado; la nacionalista Ana Oramas, seducida quizá por su largos años en la Corte madrileña, ha querido dar voz a toda España. Aunque este trastoque de papeles no deja de ser más que pura escenificación política. Simples anécdotas que ocultan lo esencial y más grave de lo que está ocurriendo políticamente en las Islas: que el PSOE caiga en la tentación de medir su éxito en lograr una derrota histórica del nacionalismo canario y no tanto en resolver los históricos problemas estructurales de una tierra que no termina de salir del vagón de cola.

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