La mayor barbaridad que se escuchó en el pleno parlamentario de ayer, durante el debate sobre la estructura del actual Gobierno de Canarias, ha sido repetida por todos los responsables políticos isleños en los últimos 30 años. Quizás podría ser compartida por toda la clase política española. La mencionó la portavoz socialista, Nayra Alemán, pero la repitió más tosca y claramente el portavoz de Podemos, Francisco Déniz: la estructura del Gobierno autonómico fruto del pacto entre PSOE, Nueva Canarias, Podemos y la Agrupación Socialista Gomera está diseñada para garantizar los objetivos de su programa político. Y a nadie asombra semejante afirmación, ni siquiera a la oposición parlamentaria, que no tuvo precisamente uno de sus mejores días, y a la que el consejero de Administraciones Públicas, Julio Pérez, pudo neutralizar sin mayores problemas.

En su obra El desgobierno de lo público, el profesor Alejandro Nieto ya advertía, entre otras observaciones críticas, que las estructuras gubernamentales -con su impacto jerárquico, organizacional y operativo en la administración pública- no debían someterse a una gimnasia voluntarista cada pocos años creando departamentos nuevos, desintegrando otros, rebautizando este o desmenuzando las competencias de aquel. Simplemente -señalaba el catedrático de Derecho Administrativo- porque esta praxis menoscababa, inevitablemente, la eficacia y la eficiencia de la administración pública. "El objeto básico y prioritario de las administraciones públicas", sentenció Nieto, "no es la satisfacción de los partidos políticos y sus componendas, ni el bienestar de los funcionarios, sino atender adecuadamente las necesidades de los ciudadanos y servir a los intereses generales". Ayer, en el Parlamento canario, no se pronunció una sola palabra sobre una de las asignaturas pendientes de la política autonómica, la reforma y modernización sistemática de la administración, pero se insistió bastante en la creación de una viceconsejería o una dirección general, lo que evidencia bastante la visión patrimonial que de la misma tienen todos los grupos parlamentarios de la Cámara. Solo hay que rastrear los tumbos que han dado áreas como Energía, Transportes o el deficiente sistema de I+D+i. En los últimos años del paulinato (2011-2015) el presidente del Gobierno asumió la dirección de la Consejería de Turismo y nadie pestañeó. En el pasado siglo un presidente venezolano de infausto recuerdo, Luis Herrera Campins, creó un Ministerio para el Desarrollo de la Inteligencia, que ocupó un leguleyo y escritor casi maravillosamente sinvergüenza, Luis Alberto Machado, autor de un libro inolvidable y sin duda ya olvidado, El derecho a ser inteligente. No estamos a salvo de que algún día ocurra algo así por nuestras ínsulas baratarias.

Por supuesto los grupos de la mayoría parlamentaria no lo ven así, incluso si la nueva estructura del aparato del Gobierno entra en ciertas contradicciones con pronunciamientos anteriores. El señor Déniz apuntó que Podemos "no tiene nada que objetar" y defendió con su cansada y confusa vehemencia habitual la creación de una Viceconsejería de Igualdad y Diversidad, bajo la cual se agrupan, quéchorprecha, una Dirección General de Igualdad y una Dirección General de Diversidad. Algo similar ocurre con la Viceconsejería de Derechos Sociales. Las viceconsejerías son unos animalitos de la zoología autonómica cuyo florecimiento comenzó en los años 90 y alcanzó su esplendor a principios de siglo. Porque una Viceconsejería, en puridad técnico-administrativa, no es absolutamente nada y carece de sentido operativo: son los directores generales los que impulsan las políticas y se encargan de la gestión. Para hablar con precisión: una viceconsejería es, simplemente, una canonjía a conceder, y por eso se multiplicaron como hongos hace un cuarto de siglo. Déniz explicó que la Viceconsejería de Igualdad resultaba necesaria "por la situación gravísima que están pasando las mujeres, que están siendo asesinadas". El diputado avanzó que el ascenso del fascismo puede conducir, en un futuro próximo, a levantar una Viceconsejería de Derechos Civiles, previsiblemente dotada de una Dirección General de Derechos y una Dirección General de Civiles, para pararles las patas a los nazis. Atrás, perros guardianes de la burguesía.

La oposición, sencillamente, renunció a emprender una lectura política de la estructura del Ejecutivo de 2019, al igual que no se ocupó en radiografiar los costes del Gobierno de Ángel Víctor Torres, tal vez porque no es sustancialmente más barato o más caro que el anterior. La portavoz de CC, Socorro Beato, incidió parcialmente en lo primero al referirse a Román Rodríguez como un presidente bis, una caracterización aplaudida por sus compañeros diputados, con las excepciones de Mario Cabrera y David de la Hoz; Luz Reverón, portavoz del PP y un valor en alza en su organización, hizo algunas alusiones a lo segundo. Pero las críticas no terminaron de cuajar en un mensaje convincente. Como ocurre siempre que la oposición flojea -y ahora mismo la oposición parlamentaria es tan floja como un tísico de poema decimonónico que no tuviera ni un mísero pañuelo al que agarrarse- la mayoría hace un papel bastante deslucido.

Tres perlas estupendas. Las de Luis Campos, jornalero a tiempo completo de Nueva Canarias: "Descalificar la gestión de un Gobierno que solo lleva seis meses descalifica por sí mismo las críticas". Caos neuronal aparte, Campos le afeaba la conducta a la oposición de nacionalistas y conservadores por no esperar, al menos, hasta el próximo año para criticar con fundamento, sea por dios. Jesús Ramón Ramos, diputado curbelista, es un maestro de la obviedad estereofónica y maneja una de las chácharas más risueñas e insustanciales que se pueden escuchar en el salón de plenos. Se muestra invariablemente sorprendido de que la oposición no vote a favor del Gobierno ni apoye a sus consejeros. Con lo bonito que es avanzar unidos, sin broncas, sin diferencias, sin ruidos innecesarios, como dice Casimiro, que no hace ruido ni al tomar la sopa. "Sí", insistió Ramos, "yo apelo a la oposición a que trabajemos juntos". Siempre afronta así sus intervenciones. Apelo. Por último, el reproche de Nayra Alemán a Reverón, quien había recordado que Manuel Marcos Pérez es el representante del Gobierno frente a la Mesa del Parlamento, y podía haber solicitado que la comunicación del Gobierno que se estaba discutiendo llegara antes a la Cámara. "Es muy poco elegante por su parte", dijo Alemán, "referirse a Manuel Marcos, que no puede responderle a usted en este pleno". Se me antoja realmente extraordinario, porque según la doctrina de la portavoz socialista, la oposición no debería referirse críticamente a ningún viceconsejero o director general, porque no pueden intervenir en el Parlamento. Arriba, en la tribuna del público, Manuel Marcos Pérez, un histórico del socialismo palmero, temblaba como un marquesote indignado. Pero no fue tan terrible. Al menos los periodistas nos enteramos de lo que hacía el exdiputado y exalcalde en el Parlamento. Yo creía que iba por nostalgia, por ejemplo. Los palmeros son muy querenciosos.

El otro asunto relevante de la jornada fue la aprobación por unanimidad -ensalzada sea- la Declaración de Emergencia Climática que había promovido el Gobierno autonómico el pasado verano. El consejero de Transición Ecológica y Lucha contra el Cambio Climático hizo un breve y buen discurso subrayando que es imposible combatir la emergencia climática sin que medien un conjunto de reformas económicas, sociales, laborales y culturales, repitió que se trataba de un compromiso de toda la sociedad de las islas y anunció que el proyecto de ley de Cambio Climático llegaría al Parlamento el próximo octubre, acompañada por un Plan de Acción. Cada portavoz, por supuesto, hizo un pequeño canto ecologista, a medias épico y a medias elegiaco, y había que escuchar a Casimiro Curbelo aportar contra las mentiras del negacionismo que él recuerda perfectamente que ya no llueve como cuando él era chico. El joven coalicionero Jesús Alexander Machín redondeó una pieza impresionante: "Mi reconocimiento a mi generación y a las generaciones futuras por la lucha que ha desarrollado y se seguirá desarrollando contra el cambio climático?Es un orgullo ser joven?" Machín siempre se enorgullece de algo: proceder de una isla menor, ser diputado, ser joven. No puede evitarlo, pero agradecer a los que no han nacido todavía -no por desidia, sino por razones estrictamente biológicas- su denonado esfuerzo para aplacar la emergencia climática denota un gran corazón.

Valbuena se quedó secó después de las intervenciones de sus señorías y antes de cerrar el debate en la tribuna se bebió cerca de medio litro de agua. "Había sed", le apuntó bajito Gustavo Matos. "Joer, macho", le dijo el consejero. La verdad es que el cambio climático, como los plenos parlamentarios, no da cuartel.