De camino hacia Cáritas en Las Palmas de Gran Canaria para visibilizar la situación de pobreza en la que vive una parte de la población de las Islas, en este caso extrema, la taxista dice: "A mí lo que me da mucha pena son las personas mayores. Recogí a una en urgencias del Hospital Doctor Negrín y la llevé al Perpetuo Socorro. No se encontraba bien y me dijo que vivía sola y se le iba la cabeza de vez en cuando, y que pagaría, si tuviera dinero, para que le hicieran la eutanasia". La mañana empieza con un mal sabor de boca. La soledad en los mayores es uno de los factores de pobreza y exclusión social y en Canarias 190.000 mayores viven solos.

José Cabañas espera en la puerta del recinto de Cáritas Diocesana en Escaleritas. Es sevillano, tiene 55 años, buena planta y, por circunstancias de la vida, se ha visto obligado a pernoctar en el centro para personas sin techo, que cuenta con 20 plazas. Lleva viviendo allí desde septiembre del año pasado. Esta nervioso pero con ganas de contar su historia porque lo que quiere es tener una oportunidad para que le den trabajo. "No quiero pagas ni nada, solo quiero trabajar", explica emocionado. Es encofrador y pintor y estuvo 11 años en Fuerteventura construyendo hoteles y en la Costa del Sol. Cuando se separó de su pareja y en 2005 se quedó sin trabajo volvió a Sevilla. "Mire usted, con 45 años tuve que volver a casa de mis padres", dice. No conseguía empleo y cuando sus padres fallecieron y un hermano, "con una depresión enorme", decidió volver a Canarias, a Arguineguín, porque le habían hablado de que allí podría encontrar trabajo al estar cerca de Puerto Rico. Eso fue el 12 de septiembre, recuerda. Mandó muchos currículum pero no le salió empleo. Se quedó sin dinero y se vio en la calle, durmiendo en la playa con tal disgusto que le dieron dos infartos sucesivos. Tras el segundo lo enviaron al Negrín y cuando se recuperó el médico le preguntó dónde vivía. En ningún lado. De allí le dijeron que fuera a Cáritas y, con la ayuda de los asistentes sociales, se quedó en el centro. Pero el no quiere estar allí. "Quiero trabajar, con lo que yo he sido y he trabajado", afirma entre lágrimas. "Es muy duro", repite. Pero expone que su edad es un hándicap y también la situación laboral. A José no le importa salir en las fotos porque si le ayuda a conseguir trabajo bienvenido sea, explica. No tiene adicciones. Solo quiere una oportunidad. No todos quieren mostrar sus caras. No les gusta que les reconozcan y sepan las penurias que están pasando. Iván es uno de ellos. Es cocinero. Tiene 48 años y es de Las Palmas de Gran Canaria. Lleva dos años sin tomar droga y aunque busca trabajo no lo encuentra. "La sociedad discrimina", asegura convencido. "Ven que vives en Cáritas y no te dan trabajo", expone, y es aún peor al verlo sin dientes, porque lo relacionan con la droga. Querría arreglarse la boca e irse de la Isla donde no lo reconozcan. Pero no tiene recursos, como Mónica, de 36 años. Es transexual y lleva durmiendo en Cáritas desde hace dos meses pasando el síndrome de abstinencia. Cuenta que salió en el periódico porque sus padres lo abandonaron con tres años en la playa de Las Canteras y el Policía Local que lo encontró lo adoptó. A los 18 hizo el cambio a mujer, y empezó a prostituirse. Su padre falleció y no tiene contacto con su familia. Sabe inglés y francés porque vivió años en París, Suiza, Dinamarca y Holanda ejerciendo la prostitución y cayó en la droga. Eso fue su ruina. Cuando volvió a Canarias estaba en un fumadero de crack, abriendo la puerta a los clientes y a cambio le daban boliches. El sitio cerró y se vio durmiendo en la calle, hasta que las asistentas sociales de Cáritas le consiguieron una plaza y ahora está recuperándose.