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Puertas, montes y personas

Inmigración y pobreza llevaron a elevar el volumen del debate, pero no su calidad - Vuelan las críticas y no comparecen las soluciones

No hay modo. Sus señorías se saben de memoria la lección cuando son oposición, pero al tocar poder, o se olvidan, o no les queda sino hacerlo, aunque con ello exhiban las vergüenzas y se instalen en el árido terreno de la sonrojante desmemoria. De ahí no pasaría la cuestión si no fuera porque el objeto de sus juegos dialécticos son personas a las que las más de las veces y muy a su pesar les cabe el calificativo de desfavorecidas.

Capítulo uno. Movimientos migratorios. El presidente canario, Ángel Víctor Torres, negó ayer que se estén produciendo devoluciones en caliente; de esas en las que se mete en un vuelo a recién llegados sin respetar los derechos que les asisten, al menos en la teoría. El diputado del grupo Nacionalista Pablo Rodríguez le recordó que así lo denuncian las organizaciones no gubernamentales, que a fuerza de errores de las administraciones han copado en exclusiva la credibilidad.

Torres negó la mayor. Su compañero socialista y delegado del Gobierno central en el Archipiélago, Anselmo Pestana, le ha asegurado que se respetan los derechos humanos. Rodríguez erre que erre, ni pruebas de edad a los que aseguran que son menores, ni la más mínima asistencia para solicitar el asilo a quienes tienen esa intención. Según el relato del nacionalista, un reciente vuelo con 22 llegados en patera, "jugándose la vida", partió rumbo a Mauritania. "Allí aterrizó, pero el destino final era Mali, un país en guerra", enfatizó el político teldense.

Claro, a Torres le vinieron a la memoria los tiempos en que Coalición Canaria (CC) gobernaba en las Islas, el número de migrantes llegados era más elevado y, en muchos de los casos, tampoco notaron en carne propia el haber puesto un pie en un país de los llamados civilizados, de esos que presumen de seguridad jurídica.

En esencia, nada de eso cambia el relato. Así que el presidente tiró por el socorrido camino de las cifras: en febrero llegaron 429 migrantes irregulares menos procedentes del continente africano a bordo de pateras o cayucos. Por si servía de algo, colocó a continuación la tasa de variación mensual, un 40% menos. Lustrosos números que, sin embargo, lucen ajados porque tras cada uno de ellos se asoma alguien que busca un proyecto de vida ante la imposibilidad de tenerlo donde lo parieron.

Más mate queda el asunto si se añaden las razones que desembocaron en esa mejoría. Torres lo hizo. Afianzamiento de la vigilancia en la costa atlántica, mecanismos puestos en marcha en los países de origen por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad y persecución de las mafias. Un término que satisface la necesidad de poner cara al malo, pero que la abundante literatura periodística escrita sobre el terreno reduce las más de las veces al inconsciente buscavidas de turno que tiene un motor, una barca y un bidón de gasolina.

En definitiva, llegan menos por poner puertas a un monte en el que no quieren quedarse quienes aspiran a que su existencia no se ciña a conocer día tras día el significado de la palabra desigualdad. Cambian los gobiernos, cambia el signo de los partidos que los sustentan, pero no las condiciones de vida de quienes se lanzan al mar poniendo en riesgo sus vidas, ni la manera en que son tratados a su llegada.

Capítulo dos. Pobreza. "Ni con sonotone se le oye ahora pedir los 30 millones de euros que hacen falta". Se lo dijo el diputado del grupo Popular Poli Suárez a la consejera de Derechos Sociales, Igualdad, Diversidad y Juventud, Noemí Santana, la cuota de Podemos en el Ejecutivo regional. Y lo hizo en referencia al dinero que debe mandar Madrid para financiar el Plan contra la Pobreza.

Si antes fueron los migrantes los que tomaron forma de elemento arrojadizo y sobrevolaron la Cámara de un lado a otro, después correspondió ese rol a quienes tienen difícil comer caliente todos los días.

La consejera puso sobre el tapete todo lo que ha hecho desde que ocupa el cargo y que se puede resumir en "movilizar toda la maquinaria para que los fondos puedan llegar lo antes posible". Que no significa eso que no haya consensuado con la Federación Canaria de Municipios (Fecam) el reparto de seis millones de euros entre todos los ayuntamientos, haya calculado la distribución de otros seis en base a "criterios de población" y necesidades, y haya operado con igual suma su consejería para atender a los más necesitados.

Los 18 millones que debía el Gobierno central desde 2018. "Pero si antes había dicho 2019. Voy a pasarlo por alto porque será desconocimiento o despiste", le espetó Poli Suárez y no paró ahí el exalcalde de Moya, que celebró que Santana haya entendido lo que significa gobernar, "ser más serio". La ironía buscaba traer a la memoria a una Noemí Santana más vehemente, a veces hasta el grito, demandando al anterior gobierno batirse el cobre en Madrid para traer el dinero suficiente y atender así a esa numerosa legión de carentes de lo esencial.

"Ahora no la oímos", reiteró el popular. Y para entonces ni la voz de él, en pie aventando un papel, ni la de la consejera se escuchaban. Se había agotado su tiempo. En esa pose, depuesta tras la llamada al orden por parte del presidente de la Cámara se esfumó su minidebate; la pobreza, no.

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