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Crisis del coronavirus

Operación salida en el último minuto

Miles de turistas se amontonan en el aeropuerto de Gran Canaria ante el cierre de fronteras

Operación salida en el último minuto

Gran Canaria es una isla de contrastes. Y no solo de paisajes. Por un lado está la activación en las últimas horas hasta de los militares para secundar los controles callejeros de vigilancia, y para exigir que se cumpla la cuarentena entre la población local y foráneo, con la aplicación, incluido, de sanciones económicas cuantiosas. Y en el propio recinto aeroportuario se ven comercios cerrados, y muchos de los que estaban abiertos y en los puestos de información se exponen papeles solicitando que se cumpla con la distancia entre personas, y se comunica en algún caso que el aforo de acceso está limitado a cinco personas por razones de seguridad y hasta se colocan cintas para garantizarla, con reiterados anuncios por los altavoces de la instalación aeroportuaria recordando que debe respetarse la distancia de un metro para evitar la propagación del virus.

Pero, en cambio, a unos metros, miles de personas sin distinción de edades aparecen agolpadas en filas para llegar a los puestos de facturación para embarcar cuanto antes a países de medio mundo. Algo parecido se registraba en los pasos guiados en forma de curvas para pasar los controles de seguridad antes de acceder a las zonas de embarque. Y, por los alrededores, ni un agente de la autoridad intentando controlar esa situación anómala, o para evitar que las guaguas de turistas vayan a tope, poniendo en juego la salud de esos individuos, aunque se estén adoptando estrictas medidas de limpieza.

Estamos en marzo, pero ayer se vivió en el aeropuerto de Gran Canaria una auténtica operación salida, más propia de los meses estivales y navideños. Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (Aena) evitó ayer hablar del número de movimientos aéreos que se iban a efectuar, dado el flujo constante de cambios en las aerolíneas por la situación excepcional del cierre de fronteras. Pero, decenas de aviones y miles de turistas salieron ayer en esta particular operación salida de guiris.

Una pareja canaria camina enfadada por la sala de llegadas con guantes y mascarillas. No entienden cómo se controlan cuántos individuos se suben a sus coches privados para irse a trabajar, al mismo tiempo que llegan guaguas llenas a Gando y en la sala situada sobre sus cabezas se agolpan "600 y más". Y otras dos personas hablan de que se anuncie por la megafonía de que hay que estar distantes al menos un metro, y aquí "están todos amontonados".

"Son los últimos coletazos para echar a la gente de aquí", señalaba gráficamente un trabajador en el aeropuerto, mientras los hoteles y apartamentos anuncian cierres inminentes de sus instalaciones hasta que vuelva la normalidad.

Pocos son los que toman las medidas preventivas. A excepción, sobre todo, entre personas mayores, que también son las más vulnerables en esta pandemia.

La denominada operación turismo cero para desalojar el turismo cuanto antes ha generado esta avalancha de viajeros, coincidiendo también con las últimas semanas de la temporada turística alta de invierno, y que coincide en este caso con la realidad sanitaria de algo riesgo a la que nos enfrentamos.

Esto se suma a la imagen poco gratificante de ver a extranjeros disfrutando de la piscina y paseos en los centros vacacionales, cuando se le insta de forma paralela a la población local a resguardarse en sus domicilios para evitar la propagación del virus.

Aena recuerda que solo se puede viajar en estos momentos por razones inaplazables, ya sean personales o sanitarios. Pero nada de la búsqueda de ocio y esparcimiento.

Hasta en el exterior del aeropuerto grancanario se mantienen también decenas de personas, entremezcladas con los taxis y las guaguas, a la espera de que se alivien las colas. Pero también por ser conscientes del peligro para su salud, en algún caso.

Los conductores del transporte público siguen con expectación este fenómeno, mientras se van dando las últimas novedades del coronavirus. Entre ellas se habla del anuncio oficial de la suspensión del denominado Régimen Especial de Recogida de Viajeros en áreas sensibles, que afecta tanto al aeropuerto como a los puertos.

La iniciativa impide que taxistas de municipios ajenos a Ingenio y Telde, en el caso del aeropuerto; de Agaete, en el muelle de Las Nieves; además del Puerto de Las Palmas para los del propio municipio, acudan a recoger pasajeros previa contratación previa. Y esto es importante en un sector que está peleado por este acuerdo, adoptado hace algunos años. La petición la había hecho el lunes el Cabildo al Gobierno de Canarias, aceptándose ahora.

La medida se prorrogará durante la vigencia del estado de alarma para la gestión de crisis sanitaria por el Covid-19.

La sala de salidas internacionales está repleta, mientras las de llegadas están vacías. Hasta en las pantallas informativas para anunciar la programación del día hay inusuales huecos. Y los destinos son múltiples, aunque gran parte con destino a ciudades europeas, y pocas a la Península.

El ambiente en la zona de facturación es frenético. No hay hueco ni para jugueteos, ni para el ocio. Todo lo invaden los viajeros, y su trajín con las maletas. Apenas queda a la vista alguna butaca de reposo. El inglés, el alemán, o los idiomas escandinavos se entremezclan sin que se escuche el español. En los puestos de información de las compañías algunas personas preguntan por sus vuelos. Y otros intentan saber sobre su reubicación ya que, como dicen unos policías, también se dan casos de sobrecontratación y las plazas están contadas para tanto interesado en volar. Salvo en quienes vienen con los turoperadores, que ya saben que han abandonado sus habitaciones hoteleras y que en unas cuantas horas estarán de vuelta en Berlín, Helsinki, Bergen, Londres o Estocolmo, por citar algunos casos, mientras algunos destinos han quedado aplazados.

Las compañías han comenzado este plan de repatriación ante el cierre de fronteras. De ahí que algunos hayan dispuesto aviones con una mayor capacidad para cumplir con este operativo al menor coste posible.

A pesar de todo, siempre sigue presente el espíritu optimista. Y es que, como señalaba ayer un empleado tras salir del supermercado en la instalación, "volveremos a ser fuertes, todo es cuestión de tiempo", repitiéndolo varias veces hasta que recibió la aprobación de la cajera.

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