Precisamente cuando se cumplen seis años del fallecimiento de Adolfo Suárez es más que pertinente recordar que nada menos que el mismísimo Alfonso Guerra dice en sus últimas y recientes Memorias que aquel ha sido el mejor presidente del Gobierno que ha tenido España desde la Transición. ¿Cómo yo, que le conocí tan de cerca, no iba a estar de acuerdo con el famoso socialista? El paso y el peso del tiempo, como habrás visto, amigo Guerra, es obvio que nos permite sentar las ideas, reposando nuestra mente y permitiéndonos acertar en el diagnóstico cuando de algo relacionado con la historia vivida se trata.

Hoy, precisamente, me habría encontrado en su provincia natal, Avila, si no hubiera sido por el impedimento derivado del dichoso coronavirus tristemente tan de moda en gran parte del mundo y muy especialmente en España, con más de un millar de fallecidos, uniéndome al dolor de sus allegados, sentimiento que eché en falta en la primera y reciente intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, desde La Moncloa ante las cámaras TVE, informando sobre la declaración del actual estado de alarma, al final de la cual, tras repetir con un énfasis muy especial la palabra "gracias" omitió -no sé si deliberadamente- su gratitud también a la Conferencia Epìscopal que, adelantándose incluso a su declaración, suprimió la celebración de la Semana Santa en toda España, , acaso el mayor traumatismo que la Iglesia Católica podía haber sufrido en el año.

Resulta también importantísimo destacar que nada menos que Bill Gates -el magnate empresarial, informático y filántropo estadounidense, segundo hombre más rico del mundo, fundador de la empresa de software Microsoft- con cuyo blog estoy conectado, hace un par de años escribió literalmente que Adolfo Suárez era uno de los ejemplos más notables de líderes mundiales, encumbrándolo expresamente a la misma altura que otros grandes personajes históricos, como Charles de Gaulle, Mijail Gorbachov, Deng Xiaoping y Nelson Mandela, todos ellos grandes negociadores para lograr la paz en tiempos convulsos.

Y después de preguntarse "¿Qué hace falta para ser un gran líder?", dio la respuesta siguiente: "Los que se acercan a la Historia de manera informal quizá no han llegado a tratar con cercanía la historia de Adolfo Suárez", añadiendo: "este personaje que fue presidente de España entre 1976 y 1981. Tuvo cualidades de marcado liderazgo, profundamente extrañas e increíblemente efectivas", diciendo: "Tras la muerte del General Francisco Franco en 1975 había una gran tensión. El país intentaba salir adelante tras casi cuatro décadas de autoritarismo, y con muchos futuros posibles por definir, algunos sangrientos. Suárez, que venía del régimen de derechas de Franco, podría haber optado por mandar desde la intimidación y la exclusión. Sin embargo, su prioridad fue traer al tablero político a los líderes de izquierdas de los partidos comunista y socialista".

"Adolfo Suárez -concluye- logró dominar los tiempos con las virtudes de la negociación y la persuasión", concluyendo : "Fue capaz de crear una coalición, de convencer a los que le rodeaban de la importancia de la democracia y el pluralismo, superando un golpe de Estado y creando la monarquía parlamentaria que hoy es España. En un momento dado, Suárez convenció al Parlamento nombrado por Franco, la vieja élite, de que se aboliese a sí mismo para ceder el paso a los partidos políticos", señalando que "Suárez tuvo así un hueco destacado junto a Mijail Gorbachov, quien también ayudó a derribar el muro de Berlín; el chino Deng Xiaoping, el gran reformista chino y el líder negro Nelson Mandela, que logró apaciguar la tensión en Suráfrica, siendo todos ellos la luz frente la oscuridad, como Hitler, Stalin, Mussolini y Mao Tse-tung".

He sido gran amigo de Wang, un chino tan respetable como humilde, aproximadamente de mi misma edad, enorme admirador de Suárez, quien de joven fue traductor de Mao Tse Tung y que por razones políticas imperantes en la República Popular China, que hoy subsisten, hubo de trasladarse a vivir a la Barcelona de hace unos años, hablando correctísimamente nuestro idioma, como consecuencia de haber traducido a Gao Xingjian, Premio Nobel de Literatura, quien también huyó de China, finalizando en Francia su obra maestra, la novela "La montaña del alma". En el año 2000 se le concedió el Premio Nobel de Literatura, lo cual, en vez de hacer sentirse orgullosos a los gobernantes chinos, su conocimiento fue recibido con indignación por parte de las autoridades de aquel país, hasta el punto de que los medios de comunicación del mismo, que como es público y notorio siguen controlados con una férrea censura, ni siquiera informaron lo más mínimo sobre la concesión del premio, pese que la misma le daría fama mundial, empezando a traducirse sus obras al español, entre otros muchos idiomas más.