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Pleno del parlamento | Análisis

DiCaprio, Rodríguez y el capitalismo tiene su corazoncito

Hay plenos para olvidar como el que se celebró ayer - Los grupos parlamentarios de la mayoría ya no saben qué preguntarle a Ángel Víctor Torres

DiCaprio, Rodríguez y el capitalismo tiene su corazoncito

Hay plenos para olvidar. El que se celebró ayer, por ejemplo. Un vago horror subsahariano. Por supuesto que se cumplieron todos los protocolos. Los políticos, no los sanitarios. Las preguntas al presidente del Gobierno autonómico, por ejemplo. Los grupos parlamentarios de la mayoría ya no saben qué preguntarle a Ángel Víctor Torres, pero deben someterlo mensualmente, al menos, a un más o menos untuoso interrogatorio, entre otras razones, para que la oposición tenga menos posibilidades de hacer las suyas. Así que cae cualquier cosa. Descartadas las intervenciones de Nira Fierro, que más tarde o más temprano le preguntará al señor Torres por su asesor de peluquería ("¿cómo consigue ese difícil equilibrio entre una cabeza clásica griega y el modelo de peinado con vocación de medianías, presidente?") ya le preguntan por casi cualquier cosa. Al cabo de un año de los terribles incendios que asolaron Gran Canaria y otras islas, ¿se ha aumentado la dotación técnica y humana? También Casimiro Curbelo preguntó por el control sociosanitario de los turistas y le dijo al presidente que opinaba lo mismo que él, que los controles sanitarios deberían hacerse en los aeropuertos de origen. Curbelo venía a decir que si Torres y él estaban de acuerdo, ¿cómo es que no lo entendía la Unión Europea? Manuel Marrero ofició de nuevo un esperanzado funeral sobre algo. Luis Campos se felicitó de que de nuevo sea difícil aparcar en los aeropuertos. Y así más o menos todo.

Mientras Torres contestaba los diputados bostezaban. Pablo Rodríguez, de quien se asegura que una vez fue vicepresidente, estuvo a punto de dislocarse las mandíbulas. Julio Pérez subrayaba papelotes con el entusiasmo de un opositor a Notarías. Patricia Hernández desperdigaba sonrisas por todos los rincones para dejar claro que estaba en plena forma y que José Manuel Bermúdez (de nuevo alcalde) comenzaba ya a ser pasado. Por supuesto que fue especialmente comentada la triunfante moción de censura en el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Alegría moderada entre los coalicioneros y disgusto entre las filas de la mayoría gubernamental. La posición más o menos oficiosa entre la dirección de los socialistas canarios es que Patricia Hernández practique el estilo de oposición que crea conveniente. Incluso si se inclina hacia cierto guerracivilismo gestual, bueno, se mirará hacia otro lado. La exalcaldesa, que tiene numerosas simpatías, no tiene entre ellas la del presidente Ángel Víctor Torres, que no cree que sea oportuno ni una eventual entrada en el Ejecutivo de Hernández ni que asuma responsabilidades relevantes en el grupo parlamentario. La opinión presidencial es que Patricia Hernández debe centrarse en la fiscalización de la gestión municipal de CC y PP y batirse por la Alcaldía en 2023. O como apuntaba maliciosamente un diputado, "lo que debe de hacer Patricia es amargarle la vida a Bermúdez, no a Ángel Víctor".

El único rifirrafe con cierto interés lo mantuvieron el vicepresidente y consejero de Hacienda, Román Rodríguez, y la diputada coalicionera Rosa Dávila, que le solicitó que hiciera política fiscal para combatir la crisis económica y el desempleo. Rodríguez, como suele hacer al escuchar algo que le desagrada, se puso a hablar con quien tenía más cerca. Más adelante se quedó extático, mirando al vacío. La posición de CC parecía harto razonable: poner en marcha reajustes fiscales para incentivar el consumo o el acceso a una amplia gama de bienes y servicios. Rodríguez, por supuesto, no quiso entrar en eso, no porque no lo considerara atendible, sino porque el Gobierno ha fijado como un dogma interno que no bajará ningún impuesto - y que los subirá si Pedro Sánchez lo hace --. El consejero de Hacienda habló de modelos de fiscalidad, de la funesta herencia de CC, de teoría económica: cualquier camino era estupendo para salir huyendo. "Usted ya no es el violinista tocando en el Titanic mientras se hunde", le dijo Dávila, "usted es Leonardo DiCaprio agarrado a un tablón y congelándose en el agua". Por supuesto Rodríguez, que se parece más Jorge Negrete se agarró a la imagen como el actor de la tabla para ponerse galante: "Elija usted el restaurante". La gente se rió mucho. Pero quedó meridianamente claro que, en efecto, el Gobierno renunciaba a mover ficha en política fiscal hasta comprobar lo que hace Sánchez en Madrid, incluido su proyecto presupuestario para 2021.

Al mediodía llegaron de visita el presidente de la Confederación Española de Empresarios, José Carlos Francisco, y de su secretario general, Eduardo Bezares, que se reunieron con Torres y con el propio Román Rodríguez. Fue cuando se produjo una de las imágenes más emocionantes e inolvidables del pleno: la de Francisco abrazando largamente a Patricia Hernández, a la que dio, incluso, varios afectuosos golpecitos en la espalda. Temprano madrugó la madrugada. Como ya explicó Dickens hace más de siglo y medio, el capitalismo también tiene su corazoncito. Hernández estuvo unos segundos ahí, acompañando a Francisco y Bezares en los prolegómenos de la reunión, tal vez hasta que recordó que no era alcaldesa, retrocedió elegantemente algunos pasos, la puerta se cerró, y se marchó a ocupar su escaño.

Por la tarde se desarrollaron otras cosas de interés. Pero entre el viento y la lumbalgia le llegará su turno mañana. A la hora del almuerzo el consenso político, ideológico y doctrinal era unánime: menudo calor.

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