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Emigración canaria | 70 años de la odisea del 'Telémaco'

Símbolo de miseria y esperanza

El 'Telémaco' es un hito de la lucha de los canarios por alcanzar una vida más próspera en América

Imagen del Telémaco' con 171 personas a bordo, entre pasajeros y tripulantes . LP/DLP

El Telémaco, el motovelero que partió el 6 de agosto de 1950 desde Valle Gran Rey rumbo a La Guaira, se ha convertido en símbolo de la emigración ilegal canaria a Venezuela. Esa era entonces, a partes iguales, la salida de la miseria de las Islas y de la dictadura franquista. Entre 1948 y 1952, se estima que unos 6.000 isleños llegaron de forma clandestina a Venezuela ante las oportunidades de trabajo que el país caribeño ofrecía. Eran 'ilegales' pero el catedrático de Historia de América en la Universidad de La Laguna (ULL) Manuel Hernández González sostiene que su situación logró crear la presión internacional que se necesitaba para que Francisco Franco acabara por abrir la mano a la emigración legal, tras alcanzar un acuerdo con otro dictador, el venezolano Marcos Pérez Jiménez.

Hernández explica que el gobernante venezolano Juan Vicente Gómez, al frente del país latinoamericano entre 1906 y 1935, "no quería emigrantes". De hecho, de manera fundamental hasta 1929, la inmensa mayoría de los canarios que optaron por salir de las Islas viajaron a Cuba animados por la prosperidad de la Perla del Caribe, con un nivel de riqueza inimaginable en el Archipiélago durante y después de la I Guerra Mundial. En la primera mitad de los años 30 del siglo pasado, a Venezuela se trasladan isleños casi exclusivamente a trabajar en colonias agrarias, como la de Mendoza. Después vendría la Guerra Civil y, a continuación, la II Guerra Mundial, años en los que fue "casi imposible emigrar", comenta el catedrático. El racionamiento impuesto en los alimentos y la miseria casi generalizada en España y Canarias no fueron obstáculo para que el régimen franquista mantuviera cerradas las fronteras. Se impedía salir del país a todo aquel que tuviera "mala conducta". Esto es, por ejemolo, haber militado en partidos políticos o sindicatos.

Entre 1948 a 1952 fue la época de los llamados barcos fantasma de la emigración ilegal a Venezuela. En ese periodo se enmarca la odisea del Telémaco. Los empresarios u organizadores de esos viajes buscaban y compraban motoveleros dedicados a la pesca para utilizarlos en el traslado de personas a Venezuela. De manera similar a lo que ocurre hoy con las pateras y cayucos africanos, en un pequeño espacio se hacinaban más de 100 o 170 personas, con escasez de comida y agua potable. Algunos de los que se embarcaban debían pagar 5.000 pesetas de pasaje, lo que no era fácil de reunir si se tiene en cuenta que cada día, con suerte, los vecinos de La Gomera podían cobrar siete por su trabajo. También se cobraba con préstamos de usurero, en los que se hipotecaba una casa o la finca de la familia, con unos intereses de hasta el 80%.

El primero de esos barcos fantasma fue el Emilio, que partió en 1948. Por aquellos años, en Venezuela estaba el gobierno democrático de Rómulo Gallegos, que recibe con los brazos abiertos a los migrantes del Archipiélago, pues los considera a todos opositores al régimen de Franco. De hecho, nueve años después de que acabara la Guerra Civil, en Caracas existía un 'consulado de la República española'.

Ante esa aceptación -señala Manuel Hernández-, se produce un incremento considerable de viajes. "Las autoridades locales, como los alcaldes o la Guardia Civil, muchas veces, hacían la vista gorda". En otras ocasiones, hay relación de parentesco entre esos regidores municipales y los organizadores de los viajes clandestinos. Así ocurrió en el caso del Telémaco, donde el alcalde de Valle Gran Rey, Salvador, era hermano de uno de los promotores de la salida, Jaime.

Si en España y en las Islas faltaba el sustento, en Venezuela la producción de petróleo impulsaba un crecimiento espectacular de los diversos sectores económicos y las infraestructuras, que requerían de mucha mano de obra. Hubo territorios de la república latinoamericana donde se extendieron los cultivos de plátanos, tomates o papas, por ejemplo, y los canarios sabían lo que era trabajar en ese tipo de plantaciones.

Pero, a finales de noviembre de 1948, se produce un golpe militar en Venezuela y Pérez Jiménez asume el poder propiciando al tiempo un cambio en la percepción del fenómeno migratorio. Pérez Jiménez entabla relaciones diplomáticas con la dictadura franquista y, desde ese momento ya no están tan bien considerados los canarios que llegan en los motoveleros. Se les tiene a todos por comunistas y opositores al régimen de España.

De recibirles con los brazos abiertos pasan a ser recluidos en campos de concentración, como el de Orchila, a donde llevaron a los que pagaron su pasaje en el Telémaco, o bien a la isla de Guárima, un territorio insalubre en la desembocadura del río Orinoco.

Sin embargo, esa masiva llegada de isleños empezó a ser un problema para el gobierno de Pérez Jiménez, que, ante la presión de millares de canarios que arribaban en embarcaciones, decide iniciar negociaciones con las autoridades españolas para eliminar las trabas y favorecer la emigración legal. Y ese objetivo se logra en 1952 con un acuerdo entre los dos Estados, lo que, además de a los canarios, también benefició a ciudadanos de otras regiones, como Galicia o Asturias, por ejemplo.

El Telémaco partió de La Gomera con un total de 171 personas a bordo. Una mujer, Teresa, y 170 hombres. La embarcación salió desde San Sebastián el 5 de agosto de 1950. Después pasó por Valle Gran Rey, donde siguió recogiendo a emigrantes, y en un caletón de Agulo se subieron vecinos de Agulo y Hermigua. Y, a continuación, según relataba a La Opinión de Tenerife en 2007 uno de los protagonistas del viaje, José Chinea, el barco se dirigió a la costa de Taganana, al este de Tenerife, a Almáciga, donde estaba previsto que embarcara el capitán. Este quería que se subiera más gente al barco, pero muchos se negaron, ya que para entonces ya iba con una importante sobrecarga. Tras una discusión opta por bajar a tierra y nunca más volvió.

Si los primeros días fueron tranquilos -que incluso propiciaron que se formaran algunas parrandas a bordo-, todo cambió cuando se agotó la gasolina y la navegación hubo que hacerla a vela. Y poco a poco fue a peor.

Un fuerte temporal les obligó a recluirse en la bodega del barco. Perdieron buena parte de las reservas de carne, el gofio, las papas o el agua almacenados en la cubierta, y que acabaron en el océano. El mal tiempo se prolongó desde la noche hasta el amanecer.

Después vino el hambre o tener que comer alimentos en mal estado, como el gofio con gusanos o mezclado con agua salada, según contó Chinea.

Los emigrantes tuvieron la suerte de encontrarse con el petrolero español Campante, que les pidió que se mantuvieran a distancia, pero que les informó por megafonía que la tierra más próxima era Barbados. Ante la negativa de algunos de arribar a dicha isla, desde el buque también se les indicó que a pocos días llegarían a Martinica.

Para paliar su situación, desde el petrolero de la compañía Campsa les tiraron un garrafón con agua, aceite y arroz. Apenas unos litros para mucha gente y poco duraron.

Cuando llovía, absorbían el agua que bajaba por los palos e, incluso, trataron de aprovechar el agua recogida en una vela sucia, hasta que algunos vomitaron dentro. Y en la bodega, el hacinamiento y el calor insoportable no mejoroba no hacían sino agigantar los padecimientos.

A Martinica llegaron exhaustos y hambrientos. Esa gente de piel negra que muchos de los gomeros veían por primera vez desplegaron con ellos una enorme hospitalidad y generosidad que les permitió reponerse hasta que pudieron ponder rumbo a Venezuela.

En cuando arribaron a su destino fueron trasladados hasta la isla de Orchila, donde se estabulaba el ganado que estaba en cuarentena. Allí llegaron a concentar centenares de canarios, entre los del Telémaco y de otras embarcaciones que también llegaron de forma irregular. Les llevaban comida una vez a la semana en un barco. Dormían sobre paja o en el suelo. La situación se prolongó un mes, hasta que funcionarios del gobierno venezolano buscaron entre ellos a quienes supieran trabajar en el campo. Todos.

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