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Entrevista | Helena Maleno

"El racismo institucional no ve personas, sólo ve migrantes"

"Los estándares democráticos descienden en las Islas cuando se vulneran los derechos y la dignidad", expresa la activista e investigadora especializada en la trata de seres humanos

Helena Maleno, activista, investigadora especializada en migraciones y fundadora de la ONG Caminando Fronteras. LP/DLP

Canarias está viviendo un repunte en la llegada de migrantes que comienza a asemejarse a la crisis de los cayucos de 2006. ¿A qué se debe el cambio de ruta?

Es efecto de las políticas de la disuasión, que es cuando se cierran rutas como en este caso la mediterránea del norte, del Estrecho de Alborán, y se abren otras como la Atlántica, la canaria, que es de las más peligrosas del mundo. Aquí no hay un efecto llamada, hay un efecto salida porque las personas siguen queriendo irse. Cuando una ruta se cierra y se militariza, das la oportunidad a las industrias criminales para que abran otras más complicadas. Es la necropolítica, una política del control migratorio que provoca que determinados colectivos sufran y mueran, y que esta muerte y este sufrimiento enriquezcan a otros, primero a las industrias del armamento y luego a las del tráfico de personas.

El Covid está empeorando todavía más la calidad de vida de estas personas, que al llegar son divididas en grupos y alojadas en lugares infrahumanos durante días. ¿Qué se puede hacer para evitar que los gobiernos les traten así?

El Covid está poniendo de manifiesto el fracaso de los sistemas de acogida. La tercera industria vinculada al movimiento migratorio es la humanitaria, que está enmarcada en las políticas de la compasión, con las que Europa maquilla que la muerte de estas personas dé dinero a unas empresas. Se crea entonces una industria humanitaria que no pone los derechos de las personas en el centro, sino el lavado de cara de Europa. Estas políticas fracasan porque están atravesadas por el control migratorio y por el racismo institucional. Cuando llegan personas en patera no vemos a hombres, mujeres y niños, vemos a migrantes. Esto afecta al proceso de acogida y por eso se permite que se vulneren sus derechos. Debemos apostar por políticas de vida y desmontar el racismo institucional, pero para eso hay que tener voluntad política y ser valiente porque apostar por la vida en un mundo en el que la muerte da tanto dinero es de valientes.

Antes de dejar a los migrantes malvivir en un puerto como el de Arguineguín, se les ubicaba en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), cuyas condiciones y filosofía también han sido duramente criticadas por las organizaciones sociales.

Los CIE no se pueden justificar nunca. Privar a una persona de libertad simplemente por una situación administrativa irregular, castigarla de esta forma, nunca fue una alternativa antes ni lo es ahora. Estos centros forman parte de este entramado de control migratorio porque esta privación de libertad también da dinero a otras empresas, por ejemplo en Estados Unidos, y en España se llegó a proponer su privatización. Pero nunca fueron ni serán una solución, la única solución es la solidaridad entre las comunidades autónomas.

La conocida como 'nave de la vergüenza' es un ejemplo del trato que se les da a los migrantes en las Islas. ¿Por qué no se ofrecen alternativas dignas para estas personas?

Si el sistema de acogida canario no tiene capacidad para atender a estas personas porque no se ha podido o no se ha querido reformular el sistema, porque desde luego tiempo ha habido, estas personas no se pueden quedar bloqueadas en el Archipiélago. Sin embargo, se las tiene en condiciones indignas porque no provocan alarma social, no nos encoge el corazón cuando vemos a estos migrantes en medio de una pandemia en una situación tan crítica. Ha pasado en Melilla y ahora está pasando en Canarias. En islas griegas como Lesbos o Quíos y en aras del control migratorio, a lo largo de los años se han deteriorado los estándares democráticos y esto lo tiene que tener en cuenta el Gobierno canario. Los estándares democráticos bajan en el Archipiélago cuando se vulneran los derechos fundamentales y la dignidad de las personas.

Todos los gobiernos siempre hablan de la necesidad de centrar la ayuda en los países desde donde parten los migrantes para atacar el origen del problema. ¿Pero lo hacen realmente?

No es verdad, no es real que haya unas políticas que quieran solucionar los problemas en origen ni frenar el movimiento de personas en condiciones de vulneración de derechos humanos porque esto da ingentes cantidades de dinero a las empresas de armamento, que son las que luego ejercen presión sobre los gobiernos europeos y Bruselas. Las políticas que se hacen en Níger no son para sus ciudadanos, sino para dejar allí a militares europeos que controlan el movimiento migratorio y así ganar dinero. Todo el sistema de radares del Sahel que instaló la UE sirve para ese fin. Sólo se mejoran las condiciones cuando se hacen políticas que no sean coloniales, algo que ahora no ocurre porque se ejerce un neocolonialismo que busca controlar sus recursos y mantener una presencia militar, como se hacía antes. Los migrantes lo dicen muy claro: no tienen derecho a migrar, pero tampoco tienen derecho a no migrar porque son expulsados de sus territorios para así facilitar el expolio, por lo que deben moverse.

¿Cómo se lucha contra estos intereses tan poderosos?

El dinero va a crecer tanto en el flujo migratorio ilegal que nos será muy difícil seguir trabajando por la defensa de los derechos humanos, pero no vamos a dejar de hacerlo porque nos estamos jugando la democracia y nos estamos jugando esa Europa que queríamos construir, la Europa de los pueblos.

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