U na figura se separa de la masa, huyendo durante un instante de los abrazos, los parabienes, los consejos y los focos. Con sonrisas y palabras fugaces trata de despachar a quienes le salen al paso. El hombre parece buscar treinta segundos de soledad en una mañana en la que los ojos de Canarias están pendientes de él y de los otros siete consejeros. Tan sólo eso. Hace apenas media hora que Javier González Ortiz, consejero de Economía, Hacienda y Seguridad del nuevo Gobierno de Canarias, ha prometido su cargo ante quinientas personas. En un recodo alguien con traje y corbata interrumpe su aparente huida y le basta medio segundo para espetarle: "La que te espera..." González Ortiz vuelve a sonreír, otra vez sin detenerse.

Atrás, en la parte alta del edificio, ha quedado el salón principal, donde todavía recuerdan anécdotas los que fueron presidentes de la comunidad autónoma (Jerónimo Saavedra, Lorenzo Olarte, Manuel Hermoso, Fernando Fernández) y se reparten saludos a los nuevos mascarones de proa del Ejecutivo regional. Sebastián Grisaleña, presidente de la Confederación Canaria de Empresarios (CCE) había escuchado con absoluta atención el discurso del presidente Paulino Rivero, como si apuntara algo mentalmente. Están prácticamente todos los que se supone, como los consejeros salientes o cesantes, el Fiscal Jefe de Canarias, Vicente Garrido, la cúpula militar, los asesores que tuitean el acto a través de sus iPhone y un señor que pone un contrapunto y mira la hora tirando de la cadena dorada de su reloj de bolsillo. Las familias lo han observado todo desde las últimas filas de asientos reservados.

Unos juran su cargo (Inés Roja, Francisco Hernández Spínola y Brígida Mendoza), otros prometen (Domingo Berriel, Javier González Ortiz, Juan Ramón Hernández, Margarita Ramos y José Miguel Pérez) y todos forman un corrillo al final de la escalera, tras el acto. El palmero Juan Ramón Hernández, titular de Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas, reaparece en público y agradece las muestras de cariño tras el amago de infarto que le hospitalizó y le impidió votar presencialmente en la investidura de Paulino Rivero, un episodio que él define como "el arrechucho".