La tasa de paro en Canarias fue del 28,70% al cierre del año 2010, según reza la Encuesta de Población Activa (EPA). El dato es poco alentador, pero se torna dramático si nos fijamos solo en la población más joven. De quienes tienen entre 20 y 24 años el 47,07% no tiene empleo y el índice se dispara si bajamos al segmento que va de los 16 a los 19 años (63,19% de tasa de paro).

Estos jóvenes son los que en un plazo breve tendrán que incorporarse al mercado de trabajo, y el horizonte presenta nubes negras. Ellos son, en palabras del director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, la "generación perdida". Su destino, según este dirigente del organismo económico mundial, será "el de sufrir toda su vida lo peor del desempleo" y las dificultades sociales que conlleva.

Las dos universidades canarias pusieron en el mercado laboral el pasado curso 5.149 formados en sus aulas, según el avance de la estadística del Ministerio de Educación. El curso anterior fueron 5.044 los alumnos que se licenciaron. La Formación Profesional (FP) aporta cada año entre 6.000 y 7.000 jóvenes, en concreto en el año 2008 fueron 6.780 los que obtuvieron un título.

Con las referidas tasas de paro y el ritmo de finalización de estudios, la "generación perdida" se enfrenta a un panorama que la reta a no perder la esperanza.

Por si las cifras no lo aclaran lo suficiente, el catedrático de Psicología Social de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), José Antonio Younis, recuerda que la economía se ha globalizado, por lo que "resulta evidente que no vamos a mantenernos al margen de este fenómeno".

Menos drástica resulta la valoración del profesor de Economía Aplicada José Carlos Martín: "Tampoco hay que ser del todo pesimistas", y se basa en el sistema de multinacionales "que mueven a sus profesionales por todo el mundo".

Esta opción juega en contra, sin embargo, de la escasa disposición que los canarios muestran a cambiar la residencia habitual para encontrar un empleo. La segunda oleada del Barómetro de Opinión Pública en Canarias, elaborado por el Consejo Económico y Social (CES), contabilizó solo un 6,6% de ciudadanos receptivos a la idea de abandonar el Archipiélago. El porcentaje baja aún más, hasta el 3,2%, cuando se trata de intentar la aventura laboral en otra isla canaria.

Sin embargo, hay ejemplos que desmienten tanto pánico a abandonar el nido habitual. En noviembre del pasado año el consejero de la Red Eures de una región austriaca trajo una oferta en la que se requería personal para el sector de la hostelería: 80 desempleados de las Islas dieron el paso y se sometieron al proceso de selección en busca de un mejor futuro en las ciudades de Salzburgo y Voralberg. De esos 34 obtuvieron un empleo. Esta red tiene a 800 consejeros repartidos por Europa y su labor es comunicarse entre sí las ofertas y demandas de empleo existentes.

En escaso plazo de tiempo, los impulsores de este plan Austria ya han mostrado su interés por repetir, dado que "los empresarios están muy satisfechos con los trabajadores canarios".

Ese se vislumbra como un camino por el que escapar del negro futuro que glosa Strauss-Kahn. ¿Pero qué ocurrirá con quienes no se adapten?

El profesor de Sociología de la ULPGC Aniano Hernández lo explica con claridad. Para él, las distintas generaciones han respondido a los esquemas en los que han crecido. Describe a los abuelos que vivieron la Guerra Civil como personas que tuvieron que emigrar y padecieron la pobreza; sus hijos asistieron a la conformación de la clase media; los nietos, nacidos en los 60, 70 y 80 del siglo pasado son consumistas y rinden culto a la belleza. Mientras, la generación perdida vivirá en una sociedad segmentada entre una minoría "con oportunidades" y una mayoría que tendrá que sobrevivir "a base de la ayuda pública y la economía sumergida".

Para Hernández, resulta evidente que España "no ha actuado inteligentemente" para sostener el Estado del Bienestar, sino que los ciudadanos entendieron que podrían vivir eternamente de "la especulación inmobiliaria". El profesor Martín se expresa en los mismos términos: "No hemos sabido crear un modelo económico que dé cabida a los jóvenes".

Una de las primeras víctimas de la generación perdida es la cultura del esfuerzo. "Se ha retrocedido en la capacidad para emanciparse. El contrato futuro ya no existe", explica el catedrático Younis. Los jóvenes "son hedonistas, disfrutan el presente y el sistema les ha preparado un enorme parque temático para consumir", porque ellos "tienen unos ingresos que no se destinan al ahorro". No tienen por qué ahorrar, dado que saben que su futuro no les va a permitir tener posesiones.

El individuo no escapará de las lógicas reacciones ante un escenario que no le permite obtener lo que desea. Los expertos prevén brotes de violencia que tendrán mayor o menor intensidad en función de la consistencia que pueda mostrar la clase política a la hora de ofertar un futuro mejor.

Aniano Hernández vislumbra una salida, aunque por el momento no ve ninguna razón que pueda invertir la tónica. El profesor estima necesario "aplicar grandes remedios" que permitan cambiar el actual modelo cultural-educativo. No se refiere solo a lo que ocurre en las escuelas y universidades, sino "a la necesidad" de despegar a los jóvenes "del hedonismo, el ocio gandul y el conformismo", a su juicio completamente extendidos.