No hay caso indefendible. Bajo esa premisa Josefina Navarrete se ganó a pulso el prestigio de la Justicia en Canarias hasta que en 2008, para sorpresa de la sociedad isleña, decidió hacer las maletas y abandonar el mundo del derecho tras más de dos décadas de ejercicio profesional: "Me caso y me marcho a vivir a Miami", comunicó a sus allegados. Incluso, renunció a defensas de personas que aún tenía pendientes y que se vieron totalmente sorprendidas por la noticia, como el alcalde de Mogán, Francisco González, al que la letrada defendía en un caso de corrupción hasta que decidió retirarse.

No fue ningún secreto su boda con el empresario José Miguel Suárez Gil en 2008, pues hacía ya casi dos años que se les veía juntos en diferentes actos sociales, fundamentalmente del mundo empresarial. Lo que sí fue una verdadera sorpresa fue la detención del empresario, ayer, por encañonar con una pistola a la abogada cuando ésta pretendía recoger algunos enseres de la vivienda que compartían en Gran Canaria debido a la separación que tramitan. Porque esa es otra de las sorpresas: apenas dos años después de anunciar su boda a bombo y platillo y celebrarla en un multitudinario acto en el que estuvieron presentes las personalidades más destacadas de la sociedad canaria, Suárez Gil y Navarrete habían iniciado los trámites de la separación tras haber fijado su residencia en Estados Unidos. Eso era un secreto hasta que ayer corrió como un reguero de pólvora la noticia de que el empresario había sido detenido por encañonar con una pistola a la abogada.

De la Josefina Navarrete abogada se le recuerdan excelentes defensas en casos complejos, muy complejos. Su excelente puesta en escena a la hora de dirigirse a un juez o a un Tribunal del Jurado no era algo que no pasaba desapercibido, de ahí que acudieran a solicitar sus servicios tanto un político imputado por corrupción como un narcotraficante e igualmente un joven acusado de asesinato.

Navarrete fue una de las abogadas que participaron en la defensa de los acusados por el crimen del contenedor, aquella horrible historia en la que cuatro personas estaban acusadas de matar y descuartizar a una prostituta del Puerto, en la capital grancanaria. O mejor dicho, fue la única abogada que consiguió que su cliente, el joven Alberto Barber, quedara absuelto de toda culpa en la causa. Un triunfo de postín, sin duda alguna, para una letrada que jamás dio un caso por perdido, por muy complejo y dificultoso que pareciera.

Fue también letrada en el caso eólico, la primera trama de corrupción que se investigó en Canarias y que saltó a la luz pública en febrero de 2006. El empresario madrileño Enrique Guzmán, uno de los detenidos por esta trama, conoció de su fama desde el exterior de la Isla y no dudó en contratar sus servicios, una causa que abandonó la letrada en el momento de tomar la decisión de llevar a cabo la jubilación anticipada para ejecutar su retiro en Miami. La causa está pendiente de juicio en la Audiencia Provincial.

Otra defensa compleja y que Josefina Navarrete decidió asumir sin ningún tipo de prejuicio fue la del armador Nicasio Perdomo, al que la policía interceptó un cargamento con más de tres mil kilos de cocaína. El empresario y su mujer fueron, tal vez, las últimas personas imputadas por narcotráfico que Navarrete defendió antes de su retirada, después de veinte años en los que se ganó la fama de excelente abogada defensora de asuntos relacionados con el tráfico de drogas. En esta ocasión, no consiguió una sentencia favorable y Perdomo y su esposa fueron condenados a trece años de prisión. Tenía fama de cobrar unas minutas que no estaban al alcance de cualquiera.

Mogán

Cuando el alcalde de Mogán, Francisco González, fue consciente de que se encontraba en un calabozo detenido por varios delitos relacionados con la corrupción, el primer nombre que se le vino a la cabeza fue el de Josefina Navarrete. Se la recomendó una persona que por aquel entonces tenía buenas relaciones con el edil del Sur. Y muy contento estaba Francisco González con el trabajo de Navarrete hasta que en 2008, a mitad de camino de la investigación de la operación Eolo, la letrada le comunicó que abandonaba la abogacía. Más que una sorpresa, se llevó un disgusto, en una investigación que aún se mantiene abierta en el sur de Gran Canaria.

Además de no dar nunca un caso por sentenciado antes de tiempo y asumir sin ningún tipo de reparo causas socialmente repudiables, Josefina Navarrete siempre tuvo una estrategia idéntica con independencia del delito que fuera a defender: no hacer caso a las informaciones que se publican en los medios de comunicación. Con los periodistas mantenía un trato cordial, aunque distante, y jamás ponía en tela de juicio ningún tipo de información que saliera publicada, por muy perjudicial que fuera para su cliente. "Aquí cada uno hace su trabajo", decía la letrada. Y se concentraba en sacar el máximo partido a sus capacidades para la oratoria y ponerlas al servicio de su defendido. Era una abogada brillante.

Este martes, después de dos años sin noticias de Navarrete tras más de dos décadas acostumbrada a ver su foto en los medios de comunicación, se volvió a proyectar su nombre, aunque esta vez relacionado con la lacra de la violencia de género. Ella, que es abogada y reconoce los síntomas a simple vista.