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Crónica parlamentaria

Plácidas delicadezas austrohúngaras

Es imposible sustraerse del ambiente anacrónico de la política canaria, nadie es capaz de interpretar las sacudidas de una crisis económica y el malestar social

Plácidas delicadezas austrohúngaras

Es el amanecer y uno puede bajar como por un río oscuro desde Taco hacia el centro de Santa Cruz de Tenerife, capital ni marinera ni liberal, ni hospitalaria ni curiosa, ni muy leal ni muy benéfica, engurruñada bajo una aurora sucia de calima cálidamente fría, fríamente ardiente, un paisaje de contenedores de basura repletos, bares desportillados, aceras sucias, parterres arrasados, cuarentones y cincuentones que ya están en las placitas y en las esquinas con la mirada vidriosa y el camel colgado de los labios, los primeros pibitos saliendo de casa con los pantalones remendados y los zapatos con una talla de más o de menos, enmascarillados y silenciosos por el sueño de la playstation parcheada por los primos mayores, los abuelos avanzando lentamente, como arbustos lentos y frágiles desfilando por los bordillos, contando los céntimos para comprar el pan, algunos mendigos huyendo de la luz, como vampiros politoxicómanos, y taxis yendo y viniendo sin un puto cliente, y cerca de la mitad de las tiendas del barrio ya cerradas o a punto de cerrar, y resulta necesario bracear fuerte en las aguas de la desdicha hacia el centro, un desfiladero de clases medias masacradas que van a dar al mar, que es el ERTE, el ERE y el morir, y es justo por Salamanca cuando empieza a mejorar la ropa, y los rostros ya no son un amasijo de hartazgo y de dolor, cafeterías bulliciosas, funcionarios acampando en las terrazas como tropas musulmanas vivaqueando en Jerusalem, un latinoamericano cantando un bolero con mucho sentimiento en la calle del Castillo, y la corriente, ya muy mansa, apenas un hilillo de desgracia, se detiene a los pies mismos de Gustavo Matos, presidente del Parlamento de Canarias, que desayuna pulguita y barraquito en un bar en la trasera de la Cámara, y paga, se levanta, entra en el inmueble, toma asiento, pulsa un botón para llamar a los diputados y empieza el pleno parlamentario.

La sesión plenaria comenzó con un minuto de silencio en memoria de fotoperiodista Cristóbal García, fallecido reciente y prematuramente, aunque el mejor homenaje sería, sin duda, recopilar sus mejores imágenes parlamentarias en un libro que preserve su mirada fotográfica para el futuro, si es que alguien sentirá algún respeto por la democracia parlamentaria en el futuro. La sesión de control al presidente es ya a estas alturas de la legislatura como un capítulo de Colombo visto mil veces: el sospecho es, en principio, el Gobierno, como debe ser, pero Ángel Víctor Torres se recupera y al final aclara que la asesina es la oposición. Entre otras cosas, Manuel Marrero, que siempre está atento a las dolorosas utopías –porque las utopías son los golondrinos del progresista sin tacha – preguntando cuando estará listo el Hospital del Sur de Tenerife, un hospital completo, con sus camas, sus UCI, sus paritorios, sus quirófanos, su veintena de especialidades. El presidente Torres le contestó que muy pronto. Fue un diálogo surrealista, disparatado, suavemente delirante, en especial si se tiene en cuenta que el Gobierno ignora ahora mismo como pagará las nómimas de médicos y enfermeros del Servicio Canario de Salud del próximo año. Después le tocó el turno a Vidina Espino. A la diputada de Ciudadanos el Gobierno le había pasado una información falsa sobre las aportaciones económica del Gobierno centra para enfrentar la crisis del civid-19. Espino mostró la respuesta y el presidente Torres le dijo que se informara bien y fuera más rigurosa. Es como si le hubiera replicado:

–Sea usted seria, señoría. ¿Cómo va a fiarse estadísticamente de mi Gobierno?

El Plan de Reconstrucción Social y Económica de Canarias: Casimiro Curbelo se pregunta y se responde con la tranquilidad de espíritu de Buda. Pablo Rodríguez, diputado coalicionero y exvicepresidente del Gobierno autonómico, siempre es duro con el Ejecutivo, pero nunca consigue encontrar en los bolsillos una réplica afilada. Algunos compañeros afirman que no hay anestesiólogo capaz de encontrarle el pulso a Rodríguez. “¿Qué Gobierno prefiere usted en Madrid?”, le espeta Ángel Víctor Torres, y no sabe qué decir, como un niño al que le preguntan si quiere más a papá o a mamá. Antología de frases que merecen el mármol: “A veces hay unas inercias institucionales que no son buenas para la dignidad de los pueblos” (Francisco Déniz); “Los ERTE han sido el gran colchón donde hemos podido meterlos a todos” (Elena Máñez); “Algunos se olvidan que han gobernado y han gobernado para gobernar, gobernar ellos, o no se acuerdan que han gobernado” (Iñaki Lavandera) “Lo siento mucho, no tengo excusa” (José Miguel Barragán). El secretario general de CC pidió perdón porque no apareció cuando le tocaba el turno en la enésima comparecencia de Román Rodríguez sobre el inminente apocalipsis. “Hay condiciones para reclamar lo que nos corresponde en Madrid y en Bruselas pero la consigna debe ser la unidad”, fue el núcleo de la cháchara del consejero de Hacienda. Septiembre se encamina a su fin, no se conoce una sola cifra del hipotético borrador de los presupuestos generales del Estado para 2021 y ni se ha abierto el debate, en Madrid y las comunidades autónomas, de los proyectos de inversión para solicitar ayudas a Bruselas y las contrapartidas reformista que exigen y su impacto administrativo y fiscal. Uno puede y debe reclamar lo que corresponda. Pero igualmente puede y debe hacer su trabajo. Y los Gobiernos de España y Canarias no lo están haciendo. En Canarias se habla. Y el más que habla es el consejero de Hacienda y Presupuestos embutido en sus magníficos ternos y siempre encantado de escucharse.

Los activistas no planifican más allá de quince días, y la consejera de Derechos Sociales, Noemí Santana, y su equipo han devenido una curiosa combinación entre activistas autosatisfechos y burócratas que corren sobre caracoles

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Porque es imposible sustraerse del ambiente anacrónico del espacio político canario. Es como visitar el parlamento del Imperio Austro-Húngaro hacia 1910: nadie es capaz de interpretar las sacudidas de una crisis económica y un malestar social impregnado de indignación que pueden desestabilizar políticas, partidos e instituciones. Por eso la comparecencia más interesante fue la de la consejera de Derechos Sociales, Noemí Santana, a la que CC quería preguntar sobre la estrategia de su departamento para el infernal 2021. Como cabía de esperar Santana en ningún instante explicitó estrategia alguna. Los activistas no planifican más allá de quince días, y Santana y su equipo han devenido una curiosa combinación entre activistas autosatisfechos y burócratas que corren triunfalmente sobre caracoles. La antecesora de Santana en el cargo, Cristina Valido, hizo una descripción desoladora de la gestión de la líder de Podemos en el último año. Ninguna ayuda al alquiler de emergencia se ha abonado. El 99% de las solicitudes del ingreso mínimo vital sigue en trámite. No hay datos sobre el bono social eléctrico. Para la cuota cero en comedores escolares se está solicitando la declaración de la renta de 2019, cuando muchos han perdido su empleo o han visto disminuir ingresos este año. Una veintena de ONG han anunciado que cerrarán antes de fin de años por falta de ingresos. El Bando de Alimentos de Las Palmas ha atendido a 128.000 personas en lo que va de año, solo en la capital chicharrera se han incrementado en el último mes en 500 las familias que necesitan comida.

“Lo que usted ha puesto en marcha”, subrayó Valido, es lo que le mandataba la Ley de Servicios Sociales que, en otros aspectos, sigue usted sin cumplir”. “Por eso”, agregó, “la prestación canaria de inserción llega hoy a 8.200 familias”. Lo más sorprendente, con todo, es que Santana presuma de tener alojados a más de 800m jóvenes migrantes como una suerte de record absoluto. Entre 2006 y 2007 la Comunidad autónoma, en colaboración con cabildos y ayuntamientos, acogió a muchos más. No son plazas de un ambulatorio o butacas de una sala de música, sino recursos de emergencia que se articulan operativamente cuando se produce la necesidad y cierran cuando desaparece la demanda. Por supuesto, Santana no se despeinó. La caída en la pobreza y la miseria de decenas de miles de isleños no deben impedir que, como dijo, Canarias se mostrara orgullosa de sus políticas sociales. Y desde el balcón de ese pabellón psiquiátrico proclamó que nunca, mientras se mantenga el Gobierno progresista, se quitará un céntimo a las políticas sociales y asistenciales. Es difícil distinguir si es una promesa, una profecía o un eslogan. Habría que consultar a Meri Pita.

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