El ministro de Migraciones, José Luis Escrivá, tenía previsto visitar las Islas hace justo un mes –según informó el Gobierno de Canarias y luego se encargó de desmentir él–, pero entonces alegó problemas de agenda para aplazar el viaje. Esta demora ha provocado que ayer Escrivá viviera en primera persona una jornada arrolladora en cuanto a llegada de pateras y migrantes, con unas cifras que no se habían visto desde que estallara la crisis de los cayucos, a la que el propio ministro se refería con respeto. Desde la medianoche de ayer y hasta las 20.00 horas, el goteo de cayucos y pateras fue constante, hasta superar las 700 personas arribadas en 22 barcos en menos de 24 horas. Una ingente cantidad que ni siquiera es definitiva y que se irá incrementando a lo largo del día de hoy, pues algunos de los ocupantes alcanzaron tierra y lograron escapar.
Tenerife fue la isla que recibió más personas, con 423 migrantes repartidos en cuatro cayucos; a Gran Canaria arribaron 199 africanos en 12 pateras; a Lanzarote, al menos 73 personas en cinco pateras y a Fuerteventura, por lo menos seis migrantes en una patera. En el caso de estas dos últimas islas, el número de personas irá aumentando ya que cuatro de las cinco pateras de Lanzarote y la única de Fuerteventura llegaron a tierra por sus propios medios y sus ocupantes se dispersaron.
Con este desolador panorama, Escrivá no se libró de mirar a los ojos de numerosos de estos jóvenes africanos, que hicieron tierra a primera hora de la mañana cuando él se encontraba en Arguineguín. "Aquí uno se da cuenta de la realidad de la situación", aseguró a los periodistas tras abandonar el muelle, un espacio que él mismo reconoció horas después que “no reúne las condiciones para realizar un triaje ni para practicar las identificaciones”. El ministro reconoció sentirse “impresionado” por la experiencia. “Desde el punto de vista humanitario, el fenómeno que debemos abordar es de mucha tristeza. Es muy duro comprobar cómo llegan los migrantes. Los hemos visto llegar en un barco de Salvamento Marítimo muy desubicados, desamparados y teniendo que pasar por esos triajes”, relató el responsable estatal.
Cuando hace un mes Escrivá dio explicaciones sobre su ausencia en las Islas y visualizó su visita ideal, aseguró que su estancia en Canarias se prolongaría durante varios días para empaparse bien del problema migratorio y no limitarse a hacerse la fotografía de turno. Es cierto que el ministro ha dedicado tiempo a su visita, que ha durado tres días en los que ha acudido a tres islas –Tenerife el jueves, Gran Canaria ayer y hoy Fuerteventura–, donde ha conocido de primera mano los enclaves que dan acogida a los migrantes y se ha reunido con representantes de administraciones locales, insulares y regionales, así como sindicatos, ONG y patronales.
En Tenerife también charló con algunos de los africanos acogidos en la Casa de Madres, tras lo que se dio cuenta de “lo difícil que es para ellos esta situación y la experiencia vital tan dura que significa cruzar en patera y llegar aquí sin saber cuál será su futuro", tal y como aseveró ante la prensa. Porque en este viaje oficial a las Islas, también ha habido tiempo para declaraciones, fotografías y vídeos.
La agenda de Escrivá termina en Fuerteventura, con su visita al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) El Matorral, donde existe “una gran posibilidad de desarrollo y mucho espacio para reforzar la capacidad de acogida de la Isla”, según explicó. La idea del ministro no es establecer una red de instalaciones permanente, sino que estas infraestructuras tengan un carácter temporal y flexible para poder abordar las llegadas masivas de embarcaciones que se produzcan a corto plazo. Ayer fue testigo de una de ellas, la mayor desde hace 14 años. Un duro golpe de realidad que tal vez era necesario para que Madrid incluya en su agenda, como al final hizo Escrivá, la crisis migratoria que vive Canarias.
