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Crisis migratoria

Palabras carbonizadas

La sesión plenaria de ayer fue una chirriante música de fondo mientras los teléfonos y las redes sociales ardían sobre el incidente de Arguineguín

Palabras carbonizadas

La sesión plenaria de ayer fue, sobre todo, una chirriante música de fondo mientras los teléfonos y las redes sociales ardía el miserable acontecimiento de ayer en Arguineguín. Llevado por su buen criterio –más práctico que el de alguno de sus colaboradores– el presidente decidió entrar en la cadena SER y expresar sus opiniones. Y estuvo explícito y contundente, reconociendo incluso su ignorancia sobre quién había dado la orden de abrir las puertas del campamento a más de 200 magrebíes sin un papel, una barra de pan o un alojamiento en el bolsillo. El presidente condenó sin ambages lo ocurrido en Arguineguín. Ningún otro dirigente socialista anterior –ni Jerónimo Saavedra, ni Juan Carlos Alemán, ni Juan Fernando López Aguilar– ha sido tan rotundo en las exigencias de su Gobierno o su estrategia política frente a la dirección federal del PSOE. Seguramente lo ha conducido así la propia dinámica de la crisis, pero también su instinto político.

El problema de Torres –y del PSOE canario en general– es que las protestas formales y las exigencias verbales sobre la crisis migratoria – cada vez más grave y perentoria– se han evidenciado como insuficientes. Grotescamente insuficientes. Y se han agotado. Con la crisis migratoria no ocurre como con los proyectos presupuestarios, que pueden ser sometidos a magias y manoseos al estilo Juan Tamariz. De un proyecto presupuestario, en definitiva, no salen expulsados más de doscientos magrebíes mientras los graban cámaras de vídeo y teléfonos móviles, y una alcaldesa los envía en guagas para estamparlos contra el despacho del delegado del Gobierno, y todo el país atlántico queda estupefacto y luego, en muy poco tiempo, va creciendo la indignación. Algunos cuentan que ayer, cuando el presidente Torres –y casi con la misma intensidad el viceRodríguez, luciendo unos vaqueros de 200 euros– entraba y salía de su despacho en la Cámara, entre asesores y bocachanclas, se deslizaron varias propuestas, pero sin demasiado énfasis. ¿Una entrevista con Pedro Sánchez? ¿La resurrección de la comisión Canarias-Estado? ¿Una proposición no de ley en el Parlamento? Nadie apuesta que esas medidas tuvieran más efecto que Carolina Darias bailando en el muelle El bimbó, del insigne africanista francés Georgie Dann. “Tienes que convencer a Madrid porque esto se nos escapa de las manos”, le dijo al presidente el máximo responsable de la CEOE tinerfeña, José Carlos Francisco, que lo visitó el martes en el mismo Parlamento para anunciarle que tenía el propósito de celebrar una rueda de prensa, pero que sería muy prudente. Y tanto. Francisco la ofreció ayer mientras aún arreciaba la tormenta informativa. Se mostró moderadamente duro con el Gobierno central pero casi tierno con su mímesis autonómica. El malo, por supuesto, es Marruecos. Francisco tampoco precisó medidas demasiado concretas ni colaboraciones que nadie le ha pedido. Más que de un problema estructural parecía sufrir una leve dispepsia. Que nadie espere nada más: ni estudios, ni análisis globales, ni propuestas, ni reuniones con sus homólogos gracanarios. Nada. Si los sindicatos se dedican hace tiempo casi exclusivamente a defender los derechos laborales de los funcionarios las patronales se ocupan, principalmente, de autorreproducirse hasta el infinito y más allá. Después de una breve encuesta in situ, las dos terceras partes de los diputados ignoraban que José Carlos Francisco hubiera hecho declaraciones. La tercera parte restante no sabía lo que había dicho ni parecían singularmente interesados en enterarse.

Por lo demás todo normal, es decir, todo ritual, finiquitando comparecencias y sometiendo a debate soporíferas proposiciones no de ley con apenas una veintena de diputados en el salón de plenos (y otra quincena en el salón anejo habilitado por las normas para controlar la Covid) que incluyeron, porque la Cámara lo aguanta todo, la transferencia de la deuda del convenio de carreteras, la aprobación del protocolo para la alimentación con leche materna en las escuelas infantiles, el uso de la mascarillas transparentes, la declaración del deporte como actividad de interés general (una frase para el mármol de su señoría Agustín de la Hoz: “como dijo ese filósofo, hay que conocerse”) o la declaración del deporte tradicional de la Vela Latina de Barquillos como Bien de Interés Cultural. De la modificación de la ley 19/1994 del REF, que ayer mismo apareció en el Boletín Oficial del Estado, no recuerdo que se hablara demasiado. Esa modificación prorroga por un año la Zona Especial Canaria “en sus términos actuales”, pero al no cambiar la fecha máxima de disfrute de los beneficios de ZEC del artículo 29.1, de facto, los términos cambian. El plazo se reducirá un año. Pero, en fin, nadie se entera de esto, salvo los que se inscriben en la ZEC y que desde ayer tienen un incentivo menos para hacerlo.

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