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Crisis migratoria | Tragedia en la costa de Lanzarote

“Se nos escapaban, íbamos a cogerlos y se los llevaba la corriente”

Marcial Arráez es uno de los 13 vecinos que se echaron al mar para salvar a 28 migrantes de la patera de Órzola | Se han rescatado ocho cadáveres

Efectivos de los servicios de emergencia rescatan un cadáver en la zona de Órzola en la que zozobró la patera la noche anterior.

“Se nos fueron. Oíamos que gritaban pero no llegábamos, no nos daba tiempo a salvar a tanta gente. La corriente se los llevaba”. A Marcial Arráez se le quiebra la voz cuando recuerda el horror que vivió la noche del martes en el pueblo lanzaroteño de Órzola, cuando la oscuridad cubría el cielo y al romper de las olas se sumaban los gritos desesperados de quienes se sentían engullir por el agua. Arráez fue uno de los 13 vecinos que olvidaron el riesgo y el dolor de las rocas puntiagudas y lucharon por salvar a una treintena de jóvenes magrebíes que el océano se empeñaba en tragarse. Lograron sacar de sus fauces marinas a 28, todos varones y siete de ellos menores. Hasta el momento, ocho cuerpos han sido rescatados. Las tareas de búsqueda se reanudarán hoy por tierra y por mar si la climatología lo permite, aunque desde el Consorcio de Emergencias y Seguridad de Lanzarote creen que no quedan más ocupantes de la patera por encontrar.

La tragedia se desató sobre las 19.30 horas en el muelle de esta localidad costera perteneciente al municipio de Haría. Decenas de vecinos habían acudido a la zona porque se había desplegado un dispositivo de unas 60 personas –formado por Cruz Roja, Guardia Civil, los bomberos del Consorcio, Emerlan, Policía Local, Protección Civil y la empresa de ambulancias SIA– para atender a los 28 migrantes de la patera que había sido detectada por la mañana en la playa de Las Conchas, en La Graciosa. Mientras voluntarios y sanitarios ayudaban a estas personas a descender a tierra, les daban ropa y les solicitaban la documentación, la atención de los vecinos se dirigía a la repentina luz de una bengala en mitad de la nada, a la que siguió otra. “Empezamos a oír gritos, gritos y gritos, alaridos cada vez más fuertes”, relata Arráez.

“Fue horroroso ver el miedo en sus caras, salían con ataques de pánico”, relata Arráez

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Una docena de ciudadanos, todos ellos hombres de alrededor de los 50 años, corrió hacia el centro de la escollera, sin luces ni medios de rescate, sólo un par de boogies que alguien se apresuró a traer. Mientras, Marcial Arráez se encargaba de avisar a los efectivos de rescate, que seguían atendiendo a los recién llegados de La Graciosa sin apercibirse de la tragedia que ya se había desatado.

Ataques de pánico

Cuando llegaron, los vecinos ya llevaban diez minutos sacando a gente del agua. “La zona de La Condesa es muy complicada a marea vacía porque está llena de picachos, piedras muy picudas, y además no veíamos nada”, cuenta Arráez. “La mar rompía y ellos no hacían pie. A nosotros se nos escapaban, estaban a nuestro lado, íbamos a cogerlos y se los llevaba la corriente”, narra emocionado.

Rescate de inmigrantes tras naufragar una patera en el norte de Lanzarote

Rescate de inmigrantes tras naufragar una patera en el norte de Lanzarote Paola Delgado

El rescate fue muy difícil, pero más lo fue ser testigo del terror en la cara de esos chicos. “Fue horroroso ver el miedo que tenían, los sacábamos del agua con ataques de pánico porque se estaban ahogando, se estaban muriendo”. Los 36 ocupantes de la patera llevaban tres días de travesía, pues habían salido el domingo desde Agadir (Marruecos). Fue cuando apenas les quedaban unos metros para alcanzar tierra cuando su misión se quebró. “La inexperiencia de la persona que guiaba la patera a la hora de entrar en el muelle de Órzola y la absoluta oscuridad provocaron que se metieran en la escollera y que se chocaran contra ella, lo que provocó que zozobraran”, explica Enrique Espinosa, gerente del Consorcio de Emergencias y Seguridad de Lanzarote. Aunque no hay mucha profundidad en esta zona, el miedo y la falta de iluminación lunar, sumada al desconocimiento del espacio y a que algunos no sabían nadar les llevaron a entrar en pánico, asegura Espinosa. Esa aciaga noche se encontraron ya tres cadáveres. Durante el día de ayer, otros cinco.

La inexperiencia, la oscuridad y los nervios, causas del naufragio ocurrido a metros de la costa

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Una vez en tierra, el pueblo de Órzola se volcó con los supervivientes. Les llevaron comida, mascarillas, los tranquilizaron. Pero no faltaron quienes dieron la nota discordante, altavoces del odio y la rabia sin sentido que ni siquiera la muerte de otros seres humanos altera. “Hubo gente que se puso a increparlos y a los que la Guardia Civil tuvo que llamar la atención muchas veces mientras estábamos rescatando a personas que se estaban muriendo; también algún vecino escribió en las redes sociales que les dejáramos ahogarse, que por qué venían aquí. Eso nos ponía más nerviosos aún porque nosotros estábamos destrozados”. Un rechazo de unos pocos del que los propios migrantes son conscientes. “Llegaban asustados por la posible reacción que se iban a encontrar. Saben que en España se está alimentando un odio y una xenofobia tremendos”, se lamenta Arráez.

En contraposición a estos individuos carentes de empatía, la generosa solidaridad de la población lanzaroteña que les había librado de la muerte y que no dejaban de animarles. Como cálida respuesta, el agradecimiento mediante gestos de unos jóvenes magrebíes sin fuerzas, ateridos de frío, doloridos y todavía impactados por el susto. “Ellos lloraban, se ponían las manos en el corazón, nos daban las gracias y nos abrazaban desde la distancia. Cuando se los llevaban en furgones, por medio del traductor nos decían que diéramos gracias al pueblo, que no lo olvidarían en la vida, que si algún día hacía falta siempre estarían con nosotros, con Canarias, con España”. Sólo uno de ellos tuvo que ser llevado al Hospital Doctor José Molina Orosa por las heridas que había sufrido al golpearse contra las rocas. El resto fueron trasladados a la nave de Playa Honda, donde se les realizaron las preceptivas PCR.

Los efectivos de emergencia reanudan hoy la búsqueda por tierra y mar

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A pesar de que 28 personas están vivas gracias a los habitantes de Órzola, ellos están destrozados. Arráez no deja de pensar en los tres jóvenes que sacaron sin vida del agua y en los cinco cadáveres que se encontraron al día siguiente. “Nosotros salvamos a 28. Pero se nos fueron ocho. Si hubiéramos llegado cinco minutos antes, igual no hubieran fallecido”, se lamenta al borde del llanto este lanzaroteño de 49 años, que a pesar de tener varias hernias discales, no se lo pensó dos veces a la hora de salvar a esos jóvenes magrebíes que en su mayoría apenas rondan los 20 años. Incluso menos. “El primero al que salvé tendría unos 15 años”, recuerda.

Desgraciadamente, no es la primera vez que Arráez se enfrenta a este drama humanitario que se repite año tras año con distinta virulencia. Como administrativo de la Policía Local de Teguise, también vivió de cerca la tragedia de Los Cocoteros, cuando en 2009 una patera naufragó cuando casi rozaba la costa. Hasta 25 personas murieron allí, entre ellas 17 menores y dos mujeres. También en aquella ocasión participó Arráez en un rescate mucho más desolador, pues sólo seis personas lograron sobrevivir. Entonces, sólo hubo dolor en Lanzarote. Nadie tuvo la osadía de insultar ni a los muertos ni a los vivos.

Mientras tanto, las pateras siguen llegando. Sólo durante la madrugada de ayer, Salvamento Marítimo rescató a más de 300 personas a bordo de 11 embarcaciones en aguas cercanas a Lanzarote y Gran Canaria, según informó el Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad del 112. Los migrantes fueron trasladados hasta Arrecife y el muelle de Arguineguín, donde fueron atendidos por el personal del Servicio de Urgencias Canario (SUC), así como de los centros de salud y de Cruz Roja, que confirmaron el fallecimiento de una de las personas. Asimismo, otros seis migrantes fueron trasladados a diferentes centros sanitarios.

Los siete menores sobrevivieron y sólo un joven fue llevado al hospital por los golpes

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Por la mañana, 23 varones de origen magrebí fueron trasladados al arrecifeño Muelle de La Cebolla, después de que Salvamento Marítimo interceptara una patera a seis mllas al noroeste de Lanzarote. En Gran Canaria, otra embarcación era rescatada a siete millas al sur de la Isla, con 20 magrebíes a bordo que fueron trasladados a Arguineguín. En Tenerife, Salvamento Marítimo acompañó hasta el muelle de Los Cristianos a otras 48 personas. En estos tres casos, todos los migrantes se encontraban en buen estado de salud.

Lamentablemente, no todos corren la misma suerte. Más de 500 migrantes y refugiados han perdido la vida este año intentando llegar por mar desde países del oeste de África hasta las Islas, según una estimación de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que la propia agencia admite que es imprecisa, ya que el número real de víctimas es seguramente mayor. Aun así, supone el doble de fallecimientos que en todo 2019, cuando se produjeron 210 muertes en la denominada ruta atlántica. Una pérdida de vidas que se enmarca dentro de un repunte de los viajes hacia el Archipiélago. Según datos de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (Cear), 18.496 migrantes han accedido a Canarias en lo que va de año, de los que sólo en noviembre han llegado 6.853 personas, más de 12.000 si se contabiliza desde septiembre.

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