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Crisis migratoria

La angustia de no saber si tu hijo ha muerto

Los ocho fallecidos en el naufragio de la patera de Órzola siguen sin identificar | El mal tiempo impidió este jueves seguir con la búsqueda

Algunos supervivientes del naufragio de la patera de Órzola se tapan con mantas tras ser rescatados .

Angustia que se extiende como la pólvora en Lanzarote y que llega hasta Galicia. Hasta Marruecos. La agonía de no saber si tu hijo, tu hermano o tu amigo que partió el domingo desde Agadir en una endeble patera hacia Canarias es uno de los ocho fallecidos en el naufragio que se produjo el martes por la noche a escasos metros de la costa de Órzola, donde murieron ocho jóvenes magrebíes. “Se han puesto en contacto con nosotros, pero todavía no tenemos ningún dato concreto y no podemos tranquilizarles, no tenemos respuestas y lo están pasando muy mal, están sufriendo mucho”, se lamenta Elouali Charafi Aarab, presidente de la Asociación Horizontes Marroquíes. A esto se suma otra incógnita: la suerte que ha corrido otra patera que partió desde Sidi Ifni hace cinco días –según les informan desde el reino alauita– y de cuyos 24 ocupantes tampoco han recibido noticias. Ayer, el Consorcio de Seguridad y Emergencias de Lanzarote suspendió las labores de búsqueda de otros posibles ocupantes de la embarcación debido a las lluvias y a la alerta declarada por vientos.

Charafi espera poder hablar con los jóvenes de Órzola cuando las autoridades tengan los resultados de las PCR realizadas a los 28 supervivientes, alojados en una nave de Playa Honda. Algunos de los que esquivaron la muerte lograron también poner a salvo sus teléfonos móviles y han conseguido comunicarse con sus casas. Unos dispositivos que han servido para realizar la única identificación de un fallecido: uno de los magrebíes grabó cómo sacaban del agua el cuerpo de uno de sus compañero de patera y por esta vía se enteró su familia. Pero todavía quedan decenas de marroquíes sumidos en la terrible inquietud de no saber si su ser querido sigue vivo o no. “Son ellos los que pueden contar lo que pasó, son ellos quienes saben cuántos iban en la embarcación y cuántos han fallecido”, recuerda Charafi.

Esta dura experiencia no le es ajena a este marroquí que en 1999 llegó también en patera hasta Gran Canaria cuando contaba con 17 años, aunque reconoce que entonces tanto las condiciones de su viaje como el panorama social y económico que encontró en las Islas fueron muy diferentes. “En la embarcación sólo íbamos seis o siete personas, no iba a rebosar como pasa ahora”, recuerda. Comenzó a trabajar en la hostelería en el municipio de Gáldar y luego fue alternando otros empleos, siempre relacionados con el sector turístico que hace 20 años vivía una situación boyante, nada que ver con el declive que el coronavirus ha causado ahora.

En 2004, Charafi se marchó a Lanzarote, la isla que todavía es su hogar, y donde la asociación que preside lleva a cabo una misión sociocultural que, aunque tenía como objetivo dar a conocer y mantener la idiosincracia y las tradiciones del pueblo marroquí, ha terminado dedicándose también a labores de asesoramiento a quienes, como él, llegan en patera a la isla y no saben muy bien cómo actuar. Horizontes les guía a la hora de realizar los trámites administrativos o buscar trabajo, a la par que les da consejos para que su adaptación y su integración en la sociedad conejera sea más exitosa. Actualmente, en la Isla viven unos 7.500 marroquíes, de los que 4.400 son residentes.

“Para nosotros, Canarias es una tierra de acogida”, asegura Charafi, que relativiza a quienes rezuman rabia y odio ante la llegada de migrantes. “Siempre salen voces que quieren alterarla realidad, pero son una minoría”. Lo que tiene claro también es que el Archipiélago no tiene capacidad para acoger a todos los migrantes que llegan. “Es un tema nacional e internacional al que se tiene que dar respuesta desde la Unión Europea y también a través de la cooperación entre España y Marruecos”, explica Charafi, que lamenta que se den situaciones como la de Arguineguín o las tres naves que ahora hay en Lanzarote. “No es digno para nadie, pero para mejorar esta situación Canarias necesita ayuda”. Hace más de dos décadas que Charafi tuvo que marcharse de su país para encontrar un futuro mejor. Más de dos décadas después, sus compatriotas siguen este arriesgado camino.

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