Adri, como le conocen en casa, salía a las 9.20 horas del domicilio familiar en el barrio de Arenales. “Otros estudiantes canarios se habían quedado el día anterior en tierra y yo iba actualizando la web de Iberia hasta que por la mañana vi que el mío sí se mantenía”. Su tía lo trasladó al Aeropuerto y ya embarcado “tuvimos que esperar hasta que se ocuparan las plazas que estaban libres”, dice sobre el primer motivo que fue retrasando la llegada a su casa de Madrid.
El vuelo transcurrió con normalidad ”aunque con mucho frío”, reconoce. “Cuando ya llegamos a la Península los pasajeros empezaron a mirar por la ventanilla y fotografiar el paisaje nevado”, añade sobre la idílica estampa. Pero la realidad, de nuevo, le explotó nada más aterrizar, cuando lo mantuvieron cerca de una hora y media dentro del avión antes de desembarcar.
Adrián Díaz Rojas, ayer tras desembarcar en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas procedente de Gran Canaria. | | LP/DLP
“Nos dijeron por megafonía que empezáramos a desembarcar poco a poco debido al protocolo Covid pero no se movía nadie de sus asientos”, recuerda. Noventa minutos eternos “con la gente cada vez más nerviosa y los niños empezando a llorar”. Tras informarles que había habido un problema con la pasarela, pudieron abandonar del aparato.
La siguiente etapa era llegar a Getafe. “El metro sí funcionó y con mi maleta y mi mochila llegué a Nuevos Ministerios, donde tomé el tren de cercanías”. Cuenta Adrián que ahí se dio cuenta de la que Filomena tiene montada en Madrid, con las calles intransitables por la nieve y el hielo “que hace imposible andar”.
Diez horas más tarde, “el doble de lo que habría tardado habitualmente en llegar de la isla a Getafe”, dice, el joven llegaba a su casa donde la calefacción le esperaba a tope de potencia.