El miedo a la deportación y la desesperación que les genera el bloqueo que sufren en Canarias está empujando a cada vez más inmigrantes fuera de los campamentos de la red humanitaria. Nadie sabe cuántos son, pero son cientos y malviven en la calle.

La espoleta fue el progresivo cierre de los hoteles que los acogían de forma temporal en el sur de Gran Canaria y el traslado de sus ocupantes a los campamentos de los antiguos acuartelamientos Canarias 50, en La Isleta, pero sobre todo en de Las Raíces, en La Laguna. Desde su apertura éste se ha ganado la fama de ser el más duro, por su clima frío y húmedo. Decenas de inmigrantes se negaron a ir a Tenerife.

Luego llegaron los vuelos de deportación a Marruecos –cuatro por semana con 20 ocupantes cada vez– ; después, saber que Senegal comenzaba a aceptar de nuevo devoluciones y, por último, los conflictos producto de la convivencia y la frustración, como el vivido la semana pasada en el Canarias 50, que acabó con medio centenar de magrebíes en la calle.

Se arrepintieron tras dos noches al raso y quisieron volver, pero no es posible. La red del Estado ya no les admite. Es algo que sabe ya todo el que ha sido expulsado de un recurso humanitario por mal comportamiento, lo ha abandonado de forma voluntaria o se ha negado a un traslado: no hay marcha atrás.

Solo Cáritas da de comer en estos momentos a unos 300 inmigrantes en sus cuatro comedores de Gran Canaria, situados tres en la capital y uno en el sur, en San Fernando de Maspalomas. Pero a ellos se suman los que recurren a otros comedores de beneficencia de titularidad municipal o a la solidaridad ciudadana que ha comenzado a tejerse en torno la plataforma Somos Red, que ayuda a un centenar.

La Delegación del Gobierno en Canarias asegura que en estos momentos permanecen en las Islas –en los recursos dispuestos por el Estado– unos 6.500 inmigrantes adultos (además de unos 2.600 menores en centros de la comunidad autónoma).

“Estamos muy, muy preocupados. Esto es hoy un problema humanitario, pero como sigan pasando las semanas va a ser un problema social”, explica Jaime Baleyron, uno de los portavoces de Somos Red, una iniciativa que surgió de forma espontánea para ayudar a siete jóvenes senegaleses que se habían quedado en la calle después de que la Policía les impidiera tomar un vuelo a la península y que ahora no deja de sumar voluntarios.

El mismo diagnóstico hace desde Cáritas Diocesana de Canarias su secretaria general, Caya Suárez. “La situación va a más. Y cuando las plazas de emergencia que se han habilitado terminen su plazo, esas personas acabarán en la calle. Hay que actuar, porque de lo contrario vamos a tener una situación de emergencia social”, dice la portavoz de la organización que ya hace semanas que advierte que su capacidad de atención está al borde del colapso.

La situación no es exclusiva de Gran Canaria. En Lanzarote, varias decenas de magrebíes están en la calle desde hace una semana, tras negase a que los trasladaran al nuevo campamento de El Matorral, un antiguo cuartel de Fuerteventura, y en Tenerife un amplio grupo de subsaharianos y magrebíes duerme en tiendas levantadas junto al campamento de Las Raíces a modo de protesta para hacer visible su situación.

¿Por qué prefieren estar en la calle? Los portavoces de Cáritas y Somos Red coinciden: están frustrados, quieren seguir su proyecto migratorio a otros lugares de España o Europa, no les permiten salir de las Islas, aunque tengan pasaporte o hayan solicitado asilo; sus familias les presionan para que envíen recursos y sienten que en los campamentos nadie les explica por qué.

“La frustración y la impotencia no se calman con un plato de comida. Acoger significa mucho más”, dice la portavoz de Cáritas.

Algunos sospechan además que si están en un campamento oficial terminarán en un vuelo de deportación. “Yo llevo comida a un par de pibes en la calle que no quieren pisar siquiera un comedor por miedo a que los detengan. Es inútil explicarles que donde mejor están es en los campamentos, no se fían”, explica un voluntario de Somos Red.

Los 41 magrebíes que fueron expulsados o abandonaron el centro Canarias 50, en La Isleta, ya acumulan siete días durmiendo en la calle. Ahora reciben una bolsa de comida para 24 horas de la plataforma ciudadana Somos Red en la parroquia de San Pedro (foto). Esta plataforma pide a las instituciones que les den cobijo y temen que llueva el fin de semana. |