Ashim (nombre ficticio porque teme que lo reconozcan en Marruecos) es un joven magrebí de 32 años. Ayer pidió protección internacional por su condición sexual y se la han concedido. Se embarcó en una patera, que llegó a Gran Canaria el 31 de diciembre, por la presión de su familia para que se casara. Nadie sabe en su pequeño pueblo que es gay. En su país las relaciones con personas del mismo sexo están penadas con hasta tres años de cárcel.

La homosexualidad está castigada por el código penal marroquí - –como en otros países árabes musulmanes– en su artículo 489 con penas de entre seis meses y tres años de cárcel que se aplican contra toda persona que cometa “actos contra natura con individuos del mismo sexo”. Ashim, un joven marroquí de 32 años, decidió emprender el viaje en una patera cuando se sintió presionado por su familia. A partir de los 30 es una costumbre que ya estén desposados y tengan hijos. Su familia le estaba buscando una mujer. Ni sus padres ni sus tres hermanos saben que Ashim es homosexual. En realidad, nadie de su pequeño pueblo de Marruecos.

Se crió en el seno de una familia con pocos recursos. Desde pequeño supo su orientación sexual pero nunca se le ocurrió, ni por asomo, contarlo, así que creció escondiendo sus sentimientos. A los 19 años se fue a Marrakech y estudió en la universidad Filosofía. Ashim habla inglés, francés, bereber y árabe, y defiende la independencia de los bereberes, los amazig, del Marruecos moderno. En la universidad estuvo en movimientos en pro del separatismo bereber. Trabajaba dando clases particulares de francés y en un Riad de esa ciudad.

Allí podía vivir un poco más su orientación sexual pero siempre a escondidas, ocultándose. Cuando cumplió los 30 años su familia empezó a pedirle que se casara y tras no soportar la presión optó por embarcarse en el mar y jugarse la vida. “Conseguir un visado es inviable si no tienes mucho dinero en el banco”, puntualiza, y él vivía como podía en Marruecos, como muchas personas. El salario mínimo es de 230 euros al mes, y con mucha suerte. Así que le dijo a su familia que se iba para lograr un futuro mejor y recaudó entre todos 2.500 euros para pagar su plaza en la embarcación.

Estuvo tres días en la patera. “Fue un infierno”, afirma. Eran 27 personas, dos de ellas mujeres y tres niños, y cree que una embarazada al llegar perdió a su hijo, pero no lo tiene contrastado. Arribó el 31 de diciembre y empezó el nuevo año en el campamento de Barranco Seco, luego lo llevaron a un hotel del sur de Gran Canaria hasta que le dijeron que lo iban a trasladar al macrocampamento de Las Raíces, en Tenerife. Y Ashim tuvo miedo, no solo a que lo deportaran sino porque él y sus compañeros del hotel oían que allí se pasaba hambre y frío. Cuando llegó a Canarias abrió un perfil en una página de contactos. Por fin era un poco más libre y así conoció a su amigo Vicente, su salvación. Vicente le ofreció su casa. Al principio temía que fuera un “aprovechado” pero nada más hablar con Ashim se percató de que todo lo que le decía era cierto.

 Ashim es muy tímido y habla bajo. Vicente, al conocer su historia, le recomendó que pidiera protección internacional. Ayer fueron a la Comisaría y lo trataron “muy bien”, dice Ashim asombrado, y muestra ya su papel de asilo contento. Conseguirlo no es fácil siendo de Marruecos, porque se considera a la mayoría como migrantes económicos, pero en este caso quedó claro al entrevistarlo que no mentía sobre su condición sexual y el hándicap que ha supuesto en su vida.

Con este documento puede trabajar y piensa en hoteles o como traductor de migrantes, pero primero debe aprender español. A Ashim le gustaría en un futuro visitar a su familia. Les ha dicho que ha conseguido la protección internacional por cuestión política, por su militancia en el separatismo bereber, pero no por su homosexualidad. Estaba preocupado por si en el papel ponía que era gay, cuenta Vicente. Evidentemente no plasma la causa por la que se le concede el asilo.

Nunca va a contar a su familia que es homosexual porque cree que les haría “daño”, expone. Ni tampoco quiere volver a vivir en Marruecos porque teme que lo encarcelen. Prefiere no dar su verdadero nombre en esta entrevista ni que salga su rostro por temor. Solo cuenta su historia por si puede ayudar a otros.

Ayer llego una nueva embarcacion irregular. La salvamar Guardamar Talía salió al rescate desde Gran Canaria de un cayuco con medio centenar de migrantes a bordo que fue localizado a 250 kilómetros al suroeste de la isla. Fue avistada en el océano por un velero, que avisó a las autoridades españolas de su posición.