Miguel Vela llegó al muelle de Arguineguín el pasado 16 de marzo conduciendo un furgón de Cruz Roja Canarias cargado con un hospital de campaña. Junto a su compañera, una enfermera de nombre Paula, este zaragozano de 31 años puso música para relajarse y trazó el plan de actuación para socorrer a los migrantes que se acercaban en una patera. «Montamos primero la mesa, luego camillas y esperamos hasta que desembarquen, ¿vale?». Ese era el plan, pues en teoría iba a ser un rescate tranquilo. Nada fue como esperaban.

Cuando detuvieron el vehículo a la entrada del puerto vieron que dos periodistas habían llegado primero. Les pedían que corrieran. Con lo básico plantaron sus pies en la orilla, y un marinero de Salvamento Marítimo puso en los brazos de Miguel el cuerpo inerte de una niña de dos años. Sufría hipotermia y había entrado en parada cardiorrespiratoria. Un fotógrafo captó el instante y el mundo volvió a llevarse las manos a la cabeza como lo hizo con aquel niño kurdo en una playa de Turquía hace cinco años.

Con entereza, Vela cuenta vía telefónica que tumbaron a la niña en el suelo y le cortaron las vestiduras mojadas para que entrara en calor. Al rato, la pequeña comenzó a respirar, por fin, muy poco a poco. Ellos también respiraron. Miguel se giró y vio que había cuatro o cinco niños que sacaban de la salvamar en estado similar. «El protocolo dice que si en esos minutos que estamos con ella no responde la tenemos que dejar para atender al resto de personas», explica, entre silencios, el voluntario. «Es un momento complicado». De las 52 personas que llegaron en la patera, 20 fueron trasladadas al hospital.

SIN FINAL FELIZ

La niña maliense, a la que llamaron Nabody por error debido a una confusión en el registro, falleció cinco días después sin haber pisado más Europa que los cuidados intensivos del hospital Materno Infantil de Las Palmas de Gran Canaria.

Pero ¿qué hubiera pasado si un fotoperiodista no hubiese captado el momento? Vela es contundente: «Pues lo que ocurre casi todos los días cuando llega una patera. Si la foto no trasciende hubiera sido solo otro fallecido más. La gente ve cifras pero no les pone cara, historias... ¡Que son menores de edad! Todo por intentar vivir como el resto, sin guerras, pobreza, violaciones, esclavitud».

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, agradeció a través de Twitter «a quienes habían luchado por salvar su vida hasta el final». Sin embargo, para Vela no es suficiente: «Un agradecimiento en un tuit… Se necesitan otros medios u otras políticas migratorias, crear rutas seguras de inmigración. Así es como se agradecería de verdad».

Según el último informe de Acnur, publicado este viernes, 31 personas habían perecido en lo que va de año en intentando llegar a las costas canarias desde África. O lo que es lo mismo, un muerto cada dos días y 17 horas. Mientras el voluntario de Cruz Roja conversaba con este diario, otra patera volcaba en las costas de Tenerife y dejaba tres muertos y 41 rescatados más.

La Ruta Canaria atraviesa estos días un momento peligrosamente álgido. «Cuando estaba montado todo lo del muelle de Arguineguín teníamos una autocaravana y hacíamos guardia allí. En una noche hemos llegado a sacar cerca de 900 migrantes del mar. Todas las semanas hay avisos, y hay días de hasta tres o cuatro intervenciones».

UNA VIDA COMO VOLUNTARIO

Juan Miguel Vela vive en Gran Canaria desde hace dos años, pero sus raíces siguen en Aragón. Enfermero de formación, estudió en la Universidad San Jorge y colaboró desde siempre con oenegés como Adsis, Odontología Solidaria o Somos LGTB Aragón. Achaca esa abnegación, ese interés por ayudar al prójimo a sus padres, quienes desde bien pequeño le inculcaron los valores de la solidaridad. Cree que si cada uno de nosotros usáramos «un ratito a la semana» para cuidar a los demás todo iría «muchísimo mejor de lo que va ahora».

A los 16 años ya trabajaba como celador y auxiliar en el Hospital San Juan de Dios, mucho antes de hacer la carrera. En Cruz Roja Zaragoza entró alrededor del 2009 porque le gustaba la sanidad y lo vio como una oportunidad de adentrarse más en el mundillo. Recuerda hacer muchos preventivos en el rastro, en las vaquillas o en los pueblos. Ahora, en Gran Canaria, compatibiliza su labor como voluntario con su trabajo atendiendo llamadas en el servicio covid del 112 Canarias.

El zaragozano hace hincapié en el trabajo conjunto de los voluntarios y los cuerpos de seguridad: «Entre todos hacemos un equipo y si faltara un eslabón todo fallaría. No solo somos los de la foto. Y me acuerdo en especial de los de Salvamento Marítimo, que son los que se juegan la vida en cada salida».

Cuando alguna intervención resulta más dura de lo normal, lo más importante para Miguel es «mantener la cabeza fría». Explica que escribe a su familia después de cada intervención y les cuenta cómo ha ido la jornada. «Ese es un momento de desahogo», confiesa. También disponen de un equipo de psicólogos con los que mantienen entrevistas después de intervenciones complicadas. «Porque tienes que hablarlo, eso no te lo puedes quedar dentro».