La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crisis migratoria

El sueño de los impacientes

Veinticinco menores migrantes viven en una casa de La Orotava, donde les intentan preparar para afrontar su vida como adultos, que llegará en pocos meses para algunos

El sueño de los impacientes

Soñaron con salir de África, llegar a Europa, trabajar, ganar dinero y ayudar a sus familias. Pero la realidad no ha sido tan sencilla, rápida y práctica para ellos. Nunca imaginaron que la Unión Europea les pusiera tantas barreras. Y, sobre todo, no han llegado a los 18 años. No lo dicen, pero da la impresión de que están impacientes por cumplir sus objetivos y no desean perder el tiempo. Desde septiembre pasado, la casa Mayantigo, en La Orotava, se ha convertido en un dispositivo de emergencia de menores extranjeros no acompañados (Demena), que lleva el nombre de La Villa. En él residen 25 menores llegados de Mali, Marruecos, Senegal y Mauritania. Tienen entre 11 y 17 años. La gestión del recurso corresponde a la ong Asociación Coliseo y depende del Gobierno de Canarias. La misión del personal consiste en preparar, en la medida de lo posible y, a veces, con muy poco tiempo, a estos adolescentes para que afronten la vida cuando sean adultos, a nivel formativo y de organización personal. A algunos apenas les quedan cuatro meses para tener 18 años.

Su llegada generó cierta intranquilidad entre varios vecinos de la zona residencial Jardines del Pinito, donde apenas hay ruidos y solo existen chalets. Algunos de esos ciudadanos llamaron a las fuerzas de seguridad cuando vieron que en la vivienda entraban subsaharianos jóvenes. Pero, según relata el responsable del espacio, la situación ha cambiado con el paso del tiempo e, incluso, varios residentes les llevaron regalos por el Día de Reyes.

Pedro García Peraza es coordinador de los centros de Coliseo, tanto los que dependen del Ejecutivo Autónomo como los Centros de Atención a Menores Extranjeros (CAME) adscritos a la Unidad de Infancia y el Instituto de Atención Social y Sociosanitaria (IASS) del Cabildo de Tenerife.

Cuando llega un cayuco o una patera y los chicos explican a la Policía Nacional que son menores, esos jóvenes entran en el sistema de protección y se les deriva a los recursos de mayor capacidad de la ong, situados en Santa Cruz de Tenerife (67 plazas) y El Ortigal (60). Es ahí donde pasan el proceso de cuarentena o de aislamiento por la pandemia. Después esperan por conocer la prueba ósea, mediante la cual se sabe si tienen menos o más de 18 años. Si se confirma la minoría de edad, se les deriva a recintos más pequeños, con una atención más individualizada. Y, si son mayores de edad, pasan a los espacios para adultos. García Peraza reconoce que la inmensa mayoría de quienes dicen ser menores, en realidad, tienen más de 18 años, en base al procedimiento establecido. Por ejemplo, recuerda que en un cayuco llegaron 20 chicos que dijeron ser menores, pero la prueba determinó que solo 8 lo eran. En los diferentes recursos que Coliseo posee en la provincia de Santa Cruz de Tenerife viven 350 jóvenes, de los que 80 están pendientes del referido test. El coordinador de la ong explica que dicho procedimiento es mucho más rápido en la provincia de Santa Cruz de Tenerife que en la de Las Palmas, en base a su experiencia con un recurso que Coliseo posee en Gran Canaria para 80 menores.

El sueño de los impacientes

El sueño de los impacientes

En la Casa Mayantigo hay un niño de 11 años y los otros 24 tienen entre 13 y 17 años. El inmueble tiene cuatro habitaciones y otros tantos baños en la planta baja y cuatro habitaciones y dos baños en la parte alta, así como dos unidades más con baño incorporado. También dispone de dos salas para actividades de ocio o talleres, así como patios en el exterior.

Una de las barreras más importantes con las que se enfrentan estos adolescentes es el idioma. Algunos hablan francés y otros solo el wolof. Por eso, todos los días reciben una hora de enseñanza de español. Cada jornada, tras levantarse, los chicos deben organizar y limpiar sus habitaciones y desayunar. Unos acuden a centros formativos por la mañana y otros, por la tarde. Una vez que los primeros acaban sus clases, almuerzan y realizan las tareas y estudian entre las 16:00 y las 17:30 horas, según comenta el director del Demena La Villa, Samuel Fernández García. A partir de ese momento, llega la oportunidad de acudir a practicar algún deporte.

Según el coordinador de Coliseo, en casi siete meses, los menores están plenamente integrados, tanto en los centros educativos a los que asisten como en diversas actividades deportivas. Así, varios de los adolescentes acuden a entrenar a las instalaciones de clubes como el Unión Deportiva Orotava, el Club Deportivo San Diego, el Florida Club de Fútbol o el Club Deportivo Puerto Cruz. Otros tres practican kárate y uno acude a La Laguna, ya que forma parte de un equipo de rugby. El resto de menores también utiliza las dependencias del complejo deportivo municipal de El Mayorazgo, en La Orotava.

Los magrebíes o subsaharianos que tienen menos de 15 años acuden a clases de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y el resto asiste a ciclos formativos o a Formación Profesional Básica. En opinión de Pedro García Peraza, “hay que ser coherentes” y pensar que, una vez que cumplan los 18 años, deben salir del sistema de protección, tener un currículum e intentar integrarse en el mercado laboral.

De hecho, desde que tienen 16 o 17 años, se les inscribe en el Servicio Canario de Empleo (SCE) para que puedan beneficiarse de cursos de tres o cuatro meses de duración para que aprendan nociones básicas para ejercer como camareros, ayudantes de cocina, jardineros, peluqueros, fontaneros o pasteleros. Los mayores de 15 años se desplazan en transporte público, mientras que a los que tienen menos edad se les lleva en uno de los vehículos de la ong.

Samuel Fernández recuerda que los contenidos de la ESO para personas que no hablan español de forma fluida se vuelven aún más complicados. Por ese motivo, desde su organización se habla con los centros educativos a los que acuden estos alumnos con el objetivo de que en las notas se evalúe no tanto su nivel de conocimientos sobre cada materia, sino aspectos como su actitud e intención por aprender, el esfuerzo o la organización. Samuel se muestra orgulloso de varios alumnos. Dos que estudian jardinería y tres que cursan electricidad han aprobado todas las materias. De los seis que se forman como mecánicos en Icod de los Vinos, cuatro aprobaron todas las asignaturas y dos de ellos solo suspendieron una. Según Samuel, su esfuerzo por aprender es admirable.

En una vivienda en la que conviven 25 adolescentes parece casi inevitable que puedan surgir discrepancias, discusiones o enfrentamientos entre algunos de los migrantes. García Peraza y Samuel Fernández explican que los episodios violentos no son habituales. Sin embargo, en esos casos, cuando hay que recordar y dejar claras las normas y reglas de comportamiento interno, el personal del Demena La Villa cuenta con el apoyo de dos mediadores, uno marroquí y otro maliense, para calmar los ánimos y acercar posturas entre las partes. Según dichos responsables de Coliseo, “hay pocos casos para ser 25 menores”.

Al principio, cuando entran en el recurso, a muchos adolescentes les cuesta adaptarse a la dinámica de organización y disciplina que requiere estar en un espacio de este tipo. Según los responsables del recurso, hay algunos chicos que proceden de familias desestructuradas o que poseen hábitos propios de haber vivido en la calle. “Pero con el tiempo lo agradecen”, comenta Samuel Fernández. De hecho, cuando a la casa llega algún menor que no se adapta al orden, el resto lo aconseja, se produce una “autorregulación”. Por ahora, existe “buena sintonía” entre magrebíes y subsaharianos.

Pedro García Peraza y Samuel Fernández están convencidos de que a todos los adolescentes migrantes se les ofrecen en sus países de origen “falsas expectativas” sobre lo que es la vida en Europa y reciben “un mal asesoramiento”. Ambos directivos de Coliseo opinan que solo a estas circunstancias cabe atribuir que decenas de menores de edad estén en recursos para adultos. Una de sus hipótesis es que a estos chicos les aconsejan en su lugar de origen o tránsito que digan en España que son adultos, para que así no tengan que pasar algún tiempo en centros para menores de edad y, de esa manera, poder viajar rápido hacia la Península u otros países europeos. Sin embargo, esas facilidades ya no son tales, a raíz de las nuevas directrices de la Unión Europea en materia migratoria y por la pandemia.

“Se nota que vienen aleccionados, les cuesta dar información”, comenta Samuel Fernández. Además, Pedro García apunta que “también tienen mucha desconfianza a la hora de entregar sus papeles a los responsables de los centros para que hagan gestiones, pues desconocen cómo son los trámites aquí o piensan que vamos a avisar a la Policía para que los deporten”.

Sisoko nació en Mali y llegó el 29 de diciembre a Gran Canaria. Ahora estudia un ciclo de Fontanería y otro de Peluquería. Como varios de sus compañeros, cree que la vida en la casa está “bien”, pero admite que, cuando salió de su país, nunca imaginó que iba a vivir en un lugar así. En realidad, viajó a Europa para “trabajar, tener un buen futuro y ayudar a mi familia”. Cuenta que tiene hermanos y hermanas en Francia. Tiene 17 años, pero en menos de cuatro meses será mayor de edad. De mayor le gustaría ser peluquero o militar.

Youssouf relata que fueron sus amigos quienes le animaron a viajar hacia Europa. Reconoce que en su país, Mali, “hay trabajo, pero quiero ganar más dinero para tener un futuro y ayudar a mi familia”. Tiene 17 años y estudia Fontanería. Su objetivo es vivir algún día en Francia y trabajar como camarero.

Bakary no está solo en el centro de La Orotava. Hasta cinco menores de su mismo pueblo natal conviven con él en la Casa Mayantigo. Cuatro de ellos viajaron en el mismo cayuco. Sus padres quieren que esté en Europa y explica que fueron ellos quienes le animaron a emprender la ruta. Hace pocas semanas hizo un curso de manipulador de alimentos y ahora está en un curso de Tapicería. A sus 17 años no tiene ningún lugar concreto al que ir en España u otros países europeos. De hecho, es el único que dice que le gustaría quedarse en Tenerife. De mayor le gustaría ser mecánico.

Papa también estudia Tapicería. Como sus clases son por la tarde, ha tenido que dejar de entrenar al fútbol en un equipo del Valle de la Orotava. En su caso, fue su tío, que vive en Barcelona, quien lo animó a salir de Mali. Sus padres no están de acuerdo con la aventura que ha emprendido. Explica que un hermano suyo sí sabía que iba a viajar en cayuco hacia Canarias, pero sus progenitores no lo supieron hasta que se embarcó. Cuando se le pregunta si se siente bien en el centro, se encoge de hombros y dice que sí, pero muy poco convencido. No tiene pasaporte, pero hace poco le llegó el carné de identidad como maliense. En el centro, además, el personal también realiza los trámites para que estos jóvenes tengan el permiso de residencia y el de trabajo. Tiene claro que quiere llegar a Barcelona y encontrarse con su tío, quien, junto a su hermano, aportó el dinero para que emprendiera el viaje. Afirma que quiere ganarse la vida como jardinero o camarero.

Ileiass es marroquí. La prueba ósea determinó que tiene 13 años, aunque por su aspecto parece mayor. Según él, la decisión de migrar la tomó en solitario, pero sus padres están a favor de que busque un futuro mejor. Salió de Dajla y hace apenas dos semanas que llegó al centro La Villa. Afirma que no tiene familiares que lo ayuden en España.

Moussa tiene 16 años y nació en Dakar, la capital de Senegal. En Madrid vive su padre, a quien no le parecía bien que arriesgara su vida para llegar a Europa. Hace pocas semanas que entró en la casa. Quiere ser mecánico y uno de sus objetivos es aprender español.

Compartir el artículo

stats