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Pleno del Parlamento

Bajo el raso de tu pie verdugo puse mi esclavo corazón de alfombra

Torres no es un dirigente capaz de exigir el cumplimiento de los acuerdos y, en cambio, prefiere el avestrucismo cuando sus socios deciden hacer de su capa un sayo

Torres entra en su despacho del Parlamento seguido de los portavoces y varios diputados del PSOE para preparar la estrategia en la votación de RTVC. | | LP/DLP

Ya se sabe que Raymond Aron no está entre las lecturas de los políticos de izquierdas. En realidad la inmensa mayoría de los políticos no leen o leen idioteces. Aron, como inteligente liberal, advirtió siempre que la democracia representativa –constitutivamente imperfecta– no tiene como objeto la eficacia en la gestión desde el poder, sino la defensa de los individuos contra los excesos del poder. En ese sentido –entre otros– la democracia gripó ayer en el Parlamento de Canarias. Los que ocupan el poder se encargaron de utilizar el mecanismo parlamentario para impedir un correcto funcionamiento institucional a fin de satisfacer, por encima de cualquier consideración, intereses muy concretos. Fue una mascarada indigna que tuvo como discretísimo maestro de ceremonias al vicepresidente y consejero de Hacienda, Román Rodríguez, que en todo momento se esforzó en parecer que pasaba por ahí y, remedando a Aute, vio una urna cerca y no se pudo resistir.

La reanudación ayer del pleno parlamentario, que debería someter a segunda votación la designación de la Junta de Control y del director general de RTVC, estaba prevista inicialmente a las nueve, y luego se retrasó a las nueve y media, y luego se retrasó aún más. El presidente de la Cámara, Gustavo Matos, admitió una reunión de la Junta de Portavoces porque así lo solicitaron el PSOE y Nueva Canarias. Esa fue la primera, sorprendente anomalía. ¿Por qué los socios gubernamentales trasladaban a la Junta de Portavoces e incluso a la Mesa del Parlamento sus problemas internos? En un asunto que debería dirimirse en el seno del pacto, pero es que ni siquiera existe una mesa del pacto en la que deliberar. Los nombres propuestos por los partidos como integrantes de la Junta de Control fueron pactados desde hace más de dos meses. Román Rodríguez y Noemí Santana no advirtieron entonces que vetarían la propuesta porque rechazaban la presencia de Francisco Pomares en la Junta. Por cierto: nadie en NC ha explicitado jamás las razones del veto sobre Pomares. Nunca. Los dirigentes de Podemos han frangollado apenas explicaciones tan escandalizadas como difusas. No es un punto menor. ¿Cuáles son los motivos que convierten a Pomares en el vampiro de Düsseldorf, en un quinqui, en una delincuente potencial, en un peligro público? ¿Por qué no los expuso NC en la comisión parlamentaria que examinó –y respaldó– su idoneidad para incorporarse a la Junta de Control? ¿Y esa estúpida especie según la cual no se pudo votar por separado en el pleno cada uno de los candidatos propuestos por los partidos políticos porque lo impidió Salvador Iglesias en su demoniaca condición de excargo de Coalición Canaria? Al parecer los coalicioneros dejaron a Iglesias engurruñado en el despacho de secretario general de la Cámara, como una bomba lapa que no se puede desactivar porque vuela la mitad de la calle Teobaldo Power. Salvador Iglesias ha sido confirmado tanto por la anterior presidenta del Parlamento, la socialista Carolina Darias, como el actual, el socialista Gustavo Matos. Su plaza en la Cámara no depende del comité ejecutivo de CC, sino de la confianza de la Presidencia, que se ha mantenido inalterable. Ya está bien de malévolas sandeces que parecen mal improvisadas y peor escritas por adolescentes pajilleros que no acabaron el bachillerato.

En apenas 48 horas se ha evidenciado su debilidad y su escasísimo sentido del riesgo político y del liderazgo gubernamental

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Mientras sus señorías esperaban, cada vez un poquito más hartos, circulaban los rumores y una amplia y renovada chismografía se filtraba por todas partes. Todo el mundo participaba –siquiera como oyente– en las conversaciones de la crisis sobrevenida, todos menos, curiosamente, los responsables de Comunicación del Gobierno, tan libres de afanes y angustias que salieron a desayunar dos veces. De repente llegó un comentario como un latigazo: Casimiro Curbelo había comentado que todo esto era insoportable y que si no había Junta de Control, tampoco podía haber director general de la RTVC, e igualmente viceversa. A los restantes portavoces la curbelada le pareció primero una amenaza, pero luego comenzaron a ver la ocurrencia con simpatía. El líder de la ASG suele ofrecer soluciones que satisfacen más o menos a todo el mundo siempre que previamente le satisfagan a él. No era una mala fórmula para pasar estrictamente la vergüenza imprescindible. Matos tomó nota. Primero se votaría a la Junta y si no se aprobaba, preguntaría al pleno si estaba dispuesto a votar al director general. El pleno, por supuesto, le diría que no. Y así lo hizo.

Aun así, el PSOE se empecinó en abstenerse sobre la propuesta de Junta de Control. En parte debe responsabilizarse de la genialidad a la presidenta del grupo parlamentario socialista, Nira Fierro, que había afirmado que si la Junta de Control tenía más respaldo que el director general Francisco Moreno dimitiría inmediatamente. Asombrosamente Fierro reprochó después a CC y al PP que no hubieran querido votar a Morena como director general. Primero, el PSOE había incumplido el acuerdo previamente. Y en segundo lugar, caben dudas jurídicas muy sólidas respecto a un director general que pudiera gobernar el ente público sin una Junta de Control, entre cuyas competencias está el fiscalizar y aprobar contratos con un monto superior a un millón de euros, por poner un ejemplo elegido al azar.

La principal lectura política –además de lo obvio: existen en Canarias fuerzas políticas que admiten ser parasitadas por intereses mediáticos hasta el extremo de cambiar el sentido de su voto, su discurso parlamentario, su pretendida defensa del valor de lo público– es que el presidente Ángel Víctor Torres no es un dirigente capaz de exigir el cumplimiento de los acuerdos y que, en cambio, prefiere el avestrucismo cuando sus socios deciden hacer de su capa un sayo, cuando es directamente cuestionado y no reacciona ante los desafíos a su autoridad. En apenas 48 horas se ha evidenciado su debilidad y su escasísimo sentido del riesgo político y del liderazgo gubernamental. Cuando no se tiene una estrategia de comunicación nítida, cuando no se quiere arriesgar absolutamente nada, cuando crees que la plataforma mesiánica de la Presidencia basta con consolidarte como líder suelen ocurrir estas cosas. Torres estuvo a punto de realizar su tesis doctoral sobre el poeta uruguayo Julio Herrera y Reisig, un precursor del modernismo. Ayer pudo haberle recitado al oído a Román Rodríguez un soneto herrerista: “Bajo el raso de tu pie verdugo/ puse mi esclavo corazón de alfombra…”. Pero Rodríguez es más de poesía popular. Quítate tú pa ponerme yo. Quítate tú.

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