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Polvorín en Asia central | Una experiencia contada en primera persona

Un canario en la evacuación de Kabul

El sargento primero David Martín ha participado en las labores de rescate de al menos 2.200 ciudadanos de Afganistán que huían del régimen talibán

David Martín, en el centro, con dos compañeros del equipo del que era jefe. |

No se considera un héroe, simplemente realiza su trabajo para lo que ha recibido un constante entrenamiento y preparación. David Martín Schwartz (Las Palmas de Gran Canaria, 1977) cumplió 44 años en Afganistán, durante la misión con el Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA), con base en Zaragoza. Lograron sacar de Kabul a más de 2.200 ciudadanos afganos que huían del régimen talibán. 

David Martín Schwartz, sargento primero del Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA), participó durante once días en el traslado desde Kabul de unos 2.200 ciudadanos afganos a España, tras la llegada al poder del régimen talibán. Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, y criado a caballo entre La Isleta y Lanzarote, este militar de 44 años lleva ya más de 20 en el Ejército, nueve de ellos en el EADA con base en Zaragoza, y aunque ésta no es su primera misión -de hecho es la tercera en Afganistán-, ha sido una de las más duras, reconoce. Los trabajos de evacuación fueron muy intensos y prácticamente sin tiempo para el descanso. Como suele ocurrir en este tipo de misiones, le llamaron de un día para otro mientras estaba de permiso. Se iban a Dubái y desde allí tenían que volar al aeropuerto de Kabul para intentar sacar al mayor número de afganos que temían por su vida por el régimen talibán. Las funciones de los AMPT (Air Mobile Protection Team, su acrónimo en inglés) son que cuando el avión aterriza en una zona de «seguridad baja o caliente» realizan un círculo alrededor de la aeronave para proteger tanto al avión como a las operaciones de carga y descarga que se hacen en tierra. En 2013 fue la primera vez que estuvo en Afganistán, en Herat durante tres meses, y hacía los mismos cometidos de traslado en el seno de la operación NEO (Non-Combatant Evacuation Operation), esto es, evacuar a las personas no combatientes, la misma operación que realizó este agosto en Kabul. Entonces, hace ocho años, transportaban a personal del Ejército y de la Policía afgana, los sacaban de Qala-e-now hasta Kabul y viceversa y había una «calma tensa». En esta ocasión, la situación fue «mucho más inquietante», explica. «Nadie se esperaba el boom tan rápido de los talibanes y, de repente, que te llamaran para sacar a personas de allí después de 20 años por este asunto», añade.

En el avión con ciudadanos afganos. Flora Marimón

De hecho, estaba tranquilamente en Zaragoza de permiso cuando le dijeron que al día siguiente se iba. Su familia, mujer y sus hijos pequeños, ya están acostumbrados a su repentino trabajo pues en otra misión en Libia también tuvo una evacuación NEO en 2014, aunque fue de dos días y con personal mayoritariamente diplomático. En Afganistán iban para dos o tres días y para trasladar a unas 800 personas pero al final se quedaron once días y lograron sacar a más de 2.200 personas, evoca con orgullo. «La sensación al bajarme del avión era rara, extraña, ya había visitado ese país y fue un pequeño flashback», expresa al recordar cuando pisó Kabul.

«Trajimos a niños con quemaduras por la espera bajo el sol o a mayores llorando por dejar su tierra», explica

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¿Tenía miedo? «Miedo como tal no. Es como cuando dices: ¿tienes miedo a las alturas? No, pero respeto les tengo», responde. «Fue duro, pero más duro era para los compañeros que se quedaban en Kabul porque nosotros íbamos en el avión constantemente yendo y viniendo», cuenta. «En el avión pudimos llevar, apurando, a unas 150 personas por trayecto, porque los mecánicos y los pilotos tienen que manejar variantes como la temperatura a la que vuela la aeronave, la capacidad de gente, de carga, y la humedad del ambiente, y eso afecta a la posibilidad del transporte». El trayecto de Kabul a Dubái duraba en torno a cuatro horas y, desde allí, los ciudadanos afganos eran transportados a los aviones de Air Europa para volar a España.

Por tanto entre la ida y la vuelta y la espera en la plataforma para que se subieran las personas que los aguardaban en el aeropuerto podían pasar de ocho a diez horas, y llegaban a hacer de dos a tres vuelos al día, con lo que podían transcurrir 18 horas desde que salían del hotel de Dubái hasta que llegaban a ducharse, descansar un poco, comer algo y de nuevo a Kabul.

David Martín en una de las operaciones.

Todos estaban cansados, pilotos, mecánicos, los equipos de AMPT, pero era su misión, para la que se preparan diariamente, y cuando les toca no piensan en otra cosa que en cumplirla. Él y su equipo prácticamente no se separaban del avión. Cuando llegaban a Kabul, desplegaban la rampa y con las armas en mano se encargaban de que las personas que ya habían supervisado sus compañeros en tierra embarcaran, dejando atrás una vida truncada por los talibanes.

«Me encontré de todo: gente mayor, jóvenes, niños enfermos... Llevamos a un niño autista y a otro niño con quemaduras en la piel por haber estado esperando tanto tiempo al sol en el aeropuerto», evoca. En una ocasión no pudo dejar de darle conversación a un señor mayor, en inglés, para calmarlo, porque según despegaba el avión «el hombre no hacía nada más que mirar por la ventana y llorar», explica. «Me preguntaba cómo era la vida en España, si había trabajo, y no le salía más que agradecerte que le habías podido ayudar; para serenarlo le hablaba de mis hijos, solo quería distraerlo porque sacaba el pañuelo todo el rato para secarse las lágrimas, y contaba que estaba con su mujer, dos cuñadas y varios niños».

«No da miedo pero sí respeto; pudimos estar 18 horas sin descansar trayendo a personas en los vuelos», evoca

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Muchas de las personas que transportaban habían trabajado con las tropas españolas como intérpretes en distintas misiones en Afganistán y «eso ayudaba a llevar el vuelo, porque les pedíamos que tradujeran cómo iba a ser el vuelo, las normas de seguridad y, sobre todo, al llegar a Dubái que se fueran organizando por familias para poder ir traspasándolos a los aviones de Air Europa», contratados por el Gobierno de España. El equipo AMPT suele ser de tres personas, como el suyo en esta misión del cual era el jefe. Nada más abrir el avión formaban un círculo de seguridad y esperaban por el personal que estaba en la terminal de Kabul y que iba a las puertas del aeropuerto a recoger a la gente que estaba ansiosa por marcharse. David Martín fue el único canario en esta misión.

Vigilando la aeronave. Flora Marimón

Señala que tuvieron suerte porque no sufrieron en primera persona los atentados perpetrados por el Estado Islámico en el ataque suicida en las inmediaciones del aeropuerto. Sus compañeros en tierra «se libraron por muy poco -añade- porque hacía 20 minutos escasos estaban en la puerta donde hubo el atentado y en ese momento se habían ido porque precisamente estábamos recogiendo a gente en el avión y se habían desplazado a la plataforma», cuenta.

¿En esos momentos de tensión se teme morir? «No te da tiempo a pensar cosas así porque estas pendiente de tu función, de la tarea encomendada y no te paras a pensar porque tienes todos los sentidos puestos en estar atento a todo», indica. Para él ha sido un orgullo participar en esta misión, como en las otras, pero ésta «ha sido una de las más exigentes», precisa. No obstante, recuerda que venía con la experiencia del desalojo del personal de Libia o de las anteriores misiones en Afganistán grabado en la piel. «El EADA es una unidad dentro el Ejército del Aire de las más operativas y precisamente se prepara para estas misiones que suelen suceder en el mínimo tiempo. En la taquilla siempre tenemos una mochila preparada con ropa, algo de comida y los enseres propios para poder pasar dos o tres días. En la unidad estamos constantemente en entrenamiento y preparación por si mañana te vas a cualquier sitio», asevera.

Posando con la bandera Flora Marimón

Quiso la casualidad que David Martín cumpliera años durante esta misión. Nació el 21 de agosto de 1977 y lo celebró con sus compañeros de la unidad AMPT en Dubái en una comida. Al día siguiente, salían a Kabul otra vez a recoger a ciudadanos afganos. Al llegar a Zaragoza, tras once días, fue recibido por la ministra de Defensa, Margarita Robles, y su hijo de seis años saltó hacia él para darle un fuerte abrazo y se puso a hablar con la ministra, «y como los niños no tienen filtros decía: mi papá es un héroe porque ha ido a salvar a gente, porque si no los mataban los terroristas», cuenta entre risas por las ocurrencias del pequeño. Dos de sus hijos han nacido en Aragón y para compensar la magua que le da su tierra, Canarias, les ha puesto de nombre Mencey y Airam. Los 80 militares del Ejército del Aire que partieron desde la Base Aérea de Zaragoza hacia Kabul para participar en la misión de evacuación regresaron a España, su casa, a final del pasado mes. Los últimos que quedaban por llegar, 53 en total, donde estaba David Martín, aterrizaron el pasado 28 de agosto en los dos aviones A400. LLegaron directamente con el orgullo de la misión cumplida bajo el brazo y el cariño de sus familiares aguardándoles.

«En 2014 nos lanzaban cohetes y morteros»

El sargento primero canario David Martín (21 de agosto de 1977, Las Palmas de Gran Canaria ) ha estado tres veces en Afganistán -la última en la crisis provocada por el acceso al poder de los talibanes- y también en Libia, en misiones de rescate con el Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA). En Kabul no salían del aeropuerto y se dedicaban a transportar a los ciudadanos afganos a Dubái para ser trasladados desde allí en los aviones de Air Europa a España. Fue muy duro, precisa. Pero David Martín está curtido en estas lides. Estuvo en 2013 en la base de Herat, en Afganistán, durante tres meses, que se encuentra en la otra punta del país. En esa misión trasladaba a personas del Ejército o la Policía afgana en los aviones y se ocupaba de su seguridad. En su segunda misión en el país, en 2014, cumplía otras funciones: era escolta del jefe del destacamento español (CPT, el acrónimo en inglés es Close Protection Team). «Era una calma tensa porque alguna noche recibíamos algún ataque: nos lanzaban cohetes, morteros, y la gente tenía que salir de la habitación y meterse en los refugios, en los búnker», evoca. «Otra de las funciones que teníamos era hacer un recorrido por la zona que nos correspondía y ver si había algún proyectil que no había estallado», cuenta. Los talibanes solían atentar más en la escuela de entrenamiento que tenían cerca del campamento para la Policía y el Ejército afgano, a los que adiestraban las fuerzas de la Coalición, expresa. «Solían atacarlos más a ellos que a nosotros, pero algunas veces te podía caer alguno cerca. Por suerte no hubo ninguna baja», precisa. | F. M.

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