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Juan Fernando López Aguilar Eurodiputado socialista

López Aguilar: «La UE puede y debe generar una legislación contra la desinformación»

Juan Fernando López Aguilar. | | LP/DLP

Juan Fernando López Aguilar (Las Palmas de G. C., 1961) acaba de publicar ‘El Parlamento Europeo: una experiencia única’, un libro donde el eurodiputado socialista ofrece recetas para revitalizar las instituciones de la UE, pero también para afrontar los peligros que acechan al modelo desde los países miembros gobernados por la ultraderecha. Contesta vía mail recién llegado de un campamento de refugiados. 

A la Unión Europea se la conoce más por sus tensiones internas, dígase con Polonia, que por su trabajo legislativo. ¿Le parece justo?

Precisamente, esa tensión con Polonia, como sucede con Hungría, ambos Estados de la UE con gobiernos de extrema derecha agresivamente antieuropea, es un magnífico ejemplo de la fuerza legislativa del Parlamento Europeo: es nuestra la iniciativa del marco normativo del Estado de Derecho que obliga al cumplimiento de los principios democráticos que se exigen para ingresar en la UE; nuestro es también el Reglamento de Condicionalidad, Ley europea que vincula la garantía de la independencia del Poder Judicial al acceso a los Fondos incluido el de Recuperación. Y nuestra la iniciativa de incoar la sanción extraordinaria del art.7 TUE -de la que soy ponente- contra esos dos países por su ofensiva contra valores básicos, como el respeto al pluralismo, la tutela de las minorías y la primacía del Derecho de la UE.

¿Han sido los propios eurodiputados los que han fomentado la idea de un Parlamento Europeo como “retiro”?

Rotundamente, no. El PE, como explico en mi libro, es “una experiencia única”, no sólo porque es la única institución directamente electiva -por sufragio universal de 450 millones de ciudadanos europeos-, y el único Parlamento supranacional con poder legislativo, sino porque reviste una intensidad, dinamismo e inmediatez muy superior a la de los Parlamentos nacionales. En el PE muchos provenimos de responsabilidades en los Estados miembros, y coincidimos en constatar el exigente desafío de aprendizaje continuo que suponen los ritmos y la complejidad de las negociaciones, debates y votos en la enormidad de la escala europea. No sólo no es un ¨retiro” sino que es cada vez más frecuente el trampolín desde el PE a los Gobiernos nacionales: son muchos los primeros y primeras ministras actualmente en ejercicio que proceden del escaño en Bruselas.

¿Qué plantea en su libro para la renovación de una institución decisiva sobre los fondos económicos en el escenario posCovid, pero que sin embargo resulta poco empática para los ciudadanos?

Ahí reside el desafío existencial de la UE. Sostengo en mi libro que el PE no tiene ningún “déficit” de legitimidad: todos sus miembros han sido elegidos democráticamente. No padece tampoco ningún “déficit” de competencias: inviste a la Presidencia de la Comisión y examina (y cuando es preciso, les suspende) a los candidatos/as a comisario/a, ejerce control parlamentario y es autoridad presupuestaria, decide sobre las reglas que vinculan a los Estados y que los ciudadanos pueden reclamar al Tribunal de Justicia. Y, sin embargo, el único déficit que arrastra el PE como expresión de pluralismo político y como legislador es el de su comunicación, y el de la generación de un vínculo de afecto con la ciudadanía a la que representa. El problema no es tecnológico: su actividad es transparente y accesible en webstream, sino el defecto o la ausencia de verdaderos partidos y debates paneuropeos con medios de comunicación que expliquen cuánto nos importa y nos va a todos en cada decisión del PE. Los Fondos de Recuperación y el UE NextGeneration, con un endeudamiento federal y eurobonos para financiarlos, lo muestran elocuentemente.

Uno de los grandes obstáculos es la ultraderecha creciente. ¿Cómo frenar a los que erosionan los principios democráticos desde dentro?

Tomando en serio su amenaza, sin hurtarles la cara ni sentarse a esperar que escampe o que baje la ola. No pareciéndose en nada a ella, sin imitar su retórica ni normalizar sus discursos. Sin banalizar el potencial corrosivo del discurso del odio que más pronto que tarde propende al crimen de odio, del que nadie está a salvo, aunque muchos se consuelen pensando que no van contra ellos sino contra algún otro chivo expiatorio, porque esa espiral no tiene freno ni medida e impacta tóxicamente en nuestra convivencia, en la sujeción a las reglas y en la idea de democracia sobre la que se funda la UE, que no se limita a la mera regla de la mayoría sino que exige el respeto de la minoría que se opone y lleva la contraria al gobierno, además de a los derechos y libertades de todos. Para eso legislamos también desde el PE.

¿Su libro persigue también una consolidación de la UE para evitar movimientos como el Brexit?

En los últimos 10 años la UE ha conocido una sucesión de crisis, las más profundas de su historia: la Gran Recesión de 2008; la crisis de los refugiados de 2015; la reacción antieuropea de los liberales y el Brexit en 2016; y ¡la pandemia!…Tras la abyecta imposición de la austeridad recesiva que sólo empeoró las cosas, la UE ha reaprendido de sus errores y del daño causado: el Brexit no germinó en un síndrome de contagio en otros Estados queriendo bajarse del barco; al contrario, la unidad de los 27 se reafirmó frente a la salida de R.U, y ha hecho posible después un Marco Financiero al alza, más recursos propios frente a la crisis del Covid, y apoyo con endeudamiento y Ayudas y Subvenciones directas a los Estados más golpeados, como España, para su recuperación. Sí, mi libro aboga desde luego por una UE mejor, más sólida y fiel a su promesa, capaz de combatir la distancia entre lo que proclama y lo que efectivamente hace.

¿Puede la UE fomentar una ética europea contra la desinformación?

Puede y debe generar no sólo una ética europea sino también legislación contra las interferencias en la democracia en la UE, deliberadamente ejecutadas para difundir falsedades que distorsionen o impidan la formación de opinión y elecciones realmente libres. Soy miembro de una Comisión de Investigación de cuyas conclusiones debe surgir legislación para reforzar la educación digital de la ciudadanía, su autodefensa frente a bulos y falsedades, normas penales contra los promotores de las “amenazas híbridas” contra valores europeos que deben ser protegidos interna y externamente, con una inversión creciente en ciberseguridad.

Una pregunta personal, ¿Se ha puesto un límite a su etapa europea?

La política europea es la escala de la respuesta a preocupaciones que me acompañan y apasionan desde que me recuerdo. No me abandonarán nunca, aunque cambie de agenda o dedicación. Y, en lo personal, mi disponibilidad a engranarme en esta actividad de equipo es esencial en esta “etapa” como en las anteriores y en las que puedan venir.

¿Merkel ha sido fundamental para cohesionar Europa en una etapa crítica?

Cuatro mandatos sucesivos. 16 años como canciller de Alemania, Estado fundador de la UE que es su país más poblado y con mayor PIB, cubren muchos capítulos, con intensos claroscuros: la intransgencia ordoliberal de Merkel y Schauble fueron determinantes de los destrozos causados por el austericidio, con su exasperación de todas las desigualdades entre Estados de la UE y dentro de cada uno de ellos. Ha sido celebrada en el momento de la despedida, pero acabo de presidir una misión del PE en Grecia visitando campamentos de refugiados en sus islas más cercanas a Turquía, en un país al que se impuso una cruel medicina de caballo que lo empobreció abruptamente, y en el que con salarios y capacidades de salvamento y rescate cualitativamente inferiores a los de Alemania, soportan una presión migratoria en el Egeo al que la los Estados más ricos del norte continúan negando la solidaridad obligada por el TUE. Su balance está abierto a la contradicción y la crítica. Albergo esperanzas del cambio que liderará Olaf Scholz: fin a la Gran Coalición; hola a un Gobierno progresista en el peso pesado de la UE.

El austericidio que comandó la UE en 2008 provocó un gran rechazo a las instituciones de la UE. ¿Una lección?

Lo creo, lo combatí a todo lo largo de los sucesivos episodios de esa prolongada crisis, y he explicado ese rechazo en los tres libros que he escrito en mi tiempo en el PE, incluido este último. Ese rechazo acarreó un seísmo en el paisaje político electoral en los Estados y en la UE: se multiplicaron los escaños eurófobos, los populismos y la xenofobia rabiosamente antieuropea. Nos está costando remontar, pero las elecciones de 2019 son las primeras en que la participación rebotó al alza, por encima del 51% en toda la UE, y en España superando el 62%. La Conferencia sobre el Futuro de la UE, que convoca especialmente a los jóvenes, debe ser una ocasión para su relanzamiento y su amejoramiento, aprendiendo una vez más de las lecciones de su historia.

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