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Pleno del Parlamento

Sus señorías descubren que son feministas y ucranianos

Rodríguez es carne de meme y contribuye a hacernos la vida más risueña; más cara y más asfixiada y más puñetera, pero más risueña

Australia Navarro, portavoz del PP, habla con Domingo González; al fondo la consejera de Turismo, Yaiza Castilla. Andrés Gutiérrez Taberne

En las más graves coyunturas históricas los diputados ganan veinte kilos de golpe, se sueñan con túnicas blancas y están dispuestos a hablar ciceronianamente incluso para dar los buenos días a los ujieres. Contra lo que nos aseguran las novelas y el cine los grandes momentos históricos les sientan fatal al parlamentarismo, tal vez porque en tales circunstancias para salvar la distancia entre los hechos terribles y las palabras es necesario ser Wiston Churchill, y en Canarias no abundan los wistonschuchill. Así que ayer el personal tuvo que resignarse al optimismo descangallado del presidente Ángel Víctor Torres o a confesiones tan emocionantes como las del vicepresidente Román Rodríguez, que llegó a confesar que todos los días se despierta bruscamente y exclama: «¡Maldita guerra de Ucrania!». Yo se lo agradecí mucho, porque fue el único detalle divertido del pleno. Es que parece un chiste de Chiquito de la Calzada, por la gloria de su madre, qué pedazo de fistro vaginal. Rodríguez es ya carne de meme y sospecho que lo sospecha y contribuye a hacernos la vida más risueña. Más cara y más asfixiada y más puñetera, pero más risueña. Putin no solo ha invadido una nación independiente bombardeando sus ciudades, sino que ha consagrado a don Román como humorista. Maldita guerra de Ucrania. Es lo que gritaría cualquier personaje en cualquier comedia de Jardiel Poncela. Es insuperable.

Por supuesto que el 8 de marzo –Día Internacional de la Mujer– obligaba a una declaración institucional que leyó la vicepresidenta de la Cámara, María Esther González, en ausencia de Gustavo Matos, quien se retrasó unos minutos. Fue un texto muy reivindicativo, muy brioso y muy aplaudido y uno de los pocos instantes en los que los diputados guardaron silencio. Como desde hace dos años el de ayer y hoy es el primer pleno que se celebra con todas sus señorías en sus respectivos escaños –aunque todavía con la obligatoria mascarilla– los decibelios superaron lo tolerable durante casi toda la sesión, a lo largo de la cual varios diputados recordaron el 8-M. Alguno, como Jesús Ramos Chinea, el polivalente portavoz de la Agrupación Socialista Gomera, felicitó a todas las mujeres, como si se tratara de un cumpleaños o el santo de una tía abuela muy querida, y prometió que todos los hombres del salón de plenos las apoyarían, «porque estamos en la misma lucha» (sic).

Además de feministas todos los diputados se transformaron ayer en ucranianos. Y por consiguiente los ucranianos feministas de las distintas islas se dedicaron a hacer angustiosas preguntas a Ángel Víctor Torres y a sus consejeros sobre lo que ocurriría en los próximos meses, desde el supuesto delirante de que Torres y sus consejeros tuvieran la más rapajolera idea sobre lo que vaya a ocurrir. La reacción más habitual del presidente constó de dos partes: a) contar lo bien que iban las cosas antes de la pandemia; b) contar lo bien que iban las cosas después de transcurrido lo más grave de la pandemia. Entre ambas líneas se movió Torres, a veces apresuradamente, a veces arrastrando los pies, bebiendo buchitos de agua en un vasito de café de máquina, y consultando una cartulina con sus datos milagrosos de antes y después del penúltimo apocalipsis. Lo que está más o menos claro es que las autoridades autonómicas no disponen de otros planes de contingencia que los que están diseñando el Gobierno central y la propia UE, como corresponde a la naturaleza política y geopolítica de esta crisis.

El diputado más duro con el presidente fue, sin duda, Manuel Domínguez, que insiste en opositar como alternativa, ya que todo el mundo, al menos en democracia parlamentaria, tiene derecho a la ilusión. Domínguez interpela más y mejor y van encontrando el camino a la yugular presidencial, pero se llevará un disgusto cuando descubra que es de acero inoxidable y por la misma solo circulan citas de Pedro Sánchez y de Horacio Quiroga. Domínguez criticó mucho al presidente, entre otras cosas, porque las urgencias hospitalarias están colapsadas, pero es que las urgencias hospitalarias están colapsadas desde los tiempos de Juan Rejón, es decir, de Conrado Domínguez, espíritu santo del Servicio Canario de Salud, y Torres le contó toda la pasta que se había puesto, y todos los cientos de facultativos que se habían contratado, y todos los desvelos que le merecía la sanidad pública, sí, esa sanidad pública que debemos defender entre todos, incluso usted, incluso su partido, todos nosotros sin excepción, y con eso y un bizcocho hasta la próxima sesión de control.

Un poco más agrio estuvo el presidente en su respuesta a Pablo Rodríguez, que empezó su discurso, por supuesto, solidarizándose con el pueblo ucraniano, y continuó recordando las subidas insostenibles de la electricidad, los combustibles, los alimentos en pleno estallido inflacionario. Rodríguez quería saber también qué medidas pensaba tomar o sugerir el Gobierno regional. ¿Endeudamiento? ¿Reorganización de los fondos europeos? Era como un sastre preguntando a un cliente por donde cargaba, y a sabiendas que estaba hablando con el cliente equivocado. ¿Qué capacidad tienen Torres y su equipo de elevar propuestas económicas a Madrid o Bruselas? Rodríguez le aseguró que CC le tendía la mano, como fuerza signataria del Plan Activa Canarias, para elaborar planes de contingencia para esta situación en el ámbito autonómico. En un extraño giro Torres, evidentemente picado con los comentarios sarcásticos de José Miguel Barragán sobre la sentencia del Tribunal Constitucional a propósito de los descuentos fiscales a las producciones audiovisuales en Canarias, reprochó al diputado coalicionero las «mentiras» sobre su actuación. En la sentencia del TC –que entiende que, en efecto, la ministra Montero vulneró el REF en la ley 11/2021– el abogado del Estado afirma que el Ejecutivo canario «no activó» la Comisión Bilateral Canarias-Estado, una potestad que tiene el Gobierno regional según el Estatuto de Autonomía de 2018. Torres se irritó visiblemente y Barragán, desde su escaño, recordaba a George Costanza cuando escuchaba a su propio contestador telefónico. «¿Y yo qué sé? Pregunte al abogado del Estado». El presidente estaba tan molestó que llegó a espetarle a la bancada de CC que «si ustedes son nacionalistas deberían haberle preguntado al abogado del Estado». A muy pocos metros de Torres el consejero de Administraciones Públicas y semiportavoz del Gobierno, Julio Pérez, guardaba un exquisito silencio bajo sus blancas cejas. Más raro que CC no pregunte al abogado del Estado es que el portavoz del Gobierno, al comentar la sentencia del Constitucional en rueda de prensa, no haya corregido al pobre letrado…

Como la cosa, como ya se ha dicho, era sumamente histórica, tremendamente histórica, también se le preguntó lo mismo a Román Rodríguez, o sea, Rodríguez les ordenó a sus diputados que le preguntaran sobre Ucrania, sus despojos y sus consecuencias de las que dios nos libre. Así lo hizo María Esther González, que se largó un pestiño de consideración emulando –tal vez sin saberlo– a Leo Strauss, y ahí estuvo el vicepresidente al quite, palabreando con placer durante interminables minutos, cada vez más axiomático y autocaricaturesco. Más adelante tuvo incluso otra intervención, donde se lanzó a improvisar reflexiones geoestratégicas sobre el futuro de la humanidad, a medio camino entre Carl Sagan y Marujita Díaz, «imagínense, señorías, que se calculan 28.000 millones de habitantes en el mundo en el año 2100…Es tremendo, tremendo». También Poli Suárez le afeó a Noemí Santana que solo haya creado una parte casi ínfima de las más de 9.000 plazas previstas en el Pan de Infraestructuras Sociosanitarias. La consejera de Derechos Sociales no lo negó pero señaló a los verdaderos culpables: los cabildos y Coalición Canaria, que ha gobernado durante más de treinta años. Conforme pasa el tiempo el gobierno de Coalición Canaria se alarga más y más. Antes que termine el final de legislatura CC habrá estado en el poder medio siglo como mínimo. La diputada María del Río Sánchez, para compensar, felicitó a Santana por algo que no quedó perfectamente claro, porque el ideolecto de su señoría es muy complejo y enigmático. Hasta Nayra Alemán –la portavoz socialista – tuvo una intervención, lo cual constituye siempre una novedad. Lo más sanguinario fue el enfrentamiento entre Rodríguez y Rosa Dávila, transformada en el látigo crítico del consejero de Hacienda. Rodríguez se lo pone fácil: en dos años no ha recibido un duro del supuesto acuerdo con Madrid sobre el pago efectivo de los fondos del Plan de Carreteras cuyo incumplimiento por el Gobierno de Mariano Rajoy llegó a acudir al Tribunal Constitucional al Gobierno de Paulino Rivero. Dávila no tuvo demasiada piedad y Rodríguez tuvo que escapar tronando que su Gobierno supo gastar 3.000 millones de euros en un año, algo que ni pudo soñar jamás el Ejecutivo de Fernando Clavijo. Por supuesto: 3.000 millones en ayudas y subvenciones directas en medio de una pandemia universal y con fondos extraordinarios procedentes de Madrid. Rodríguez fue muy aplaudido por el PSOE y Nueva Canarias. Pero su discurso era humo. Humo acre y cínico. Un humo de algo viejo que se quema sin remedio.

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