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El desafío ruso

Regreso con el deber cumplido

El sargento de la Guardia Civil de Teror, Pedro Rodado, recorre más de 5.000 kilómetros para entregar ayuda humanitaria a los desplazados

Pedro Rodado junto a sus compañeros Juan, José, Luis, Cabrera, Roberto y Jesús.

Pedro Rodado ya descansa en la tranquilidad de Teror después de unos días de jet-lag, ese síndrome derivado de largos viajes. En su caso ese viaje no fue de placer. Fue de solidaridad. El sargento de la Guardia Civil en la villa mariana participó con la oenegé Guardias Civiles Solidarios en el mayor convoy que hasta la fecha se ha enviado a Ucrania con ayuda humanitaria: once camiones cargados de alimentos, material sanitario y ropa que llegaron hasta los ucranianos que han abandonado sus casas y quienes aún permanecen en el país. “Algunos desplazados están sin rumbo, con la mirada perdida”, cuenta.

El cometido de Rodado era dar seguridad al enorme despliegue que, desde Alicante, partió el pasado 21 de marzo con dirección a la frontera de Ucrania. Por delante, 3.300 kilómetros que pretendían hacer en tres días a través del corredor Mediterráneo, Francia, Alemania y, finalmente, Polonia. “Físicamente acabé muy cansado porque había que ir al ritmo de los conductores, que llevan sus horarios, cuando podían conducir, conducían, cuando tocaba descansar, descansaban; ya fuera de día o de noche”. En el convoy iban hasta 22 camioneros, mientras el sargento de la Guardia Civil iba en una autocaravana junto a otros cinco compañeros del cuerpo y tres reporteros que registraron todo el viaje.

La primera parada para dejar ayuda la hicieron en la localidad polaca de Świdnica, donde descargaron tres camiones para un centro de refugiados y se interesaron por la situación en la que se encontraban varias madres con niños pequeños que estaban en un orfanato. El convoy llegó hasta la frontera ucraniana. Allí se toparon con un gran despliegue de voluntarios bien organizados que recibían a los ucranianos que habían abandonado su país. Los camiones no podían continuar hacia Ucrania para descargar la ayuda, como siempre hace esta oenegé para asegurar que llega a su destino, por medidas de seguridad. Para suplir este contratiempo, decidieron incluir en las cajas un mensaje en ucraniano en el que se solicitaba a quienes las recibieran enviaran un email confirmando su recepción.

Ante la imposibilidad de entrar en Ucrania, en algunos casos hicieron un trasvase de ayuda a un camión ucraniano y en otros dejaron la mercancía para que otros transportes la llevaran hasta los necesitados. El sargento apunta que permanecieron poco más de un día y medio en el lugar para hacer tareas de voluntariado y descansar de los tres agotadores días de viaje que tenían encima. Vio a “gente sin rumbo”, que llegaba a la frontera “con cinco o seis maletas llenas”, sin saber muy bien adonde ir. “Algunos sí que se veía que tenían familiares en el extranjero, pero otros estaban esperando por la primera guagua” a un destino desconocido hasta pocos minutos antes de subirse.

Rodado recuerda que a la frontera llegaban sobre todo “muchas mujeres con sus hijos” y “algún hombre, pero mayores”. El resto están en la guerra. Y destaca el buen funcionamiento del voluntariado, entre los que se encontraban los miembros del World Central Kitchen del chef español José Andrés, quien ya estuviera durante la emergencia por el volcán Cumbre Vieja de La Palma, y estudiantes españoles que habían decidido ir a poner su grano de arena. Ese buen funcionamiento también se reflejaba en la seguridad, sobre todo en el movimiento de los desplazados. “Estaba muy controlado para evitar que las mafias se llevaran a gente. Cuando salimos nos revisaron la autocaravana para ver si llevábamos a alguien”, comenta.

Ya recuperado del regreso tras más de 5.000 kilómetro de carretera -a la vuelta se apeó en Barcelona-, asegura que padeció un jet lag debido a la gran cantidad de horas de carretera que hicieron durante esa semana. “Me sentaba en el sillón y me quedaba dormido”, cuenta. Pero también con la satisfacción del deber cumplido. Sobre todo después de recibir varios correos electrónicos de vecinos de Kiev y Leópolis en los que les daba las gracias por las más de 300 toneladas que habían llevado hasta el país invadido por Rusia.

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