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Pleno del Parlamento de Canarias

Solo los fachas se niegan a vivir en Jauja

Pronto llegará el verano, y a su término comenzará abiertamente una larga y agotadora y cruel campaña electoral

La socialista Dolores Corujo y la consejera de Turismo Yaiza Castilla comparten confidencias antes del Pleno . | | MARÍA PISACA

Hasta el Gobierno parecía ayer ligeramente cansado de alabarse. Por supuesto, la responsable del grupo parlamentario socialista seguía dando instrucciones para aplaudir y golpear los pupitres cuando es necesario, es decir, cada vez que habla un consejero. E incluso, a veces, cuando habla un diputado de la mayoría. La condición para triunfar hoy como diputado socialista consiste en alabar al Gobierno hasta el delirio y recordar el retraso, el hambre y la miseria que caracterizaban los fúnebres tiempos de Coalición Canaria. Pero es justo decir que la oposición también parece un tanto agotada. En realidad la legislatura está a punto de agotarse. Pronto llegará el verano, y a su término comenzará abiertamente una larga y agotadora y cruel campaña electoral. En realidad el presidente Ángel Víctor Torres ya la ha comenzado de facto y está por todas partes inaugurando algo, visitando otra cosa, repartiendo besos, abrazos y golpecitos en las espaldas oportunas, como siempre humano, demasiado humano. Por supuesto, quedan los presupuestos generales del próximo año, y una ley singularmente relevante –y ordenancista– como es la ley de Cambio Climático y Transición Energética de Canarias, que ha entrado ya en la Cámara. Pero a partir de septiembre ya todo será campaña electoral y se interpretará en clave de campaña electoral. Tal vez la más dura y compleja en la historia de la comunidad autonómica. Por el momento ayer, en la sesión de control, se pudo apreciar una ausencia notable: el líder del PP canario, Manuel Domínguez, no apareció en su escaño mientras Torres bailaba cómodamente con las preguntas de sus señorías. La lambada en las preguntas de la mayoría y el minué con una sonrisita irónica en las preguntas de la oposición.

Solo los fachas se niegan a vivir en Jauja

Una de las oportunidades legislativas perdidas –se ha señalado repetidamente en los últimos días– es aprobar una ley electoral «más ambiciosa». Muchos postulan romper la triple paridad de los sesenta diputados o bajar más los topes porcentuales para entrar en el reparto de diputados. Sin embargo, las ensoñaciones de los maximalistas, que afirman que una ley electoral tiene un efecto democratizador inmediato, sufre algunos despistes. Por ejemplo, el olvido de ciertas reformas del Reglamento de la Cámara, que desde luego ha sufrido modificaciones, pero que quizás debiera emprender otras, para evitar, por ejemplo, que buena parte de la sesión de control al Gobierno se convierta no en un ejercicio democrático de debate sobre la información completa y transparente que proporcione el Ejecutivo, sino una sucesión de felicitaciones y parabienes y festejos y maravillas: pura pólvora propagandista. En esta legislatura, como las fuerzas políticas que apoyan al Gobierno y participan en el mismo son nada menos que cuatro, ocupan la mayor parte del tiempo con preguntas a menudo inanes o celebratorias al presidente y a los consejeros, lo que pervierte obviamente el sentido de la sesión de control. Tal vez –como se hace en el Congreso– convendría que los grupos parlamentarios pequeños –digamos, en Canarias, de menos de cinco diputados– dispusieran solo de tres o cuatro preguntas en cada periodo de sesiones.

También debería extenderse el periodo para presentar preguntas y solicitar comparecencias. Tomemos, por ejemplo, uno de los leiv motiv de la sesión parlamentaria de ayer y de todo el pleno. La complaciente insistencia del Gobierno en la sensible bajada del desempleo, que ha roto la barrera psicológica de los 200.000 parados. Tanto Torres como la consejera de Economía y Empleo, Elena Máñez, insistieron evangélicamente en la nueva buena, que atribuyeron a las políticas del Gobierno (sic) y a las bondades de la reforma laboral impulsada por Yolanda Díaz y consensuada con patronales y sindicatos. Son aseveraciones escandalosas. A nivel nacional, y según la Contabilidad Nacional del Instituto Nacional de Estadística, España está todavía lejos de recuperar el nivel del PIB anterior a la pandemia. Según el Ministerio de Economía el PIB no volverá al nivel de enero de 2019 hasta el primer trimestre de 2023. Canarias y Baleares son las regiones más rezagadas en la recuperación y por una razón muy sencilla: su economía se desplomó cuando la covid paralizó el turismo. Canarias ha despegado desde finales del segundo trimestre de 2021 pero todavía le queda un trecho para llegar a un PIB similar al de 2019. Las islas están todavía recuperando el resuello frente a Aragón, Andalucía y Asturias, que van mucho mejor, y Cataluña y Madrid, que crecen más. Según los datos de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (IRe), el PIB de Baleares creció un 1,2% en el primer trimestre mientras que Canarias arañó en 1%. Contra lo que incomprensiblemente afirma el presidente Torres, Canarias no «sostiene» el crecimiento económico español –el país es una muy modesta medianía comparado con Madrid, Cataluña, Andalucía o Valencia, ahora y hace 20 años– sino que, muy al contrario, la todavía mediocre aunque cada vez más pujante recuperación de Baleares y Canarias –que han partido de una situación peor que todas las demás comunidades autonómicas– lastran el PIB español.

Respecto al desempleo la situación es definitivamente más grimosa. Es estupefaciente que el Gobierno de Canarias celebre el crecimiento del empleo que se está creando en este momento al socaire de la reforma laboral de la señora Díaz. La expresión más repetida por Torres, Máñez y los diputados de la mayoría es el santo grial del «contrato indefinido». Pero eso simplemente enmascara la nueva situación. Según el Servicio Público de Empleo Estatal de los contratos firmados en el mes de abril solo el 40,75% de los contratos indefinidos fueron a jornada completa. El 34,17 fueron fijos discontinuos y el 25,07% a tiempo parcial. Un colega de quien suscribe consiguió un empleo con un contrato indefinido, pero es fijo discontinuo. Trabaja de monitor en las piscinas de un hotel un mes, y al siguiente no, pero no pueden echarlo. En fin, sí pueden, abonando la indemnización correspondiente, pero ya se imaginan lo barato que es su despido. Un puñado de perras gordas. Como lo es el de la persona que trabaja tres horas diarias. Hay que analizar con detalle –un detalle que, por supuesto, la señora Máñez se ahorró ayer– las modalidades de los nuevos trabajadores indefinidos que han sido contratados en Canarias en los dos últimos meses, pero cabe suponer razonablemente que abundarán, en el contexto de una economía de servicios centrada en el turismo, los contratos por horas y los fijos discontinuos. La reforma laboral de Díaz –que por algo las organizaciones patronales aceptaron sin demasiados aspavientos– es algo así como precariedad con rostro humano. No está creando empleo. Ninguna reforma laboral crea empleo por sí misma y es vergonzoso ver a presidentes y consejeras afirmar lo contrario como de un prodigio que linda con lo milagroso –el señor Torres habla de «milagro sanitario canario», una expresión sin duda asombrosa para los enfermos que siguen instalados en los pasillos o petrificados en las listas de espera–. Esta reforma laboral es una falsa dignificación del precariado como nueva clase social descendente.

Al Gobierno, sin embargo, no le vas a quitar el buen humor y el orgullo de fabricar un humo de tramoya de la mejor calidad. «Entregaremos una Canarias mejor que la que recibimos cuando acabe la legislatura», insistió por enésima vez el presidente más supuestamente performativo que ha estado al frente de este país. Para Torres, puede que sea un extravío de filólogo, basta con enunciar un proyecto para que el adversario esté obligado a reconocer su éxito. «Para esto emplea este Gobierno el aumento de la recaudación tributaria», subrayó ayer, «para crear plazas de educación infantil de cero a tres años». Un loable objetivo que formuló hace tres días. Pero hasta el momento no ha creado ninguna plaza, como es natural. ¿Desde cuándo hay que reconocer, aplaudir, exaltar un objetivo de gobierno que ni siquiera ha empezado a materializarse? ¿Los objetivos tienen un valor meritorio? Cuando la oposición cuestiona tan extraña práctica la mayoría sale al rescate de su líder para dejar claro que solo la derecha no se alegra por ese montón de plazas que ya se crearán, no empuje usted. La derecha no se alegra con nada. Solo los fachas se niegan a vivir en Jauja.

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