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Pleno del Parlamento de Canarias | Sesión de control al Gobierno

Ir a Bruselas es una pérdida de tiempo

Lo mejor del pleno, sin duda, fue la comparecencia de Román Rodríguez,

que ha descubierto algo: no es necesario ir a Bruselas

para encargarse de los asuntos europeos

Uno de los encargados de llevar ayer al Parlamento la tradición gomera del ‘Ramo de Arure espera a un alto en el pleno para hacer su representación. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

Un día, un día que este cronista no verá, el presidente del Parlamento leerá una declaración institucional exaltando la labor de los tatuadores de encías en una isla de Micronesia o la pervivencia del arrorró en dura lucha contra el imperio universal de TikTok. No hay sesión plenaria que no comience con una buena declaración institucional que es una suerte de padrenuestro que Gustavo Mato reza para que se libre a la Cámara de cualquier sospecha de indiferencia por los males y esperanzas de este mundo. Esta semana le tocó a la Conservación de la biodiversidad marina en Canarias. Cuando los diputados despertaron Matos seguía ahí. El primero que despertó fue Casimiro Curbelo. Como es habitual suya fue la primera palabra, tal vez para enmascarar que suele ser la última. Curbelo estaba muy preocupado por eso de las tasas que impondrá la UE al consumo de combustible fósiles en la aviación a fin de avanzar hacia en los objetivos de descarbonización. Y le preguntó con toda la buena fe del mundo al presidente Ángel Víctor Torres como va a impedir el encarecimiento del transporte aéreo y su impacto en la conectividad de Canarias «con Europa, con España y entre las islas».

El cronista quiere creer plenamente, como Petrarca creía a Laura, al presidente Torres cuando afirma que el asunto está medio solucionado momentáneamente. Según Torres, sobre la base de un documento suscritos por todas las RUP con motivo de la cumbre de Martinica, hasta el año 2030 no se aplicará la tasa sobre combustible aéreo entre Canarias y la Península. «Y creo que estoy en condiciones de anunciar», agregó, «que no se aplicará en los vuelos entre las islas». ¿Está en condiciones? ¿Y sobre qué compromiso, convenio o acuerdo basa la certidumbre suficiente para emitir tal anuncio? Imposible precisarlo, porque el presidente no dijo nada más y tomó asiento mientras Casimiro asentía y tomaba nota para wasapear a su senador en cuanto terminara la sesión.

Manuel Domínguez no acaba de definir su estrategia como líder conservador. Quiere proyectarse como un hombre de Estado, pero solo parece que ha dormido mal. Domínguez es incapaz de la ironía, del sarcasmo y de relajar la espalda; quizás, también, de elegir una buena maquinilla de afeitar. Le preguntó a Torres su opinión sobre las próximas maniobras de la OTAN en el flanco sur, muy cerca de Canarias. El propósito del presidente del PP era –cabe imaginar – remover las divergencias ideológicas en el seno Gobierno, porque a Nueva Canarias no le gusta la OTAN y a Podemos no digamos. Pero Domínguez se equivoca. El debate en la Cámara - incluida la sesión de control - se somete a un reglamento. Los diputados de Podemos no van a saltar sobre Torres para exigirle que maldiga a la OTAN, y los de NC no digamos. Así que la pregunta queda – como susurró casi decepcionado un diputado socialista – como bastante gilipollas. Más vale que Domínguez se ate a sus siglas, como Ulises se ató al mástil de su navío, y no escuche sus propias preguntas. Torres respondió juiciosamente que todo lo que contribuya a la seguridad de Canarias en tiempos tan revueltos era positivo y asunto cerrado.

Las preguntas se multiplicaron como las moscas en verano. Vidina Espino preguntando sobre niños desafortunados a los que el Gobierno no le hace caso, Nira Fierro lanzando su pregunta- riquirracasumbalavaca sobre la Cumbre de Martinica, Manuel Marrero pidiéndole al presidente que empiece de una vez, mañana mismo a las ocho por ejemplo, a diversificar la economía canaria, porque todo parecía ir bien y de repente van y quieren construir cientos de plazas turísticas en el puertito de Adeje, que cosa más triste, solo cemento y piche en nuestras costas. Torres le dijo, como se les dice a los locos y a la gente de cierta edad con tendencia excesiva a comer grasas y a las indignaciones morales, que tenía mucha razón, y citó los rodajes cinematográficos como alternativa para una diversificación económica esperanzadora. Y además lo dijo sin reírse. «Soy consciente y comparto su punto de vista», le dijo el presidente a Marrero, «pero esto no puede hacerse de un día para otro». En los ojos de Marrero brillaba tenuamente una agridulce decepción. Cada vez que Marrero habla de diversificación económica dan ganas de salir del salón de plenos, comprarle el guante de Tanos en la juguetería más cercana y dejarle unos minutos para que chasque los dedos y aparezca la Canarias que desea. El diputado de Podemos probablemente piense, como Tanos, que estaría bien que desapareciera la mitad de la población. La gente que no vota a la izquierda, por ejemplo.

Pablo Rodríguez perfecciona cada día su aspecto de Clark Kent que dejó de ir al gimnasio desde que se estrenó Superman III. Preguntó sobre la migración proveniente de África, con sus miles de muertos ahogados en el Atlántico, y Torres le pido que «no politizara» (sic) el drama de la migración. Es una manera terrible de responder, pero está facilitada por una manera inservible de preguntar. María Australia Navarro insistió en lo mismo en su pregunta a Román Rodríguez. El vicepresidente le dijo que no, que no creía que el cambio de postura del Gobierno español sobre el Sáhara, y las buenas migas con Marruecos, sirvieran para aliviar la migración desde las costas africanas a Canarias. «Le felicito, le felicito», soltó Navarro. La oposición no entiende que este Gobierno de coalición no está unido por convicciones ideológicas, sino por el cemento del poder, y que a Torres le importa un bledo lo que piensa Rodríguez sobre Mohamed VI, y viceversa. No lo entiende y lleva casi tres años sin entenderlo.

Lo mejor del pleno, sin duda, fue la comparecencia de Román Rodríguez como consejero de Hacienda y Asuntos Europeos para informar de su viaje a Bruselas. Rodríguez ha descubierto algo: no es necesario ir a Bruselas para encargarse de los asuntos europeos. Ir a Bruselas para merendar chocolate o cenar unos mejillones al vapor con vino blanco es razonable; plantarse en la capital de la Unión para defender los intereses isleños y los expedientes que les afectan supone una lamentable pérdida de tiempo. El vicepresidente gastó su intervención contándoles a los diputados, como un cicerone jacarandoso, que España tiene un embajador ante la UE cuya conversación le fascinó, que la Dirección General de Asuntos Europeos estaba trufada de funcionarios técnicos excepcionalmente competentes, que entre los funcionarios de la burocracia continental había canarios con los que se reunió. Llevo bastantes años en esto y jamás he escuchado tantas trivialidades como las proferidas alegremente por Román Rodríguez, que salpimentó con genialidades como «seremos en el futuro la referencia de la descarbonización en Europa» o «hemos conseguido una nueva estrategia para las RUP que van a tener un gran peso en las políticas energéticas y ecológicas que se debaten y se consensuan en Bruselas» (sic). Ni Alemania, ni Francia, ni Italia, ni siquiera España, sino las Regiones Ultraperiféricas. Cuando posteriormente Rosa Dávila, consejera de Hacienda en el último Gobierno de CC, le dijo que el Parlamento de Estrasburgo había aprobado cinco días después de su visita la tasa impositiva del 15% para grandes empresas multinacionales, lo que vulneraría el REF de aplicarse en Canarias, Rodríguez empezó a impacientarse. «El Gobierno español», subrayó Dávila,«no defendió en ningún momento la exceptuación de Canarias ante la UE, simplemente porque usted no ha hecho su trabajo».

Fue entonces cuando el consejero explotó y dijo que viajar no servía para nada. «Bueno, está claro, si Europa no nos hace caso», dijo burlonamente, «le mandamos a la señora Dávila de viaje y ya está»”. Después de semejante patujada adoptó un tono sereno y dijo: «Seamos serios». La seriedad consistió en advertirle a la oposición que estaba condenada a ser oposición durante mucho tiempo.

El otro momento relevante fue el discurso de José Alberto Díaz Estébanez sobre el escándalo de los cuatro millones de euros que el Gobierno, en marzo de 2020, pagó por adelantado a una empresa sin garantías a cambio de mascarillas que jamás se entregaron. El mejor discurso de Díaz Estébanez en la legislatura porque puso en evidencia la torpeza, negligencia y estupidez de un Gobierno que actuó con una ligereza extraordinaria y con grave quebranto patrimonial para la Comunidad autónoma. En cualquier país civilizado el entonces director provisional del Servicio Canario de Salud, Antonio Olivera, viceconsejero de Presidencia y mano ambidiestra de Ángel Víctor Torres, hubiera dimitido para encerrarse en un agujero durante el próximo lustro. Pero este, por supuesto, no es un país civilizado. Esto es Canarias: un jardín de bellezas sin par.

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