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Parlamento regional | Segunda jornada plenaria

Cortejando a una normalidad que no volverá

Todo cambia y cambiará intensamente en pocos años, pero el Parlamento guarda silencio y nos aferramos a las cholas de los turistas

El consejero Sebastián Franquis habla con la diputada y presidenta del cabildo de Lanzarote Dolores Corujo, ante de empezar el pleno. María Pisaca

El avestrucismo más estólido, la indigencia intelectual más acicalada, una actitud servil y la borrachera de autosatisfacción de una mayoría que –como suele ocurrir– se imagina eterna son los principales rasgos del actual parlamentarismo canario. Solo hay que pasar y verlo y quizás por eso mismo no quiere verlo nadie. A los diez minutos de seguir el pleno y puesto a tono por un cólico renal descubres que no se equivocaba Nicolás Gómez Dávila cuando observaba que no era que las opiniones las que crean los partidos: son los partidos los que crean las opiniones. Yo no soy socialista, conservador o nacionalista y desde esa convicción me incorporo a una organización política: opino como socialista, conservador o nacionalista tal y como me informe el partido.

Es imposible detectar el más mínimo rastro de debate político. Un ejemplo: la comparecencia del consejero de Obras Públicas, el avezado Sebastián Franquis, para explicar el programa de Vivienda Vacía dentro del Plan de Vivienda de Canarias 2020-2025. No voy a reproducir ningún detalle. Digamos solamente que la diputada de CC, Socorro Beato, recordó los anteriores planes de vivienda, desde principios de siglo, y lo que se había conseguido, aportando datos de la propia administración autonómica. Franquis solventó el asunto diciendo que nadie podía creer lo que decía la señora Beato. Cuando la coalicionera insistió mostrando los papeles y la información oficial, el consejero insistió en que todo eso no era nada, «deje los papeles y vaya a la realidad, no haga usted el esfuerzo en una cosa que nadie ve». Y se acabó la conversa. Según ha demostrado una y otra vez en sus intervenciones parlamentarias – y hasta en alguna que otra entrevista– esa es la idea que Franquis tiene un debate parlamentario. Es sorprendente recordar que estuvo en el Congreso de los Diputados durante tres legislaturas. Quizás por entonces era un poquito más respetuoso con el resto de los diputados y con la misma institución parlamentaria. Por lo demás el señor Franquis siempre se muestra muy sorprendido de que los demás no le den la razón e insistan en hacerle preguntas que considera majaderías malintencionadas. Como si no tuviera nada mejor que hacer que aguantarlas.

Como no existe debate muchos diputados de la mayoría creen o fingen creer que ser de derechas merece como respuesta una condena, un reproche o un desplante, jamás un argumento, tampoco se habla habitualmente de nada sustancial. Por ejemplo, la nada nadeante que ofreció –según su contrastada especialidad– la consejera de Economía y Empleo, Elena Máñez, en su comparecencia sobre el impacto de la inflación en el tejido económico de las islas. Máñez intentó mañosamente enmarañar la inflación en Canarias, repitiendo por enésima vez que es un 15% o un 20% más baja que la media española. Desde CC se le recordó que la principal medida antiinflacionista anunciada por Pedro Sánchez en el debate sobre el estado de la nación eran billetes gratuitos en los trenes de cercanías y que en Canarias no funcionaban trenes de cercanías. ¿Haría algo al respecto el Ejecutivo regional? La consejera no lo aclaró demasiado. Ante la crítica Máñez siempre parece incómoda, como si estuviera en medio de una perpetua fiesta sonriente, pija y buenrollista, camisetas de cien euros y pachuli refinado en Antioquía, y de repente aparecieran vecinos protestando por el ruido de los invitados chapoteando en la piscina mientras en el equipo de música suena The Corrs o alguna basura semejante. El Gobierno ha tomado ya –al parecer – todas las medidas posibles en su infinita sabiduría. La economía va muy bien. Nunca habían estado tantas personas trabajando en Canarias. Mi mamá me mima y yo amo a mi mamá. Para ser justos, no todos los consejeros reaccionan así. A José Antonio Valbuena, consejero de Transición Ecológica, no le molesta absolutamente nada. Es un hombre de una tranquilidad estoica que lo único que no está dispuesto a admitir es que le ordenen meterse la camisa debajo de los pantalones. Inteligente y receptivo, ya conoce detenidamente todos los principales problemas medioambientales del Archipiélago y las grandes amenazas que se ciernes sobre nuestros fragilizados ecosistemas. En el pleno, por ejemplo, habló largamente de los vertidos al mar desde nuestras costas. Se los sabía todos, impresionante. Un día, cuando estén aprobadas todas las leyes que ha enviado a la Cámara, y se hayan desarrollado los reglamentos correspondientes y hasta el último ayuntamiento y el último funcionario estén imbuidos en el espíritu de las nuevas normativas seremos ecológicamente invulnerables. Si la subida de las aguas del océano no acaba con nosotros.

Un rasgo habitual de la literatura parlamentaria es denunciar la distancia entre los discursos y dimes y diretes parlamentarios y la puñetera realidad. En una democracia medianamente aceptable, en la Gran Bretaña de principios del siglo XX, ya lo hacía H.G. Wells en un libro titulado Anticipaciones. Del escritor Wells al jurista Norberto Bobbio pueden consultarse cientos de libros al respecto. En Canarias todas las fuerzas parlamentarias –desde el poder y desde la oposición– sostienen que el objetivo alcanzable es volver a la normalidad. A la normalidad antes de la crisis covid. A la normalidad, incluso, anterior a la crisis financiera de 2008, por la que Canarias pagó un altísimo precio, todavía no reparado del todo. Más temprano que tarde descubriremos que no podemos regresar a esa normalidad anhelada, y que en realidad estaba infectada por múltiples heridas sociales. No, no vamos a regresar. La guerra en Ucrania no es una acontecimiento aislado y fugaz. Es el principio de una modificación de la realidad geopolítica en la que hemos vivido durante décadas. Ese cambio tendrá sus consecuencias políticas, económicas, comerciales e ideológicas en Europa a medio plazo. Y también en Canarias y para Canarias. No se busque una reflexión conjunta y responsable sobre un fenómeno que restructurará nuestras condiciones de vida como país con graves problemas para atender su propio desarrollo, su prosperidad, su cohesión social. Un país al que le urgirá en un contexto de transformación e inestabilidad potenciar su capacidad de innovar y reinventarse, comer a diario y construir una sociedad civil más autónoma, más libre, más creativa. Todo cambia y cambiará intensamente en pocos años, pero el Parlamento guarda silencio y nos aferramos a las cholas de los turistas y la limosna institucionalizada.

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