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El día en que Felipe sedujo a España: "Una inyección de optimismo para Canarias"

El 28-O de 1982 el PSOE logró su primera gran victoria electoral de la democracia, con 202 diputados para gestionar la modernización del país tras la Transición | Socialistas canarios electos aquel día confrontan con diputados actuales su visión sobre la trascendencia de aquella ‘supermayoría’ absoluta

Mitin del PSOE el 17 de octubre de 1982 en en Estadio Insular de la capital grancanaria Cándido Quesada

Jerónimo Saavedra descubrió ese día que le habían robado su colección de más de 2.000 discos de música clásica; María Dolores Pelayo apenas durmió aquella noche de celebración; y Manuel Medina, por el contrario, se fue a la cama “tan tranquilo” sin saber si había logrado o no el escaño y se enteraría por la mañana por las trabajadoras del hotel donde se hospedaba. Mientras tanto, Tamara Raya acababa de cumplir 10 años y vivió con la curiosidad típica de esa edad, sin saber muy bien qué pasaba, el jolgorio en su casa de tradición socialista; y Héctor Gómez, desde la inocencia de sus 4 años, no tiene recuerdos del evento pero sí supo algún tiempo después que aquella noche, hace ahora cuatro décadas, cambió el rumbo del país. Los tres primeros fueron elegidos diputados en Canarias por las listas del PSOE aquel histórico 28-O de 1982. Los otros dos pertenecen a otras generaciones políticas, son ahora diputados socialistas en el Congreso, y proyectan una mirada más distante sobre la fecha, pero tienen la misma convicción que sus veteranos compañeros de que aquello fue algo irrepetible.

El socialismo español rememora en estos tiempos, postpandémicos y de guerra en Europa, de incertidumbre y de política a mordiscos, su primera gran victoria electoral desde la restauración de la democracia en España. Este viernes se conmemora el 40 aniversario de una jornada que quedó resumida para los anales en la fotografía de sus dos principales líderes, Felipe González y Alfonso Guerra, en la ventana del Hotel Palace en Madrid celebrando, manos engarzadas en alto y sonrisa exultante, un triunfo que superaba todas sus expectativas y que abrió una nueva etapa en la historia contemporánea del país, con Felipe González como el primer presidente de izquierdas desde los tiempos del Frente Popular en 1936. Una victoria para el PSOE que suponía el cierre de la Transición en los términos en los que hasta entonces se entendía el paso de la dictadura franquista a la democracia, el desarrollo definitivo de todo un sistema político consagrado en la Constitución aprobada cuatro años atrás, y la modernización de un país en todos los sentidos, especialmente el económico como paso previo al objetivo de la entrada en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE).

Canarias no fue ajena al movimiento ciudadano que aupó al PSOE a una mayoría absoluta de 202 diputados, con más de diez millones de votos, aunque con matices importantes porque los resultados no fueron para los socialistas tan espectaculares en las Islas como en el resto del país. Mientras en la Península el voto socialista alcanzó el 48,1 % del total de participantes en las elecciones (prácticamente un 80 % del censo electoral), en el Archipiélago se quedó en un 36 %, doce puntos menos. Según varios de los socialistas canarios electos en esa jornada, las fuerzas de la derecha y del antiguo régimen mantenían en las Islas un poder y una presencia muy determinantes, y el mensaje progresista tardó aún varios años en calar en muchos sectores de la ciudadanía isleña. Con todo, de los trece escaños canarios al Congreso en juego, el PSOE logró siete, cuatro por Santa Cruz de Tenerife y tres por Las Palmas, en tanto que de los once asientos al Senado, logró cinco. El lema “Por el cambio” con el que afrontó aquellas elecciones resultó premonitorio y eficaz.

Tres de aquellos siete diputados canarios electos ese día recuerdan ahora sus vivencias de la jornada y analizan su significado histórico, confrontando pareceres con algunos de sus compañeros de partido de nueva hornada y actualmente en el Congreso. Jerónimo Saavedra era, con 46 años, el líder de los socialistas canarios en aquella época y fue más tarde presidente de Canarias y dos veces ministro en posteriores gobiernos del PSOE, además de muchos otros cargos públicos en distintos ámbitos; María Dolores Pelayo, con 36 años, fue la única mujer en puestos de salida de todas las listas electorales canarias y, antes de iniciar su militancia en el PSOE, había sido senadora y diputada por la UCD (Unión de Centro Democrático) en las dos primeras elecciones de la democracia, las constituyentes de 1977 y las de 1979, respectivamente; Manuel Medina, por su lado, con 46 años por entonces, venía del PSP (Partido Socialista Popular) de Tierno Galván y luego ha tenido una extensa carrera como eurodiputado socialista. Ninguno de ellos duda en calificar el 28-O de 1982 como el momento en que la sociedad española, seducida por la figura de Felipe González, dio el paso definitivo para la consolidación de la democracia y la modernización del país.

Ejemplo de celebración”

Sus vivencias de aquella noche son variadas en lo personal, pero coinciden en lo emocional y en lo político. Saavedra cuenta como anécdota que ese día descubrió, al poco de haber ido a votar a su colegio electoral en Las Palmas de Gran Canaria, que le habían robado su colección de más de 2.000 vinilos de música clásica que tenía en la casa de su abuela, ya abandonada, cerca del campus universitario, toda una tragedia para un melómano como él. Pero pocas horas después pudo olvidar el disgusto cuando ya en la sede socialista empezó a recibir el infalible escrutinio que había realizado Alfonso Guerra, que auguraba esa mayoría absoluta de más de 200 escaños. Unos datos que el propio Guerra pasó al Ministerio del Interior tras el colapso del sistema informático que estaba llevando a cabo el escrutinio oficial. La celebración de la victoria fue sin embargo contenida en la sede socialista de la capital grancanaria por lo apretados de los resultados en la provincia oriental pese al triunfo apabullante en el resto del país.

Colegio electoral de la capital grancanaria el 28 de octubre de 1982 LP/DLP

“La sensación era de un momento de ruptura de la etapa anterior. Influyó mucho en ese resultado el intento del golpe de Estado de febrero de 1981. La sociedad dijo: aquí hay que cambiar esto porque hay muchas raíces perversas”, rememora ahora desde sus 86 años el veterano socialista. Según él, “el recuerdo y la interpretación de esa fecha y esos resultados no han cambiado con el tiempo porque lo que supuso claramente era: consolidar la democracia en un momento crucial, donde ETA, la extrema derecha y el golpismo estaban tratando de hacer descarrilar el proceso; y desarrollar los Pactos de La Moncloa para darle la vuelta a la situación económica, con un 28 % de inflación”. Insiste en que “fue una inyección de optimismo para abordar todos estos objetivos y preparar la economía española para nuestra integración en la CEE, que era imprescindible para el futuro del país”.

María Dolores Pelayo, que acabada de dejar la UDC e integraba como número tres las listas del PSOE al Congreso por Santa Cruz de Tenerife, recuerda que esa noche apenas durmió y que la sensación que le invadía en ese momento era el de “cambio de etapa” en la historia del país y suponía el punto y final a la Transición. Pero pone el énfasis en la responsabilidad con la que los socialistas celebraron el triunfo: “Todos teníamos en la mente que teníamos que dar ejemplo de la victoria, de cómo celebrarla y en qué íbamos a invertirla. Ese ejemplo lo dimos”, asegura la actual presidenta del Consejo Económico y Social de la Universidad de La Laguna. “Fue una victoria que marcó un antes y un después en el partido y el vida política del país. Veníamos de una etapa muy difícil, con la crisis económica, el terrorismo de ETA, el golpismo al acecho. Se firmaron los Pactos de La Moncloa y gracias a eso se contuvieron determinadas tentaciones”, resalta la tinerfeña.

“Estaba en Lanzarote, en un hotel en Tías. Por la mañana tenía que coger una guagua para Arrecife y las chicas de la limpieza me dieron la enhorabuena, y así fue como enteré que era diputado”

Manuel Medina - Diputado del PSOE en 1982

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“La victoria del PSOE en 1982 fue una especie de respuesta social ante cualquier intento de retroceso político en España”, resalta por su lado el lanzaroteño Manuel Medina, que era titular de la cátedra de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid e iba de número tres en la lista por Las Palmas, un puesto sobre el que tenían dudas de lograr el escaño. Medina siguió el escrutinio hasta una cierta hora, pero llegado un momento, “como todavía no salían los resultados, me fui a la cama”. “Dormí tranquilamente”, asegura. “Estaba en Lanzarote, en un hotel en Tías. Por la mañana tenía que coger una guagua para Arrecife y las chicas de la limpieza me dieron la enhorabuena, y así fue como enteré que era diputado”. Recuerda que Alfonso Guerra les había adelantado por la noche que “estaríamos por encima de los 200 diputados, y con eso nos quedamos tranquilos, pero de mi escaño me enteré por la mañana”. Según Medina, “la gente votó socialista porque era el partido más seguro en ese momento, con la UCD desintegrándose, la derecha de Fraga era volver al franquismo y el Partido Comunista (PCE) no inspiraba confianza”.

Colas en un colegio electoral de Canarias para votar el 28 de octubre de 1982. La Provincia / DLP

¿Voto PSOE o voto González?

Los tres ex diputados socialistas coinciden, con diferentes matices, en que en el triunfo del PSOE pesó tanto el partido como el liderazgo y la imagen social de su líder y candidato a la presidencia, Felipe González. “Felipe tenía una personalidad arrolladora y frente a la proliferación de aspirantes a líderes del centro-derecha, la figura del líder del PSOE estaba muy bien perfilada y se había ido acentuando en la vida política y parlamentaria”, asegura Saavedra. “Tenía carisma, proyección y aceptación pública y era muy buen ‘cartel’ electoral, y el partido estaba muy consolidado territorialmente”, añade. “Nos votó mucha gente que no estaba especialmente interesada en la política, y mucha gente más a la izquierda que entendieron que nos estábamos jugando algo muy importante desde el punto de vista de la consolidación de la democracia y de la modernización del país”, afirma el también ex alcalde de Las Palmas de Gran Canaria.

“Nos votó mucha gente que no estaba especialmente interesada en la política, y mucha gente más a la izquierda que entendieron que nos estábamos jugando algo muy importante desde el punto de vista de la consolidación de la democracia"

Jernónimo Saavedra - Diputado del PSOE en 1982, expresidente de Canarias

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Para Pelayo y Medina, hubo una clara “confluencia de elementos”. “Hubo gente que votó PSOE y gente que votó Felipe González”, asegura el ex eurodiputado. “González y Guerra representaban dos corrientes distintas que se aunaron en un programa socialdemócrata que conectó con la ciudadanía. Pero fue determinante el tipo de discurso que tenía González, que era de moderación, de confianza, de inteligencia, de proponer un modelo para salir de donde estábamos”, afirma la ex diputada tinerfeña. Pelayo, en esa legislatura de primera mayoría absoluta socialista, tuvo luego un destacado papel como ponente principal en todas las leyes que empezaron a desmontar el sistema de discriminación de las mujeres en las leyes franquistas aún en vigor. Participó como ponente principal en las profundas modificaciones del Código Civil sobre derecho de familia y sucesiones donde se igualaron los derechos entre hombres y mujeres, y en las del Código Penal para la derogación del delito de adulterio y el de amancebamiento, la despenalización del aborto y el uso de anticonceptivos, o la regulación de la interrupción voluntaria del embarazo.

Celebración por la victoria del PSOE en las calles de la capital grancanaria LP/DLP

¿Por qué el voto socialista en Canarias (y Baleares, donde PSOE y Alianza Popular empataron a tres escaños) no despuntó tanto como en la Península? Los tres ex diputados coinciden en destacar que, pese a ello, el salto cualitativo fue muy importantes respecto a la anteriores elecciones, las de 1979, en las que “la UCD barrió” con más del 55 % del voto en todo el Archipiélago y nueve de los 13 escaños en juego. “Tanto en Canarias como en Baleares los resultados no fueron tan altos porque el factor de la insularidad afectaba a la aceptación de los planteamientos con los que el PSOE logró captar el voto peninsular. El ciudadano medio de los archipiélagos era algo más conservador que en la Península”, señala Saavedra. “En Canarias había aún muchos restos franquistas, poderes fácticos acostumbrados a controlar y a mandar y con mucha capacidad de influencia”, añade Pelayo.

La mirada de los nuevos socialistas

¿Cómo ven y analizan la posteriores generaciones del PSOE aquella victoria del partido el 28-O de 1982? Desde el actual contexto político de un gobierno de la izquierda en precario, y de una cultura política afectada por el populismo y la ausencia total de consenso en el arco parlamentario para los grandes retos del país, los socialistas de nueva hornada miran con envidia, pero resignados, aquel hito histórico. Tamara Raya, tenía diez años en octubre de 1982 y es desde hace seis años diputada por Santa Cruz de Tenerife. Recuerda muy claramente “la pasión y la efervescencia con la que vivieron esa victoria mis padres. Para ellos, que no eran militantes socialistas pero se identificaban con el proyecto, fue un acontecimiento que les sacó definitivamente de la etapa anterior, la de la España en blanco y negro, y eran conscientes de que se encauzaba desde una óptica progresista el final de la Transición”.

Su compañero Héctor Gómez, seis años menor que ella, señala que “en casa eran muy partidarios de Felipe González” según supo después, pero obviamente no tiene recuerdo de la fecha. Sí los tiene, sin embargo, de algunos de los avances que iba logrando el país durante los gobiernos de González de consecutivas mayorías absolutas, como cuando, ya con 14 años, formaba parte de la primera generación de españoles que miraba a Europa sin complejos, con eventos históricos como las Olimpiadas de Barcelona, la Expo de Sevilla y los efectos de la integración en la Unión Europa en 1986. “Recuerdo un liderazgo indiscutible e indiscutido de Felipe. Ese poder cautivador y esa capacidad de llegar a la ciudadanía era abrumadora”, afirma Gómez del líder socialista antes del famoso ‘desencanto’ y de que, a partir de 1993, la ciudadanía empezara a cambiar su percepción de un gobierno ‘felipista’ desgastado por 14 años de poder.

Varios factores

“Para obtener esa victoria tuvieron que darse varios factores, un gran conexión del partido con lo que pedía la sociedad para el nuevo tiempo, y un líder que personalizaba esos anhelos en el ámbito político, incluso por su indumentaria y lenguaje”, apunta Tamara Raya. “Había ganas de cambio y los españoles vieron en González un líder joven pero fiable que les representaba”, recalca, Héctor Gómez, que ha conversado algunas veces con el ex presidente sobre aquella fecha. “El PSOE estaba muy vertebrado en todo el territorio, pero el liderazgo y el carisma de Felipe González eran indiscutibles y muy determinantes. Su imagen ante los españoles impulsó mucho el proyecto. Pero la estructura de la organización también ayudó a conseguir ese resultado”, argumenta.

Para Raya y Gómez, la reflexión que se impone en el actual contexto sobre aquella victoria socialista del 82 es que la complejidad de la sociedad actual, con retos que nada tienen que ver con los de entonces, y los cambios en el sistema de partidos en España, cambian las claves del análisis. “Son escenarios tan diferentes que cuesta trasladar lo que significó esa victoria a la situación y a la sociedad actuales. Entonces estaba todo por hacer en el ámbito de los derechos y de los servicios públicos, la modernización del país y que fuera un país asimilable al resto de Europa. Todo lo que estaba en las expectativas de los españoles se da ahora por descontado, es algo con lo que las nuevas generaciones han nacido o han crecido y no hay una conciencia de lo mucho que costó lograrlo”, señala Raya. “En el 82, las opciones eran pocas y ahora hay muchas más porque es una sociedad más compleja y en el fondo más insatisfecha. Es más complicado fijar un mensaje y una agenda para la izquierda porque el votante progresista es mucho más exigente y se desencanta más que el de la derecha”, resalta la diputada.

Más sentido de Estado

Héctor Gómez, por su lado, apunta que “como reflexión desde el momento actual, diría que necesitamos en el momento político nacional, en todos los ámbitos, más sentido de Estado y más voluntad de alcanzar acuerdos”. Según él, “el oportunismo y los populismos” amparan “discursos fáciles que expresan la falta de compromiso en la defensa del interés general”. Y añade como conclusión: “Si tenemos que hacer un contraste del 28-O con hoy, la clave es esa diferencia entre los perfiles de políticos y de partidos, que anteponían los intereses del país a los de las propias organizaciones políticas, como se demostró con los pactos de La Moncloa”, asegura el diputado. “Existía una mayor generosidad política, frente a la competición actual por el protagonismo y ocupar el espacio político al milímetro y en cada instante”, concluye con un deje de nostalgia no vivida pero sentida de aquel lejano 28-O del 82.

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