Análisis

Exhibición de poder masculino

De nuevo estamos ante una trama de corrupción en la

que hombres poderosos recurren a la prostitución

Dos imágenes del sumario del caso en las que aparece el exdiputado Juan Bernardo Fuentes con mujeres prostituidas. | | LP/DLP

Dos imágenes del sumario del caso en las que aparece el exdiputado Juan Bernardo Fuentes con mujeres prostituidas. | | LP/DLP / Violeta Molina

Violeta Molina

Se destapa una nueva trama de corrupción, el caso Mediador, y trasciende que los presuntos corruptos empleaban el dinero de las mordidas en fiestas con mujeres prostituidas. Grupos de hombres poderosos de farra, pagando por acceder al cuerpo de las mujeres e incluso dejándose fotografiar en esas circunstancias: esta historia que se repite por enésima vez habla de desigualdad, exhibición de poder y masculinidad, pero no de sexo.

Ni sexo, ni diversión, lo que subyace a este tipo de comportamiento es una ostentación de poder, la demostración de la dominación masculina sobre las mujeres y el refuerzo de los vínculos patriarcales entre los varones, la llamada ‘fratría’.

La investigadora y profesora de Sociología de la Universidad de Vigo Silvia Pérez explica que «los valores de una masculinidad aún hegemónica en sociedades patriarcales como la nuestra están vinculados al menosprecio de lo femenino y a la exhibición de esta masculinidad ante el grupo de pares, esto es, otros hombres».

Pérez subraya: «Dentro de esto, la prostitución representa un lugar donde poder ejercer este tipo de masculinidad sin cortapisas, un lugar donde las mujeres somos servidoras sexuales, eminentemente, que es la posición relacional en la que se entiende que debemos estar».

En el mismo sentido, la doctora internacional en estudios de género e investigadora feminista Mónica Alario señala que la prostitución es «una práctica completamente vinculada al poder» y que las conductas que se han conocido del caso Mediador no son «nada sorprendentes», porque están ubicadas en una realidad en la que muchos hombres consumen prostitución, hasta cuatro de cada diez.

Alario destaca que la idea que llega es que «les gusta el sexo y se van de putas», pero aclara que es una idea equivocada: «Les gusta la violencia sexual y tienen dinero para ejercerla previo pago, que es diferente. Se sigue pensando que cuando hablamos de prostitución hablamos de algo vinculado con el sexo y no con la violencia».

Exhibición de poder masculino

Exhibición de poder masculino / Violeta Molina

«Se trata de una ostentación de poder, lo hagan hombres como estos que tienen poder de una manera tan clara u hombres que tienen el poder del patriarcado, sin ser políticos, ni cargos de grandísima responsabilidad. Tenemos que tener en cuenta que este acceso a los cuerpos de las mujeres es una de las demostraciones fundacionales del poder del patriarcado», añade.

También la profesora de la Universidad de Vigo pone el foco en que no solo los grupos de poder recurren a estas prácticas. «Históricamente el cuerpo de las mujeres ha sido patrimonializado por los hombres y la prostitución es un resquicio de esa apropiación. No debemos descontextualizar el hecho de que la compra de sexo tiene género y responde a valores culturales determinados, también desde la economía de mercado», enfatiza Pérez.

Mientras a las mujeres se las educa en otorgar bienestar y en la empatía, a los hombres en «sentir el poder, erotizarse con el poder» e incluso en la desactivación de la empatía hacia las mujeres, incide Alario. Ese consumo del cuerpo de las mujeres es, según la investigadora, un tipo de violencia que se sustenta en la desigualdad.

A pesar de ello, la repulsa social ante casos como el Mediador responde más a la indignación ciudadana frente a la corrupción que a un rechazo a los puteros. «La corrupción habla de un mal uso del dinero público, que es una cosa terrible que hay que denunciar, pero esto va más allá: es una corrupción que se está empleando para atentar contra los derechos humanos de las mujeres. No es una malversación de fondos, estoy utilizando esto para violar a mujeres prostituidas», remarca Alario.

Incluso el lenguaje que se está utilizando en los medios de comunicación para narrar los hechos, resalta la investigadora, deshumaniza a las mujeres por cuanto se comparan las drogas y las mujeres prostituidas como si fueran ambas objetos de consumo.

Por otro lado, existe bastante división en la sociedad española en torno a la prostitución. Según el CIS, solo un 32% de la ciudadanía está a favor de castigar a los puteros, mientras que otro 32% cree que pagar por sexo es inaceptable pero no debería ser reprochable legalmente, y casi el mismo número, un 28%, opina que es aceptable intercambiar dinero por el acceso al cuerpo de una mujer.

«Todos y todas somos partícipes en alguna medida de una sociedad consentidora del machismo que legitima el sistema prostitucional», apunta la profesora de la Universidad de Vigo, quien pone el acento en cómo las prácticas grupales con mujeres prostituidas, como las que han trascendido en el caso que nos ocupa, empiezan a ser habituales también entre los más jóvenes.

Pérez relata cómo las investigaciones sociales evidencian una «tendencia preocupante»: los jóvenes están desarrollando insensibilidad hacia la violencia sexual y a eso se le suma la falta generalizada de conocimiento en materia de sexualidad e igualdad.

El acceder en grupo al cuerpo de mujeres prostituidas tiene que ver, sostiene Pérez, con la «homosociabilidad», que es el «escenario en el que se exhibe y despliega la práctica de la masculinidad hegemónica». Esta se construye con relación a sus congéneres y no con la relación que se mantiene con las mujeres.

Alario afirma que de esta manera se refuerzan los vínculos de la fratría: hombres con privilegios y poder para decir y hacer lo que quieran a una mujer prostituida. «Todos juntos, nos vamos a ir demostrando unos a otros que somos unos machotes que decimos o hacemos cosas a esa tía para dejar claro que estamos por encima de ella», denuncia de investigadora.

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