Reconstruir la vida sobre la lava del volcán de La Palma

El primer afectado en conseguir licencia para construir sobre la colada usará el material arrojado por el volcán Tajogaite para los cimientos

Ricardo Camacho señala la zona donde reconstruirá su vivienda, justo sobre las coladas del volcán. | | LP / DLP

Ricardo Camacho señala la zona donde reconstruirá su vivienda, justo sobre las coladas del volcán. | | LP / DLP / Ramón Pérez

Ricardo Camacho se ha convertido en el primer vecino en conseguir una licencia para reconstruir su vivienda sobre las coladas y espera ser también el primero de muchos afectados que se decidan a volver a ocupar sus parcelas que resultaron arrasadas por la lava del volcán Tajogaite.

Las coladas del Tajogaite ya son un territorio listo para conquistar. Se logró, primero, trazando unas vías pioneras que unieran las dos comarcas separadas por la lava. Además, se van a poder recuperar las fincas situadas en los bordes de las coladas y, ahora – con la concesión de la primera licencia– también se podrá construir una vivienda sobre el duro basalto que resultó de la erupción de septiembre de 2021.

Esta semana, un vecino del barrio de La Laguna, en Los Llanos de Aridane, se convirtió en protagonista en los medios. Ricardo Camacho perdió su casa construida a lo largo de 25 años. En ella había puesto su esfuerzo, su dedicación y casi toda su economía.

Ahora, casi año y medio después de que la lava sepultara su propiedad, confiesa que sigue sufriendo un duelo por haberlo perdido todo. Se atreve a explicar «fácilmente» las situaciones y etapas vividas durante todo este tiempo. «La primera es negar, negar que a nosotros el volcán se nos llevará a la casa», señala, «después pasamos a una etapa de ira, de cabreo total», para con posterioridad «empezamos a negociar, a ver lo que pueda pasar o lo que no pueda pasar».

Camacho también añade que después vinieron momentos de depresión «porque nos hemos quedado sin nada», para al final, dentro del duelo, «también hay una fase de aceptación». Y es que «tenemos aceptado que hemos perdido nuestra vivienda por el volcán», dando paso ahora a un momento en el que «intentamos recuperarnos».

En su caso particular, Ricardo Camacho –que se ha convertido en el primer vecino en obtener esa licencia para construir sobre la lava– asegura que su deseo es que ese paso pudieran darlo todos los vecinos afectados y que están en una situación similar a la suya.

Quisiera no ser noticia y que «todos lo que hemos perdido las viviendas estuviéramos en el sitio que quisiéramos», refiriéndose a que «los que quieran volver a su vivienda puedan hacerlo y los que no, que se ubiquen en otro sitio».

Recuerda también este afectado que «hay mucha gente que ha comprado parcelas», renunciando a esta posibilidad y reconociendo que «no caí en esa especie de trampa, con el tema de la especulación con la reestructuración de las normativas para que la gente pudiera construir en suelo rústico».

La esperanza que no se pierde

Eligió seguir en su parcela, sobre la lava, lo que hace que ahora comience para él otro periodo: el de la esperanza. Aunque Ricardo bromea con que siempre la ha tenido consigo, ya que su madre se llama de esa manera.

Reconoce que tiene «la ilusión de volver a tener vivienda», pero también que hace 25 años, cuando comenzó la construcción de la que perdió bajo la lava «tenía otras inquietudes, era más joven, quería trabajar y comerte el mundo», mientras que ahora se conforma con una pequeña vivienda.

Ricardo Camacho insiste en que tenía «clarísimo» que quería retomar su vida en el mismo sitio, «sin miedo al volcán», ya que «el miedo había que tenerlo cuando reventó el volcán», pero ahora tras perder la vivienda, «tengo mi parcela, cumplo la norma, tengo acceso a ella, tengo agua, luz, el saneamiento se arreglará por parte del Ayuntamiento y no hay ningún problema».

Su parcela, situada frente al Colegio de La Laguna, está justo dónde se detuvo la colada número ocho. Allí llegó la lava el 20 de octubre y afectó sólo durante esa jornada. «Llegó, nos llevó todas las casas y se paró», después «el cono giró hacia Todoque otra vez y por eso nosotros nos quedamos con un espesor de colada sobre la que sí se puede construir», señala.

Dejó una capa de unos tres metros de altura de basalto muy duro, ya frío, que Camacho utilizará como cimientos para construir una nueva vivienda. Hacerla igual para este enfermero es imposible, ya que «tenía una casa muy grande que construí durante un montón de años trabajando y ya no tengo el espíritu y las ganas que tenía antes». Por eso confiesa que hará «una casa mucho más modesta, pero cómoda ya que la experiencia de la vida nos dice que es lo que nos hace falta para estar cómodamente».

Pero no olvida tampoco el periodo que ha tenido que vivir para llegar hasta aquí. Durante el último año y medio han quedado atrás muchas dificultades. Entre sus vecinos que perdieron las viviendas «unos se fueron a hoteles, otro nos fuimos a pisos de alquiler y a otros los han llevado las casas-container o prefabricadas».

Sobre estas últimas señala que «las condiciones de habitabilidad las cumplen; si no, no las pondrían, pero son una tumba muy grande». Y es que Ricardo Camacho se lamenta de que «ya teníamos bastantes problemas para poder vivir, para que te metan en un ataúd gigante y yo eso no lo quería, ni me lo planteé», señaló.

Las ayudas que recibió de las distintas administraciones por la pérdida de la vivienda le permiten afrontar los gastos de su nueva vivienda. «Creo que tengo suficiente», indica, rechazando «volver a hipotecar mi vida, ni mi patrimonio, ni mi trabajo». Afortunadamente, apunta, «con lo que recibí del Consorcio y la ayuda, y lo que yo tenía de mis ahorros» será suficiente para que pueda acometer el nuevo proceso de reconstrucción.

Además, no le pesa que su jardín vaya a ser un volcán, apuntando a que hay muchos modelos en los que fijarse, «como en Lanzarote, Madeira o Cabo Verde». En su antigua casa tenía un pequeño jardín de cactus «que estaba muy coqueto y que se puede reproducir».

Ya no plantea tener un muro blanco de hormigón como tenía antes, ahora hay muchas piedras y «aunque el paisaje es oscuro, hay buenas vistas». Por eso, Camacho señala que «si miro hacia la zona de donde nos llegan los vientos alisios veo el volcán, pero si miras hacia el otro lado veo el mar».

El futuro de estos vecinos ya está aquí, y por eso Ricardo Camacho desea que se empiecen a dar licencias «una detrás de otra» para que la gente empiece a construir. «Ya llegará la luz, el agua o el internet», recalca.

Atrás se quedarán los malos momentos, no sólo cuando la lava lo arrasó todo, también cuando la maquinaria comenzó a despejar el terreno y «aparecieron adoquines» de su parcela «totalmente enteros». Ahora sólo queda el rastro de unos de los muros que rodeaban su parcela. «Verlo me remueve el alma, pero tengo que aceptarlo».

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