Salvamento Marítimo, tres décadas haciendo del Atlántico un lugar seguro

La entidad de rescate celebra su 30 aniversario | El buque ‘Miguel de Cervantes’, el ‘superhéroe’ que lucha contra la contaminación en las aguas del Archipiélago

González, Tarrío, Canosa, Salinas y Sánchez frente al ‘Miguel de Cervantes’.

González, Tarrío, Canosa, Salinas y Sánchez frente al ‘Miguel de Cervantes’. / A. CRUZ

El océano Atlántico que baña las costas canarias es apreciado y temido al mismo tiempo. Un gigante azul con poder para acabar con la creación humana. Un coloso en el que faenan cada día miles de marineros isleños, que se sienten más seguros al tirar la red o levar anclas gracias a Salvamento Marítimo. La entidad celebra este año su 30 aniversario con la satisfacción de haber rescatado, solo el año pasado, 21.847 vidas en el Archipiélago.

«Los teníamos que separar porque se peleaban por las botellas de agua de lo deshidratados que estaban». Así relata José Ángel Tarrío, marinero del Buque de Salvamento Marítimo Miguel de Cervantes, el rescate de los tres polizones que llegaron al Puerto de La Luz aferrados a la pala del timón del petrolero Althini II el pasado noviembre. Permanecieron al ras del mar los once días que duró la travesía desde el puerto nigeriano de Lagos hasta la capital grancanaria. Al ayudarlos a bajar de aquella pala, describe Tarrío, solo se podía «agarrar hueso» de la desnutrición que sufrieron en el viaje.

Tarrío y los otros once tripulantes de este barco naranja –color corporativo de Salvamento– de 56 metros de eslora permanecen en el Puerto de La Luz al acecho de cualquier emergencia marítima y marina. Cuando el centro de control alerta de algún suceso, el protocolo estipula que el navío tiene 20 minutos para zarpar en busca del grito de socorro. «Es algo muy importante que llevamos a raja tabla», subraya el capitán, Jaime Sánchez.

En especial, Salvamento Marítimo es conocido en las Islas por auxiliar a los migrantes que intentan llegar a las costas de Canarias, pero su función va más allá. El buque Miguel de Cervantes es un remolcador y, como tal, entre sus tareas principales, por ejemplo, está ayudar a los barcos que se aproximan demasiado al litoral para alejarlos o trasladarlos al puerto, aunque no todos los navíos en apuros son igual de colaborativos. ¿Motivo? El orgullo. El contramaestre Óscar Canosa explica como en una ocasión un quimiquero cubano averiado se negó a ser remolcado. Estaba al límete de la zona de riesgo –muy cerca de la costa–, pero su tripulación aseguraba que «podía gestionar el problema». «Tuvimos que llamar a las autoridades para poder situarlo en un lugar seguro», relata Canosa.

Las emergencias sobre el ancho mar pueden durar días. Concretamente, el capitán Sánchez recuerda el accidente del Bentago Express. El catamarán de Fred Olsen que cubría el trayecto entre Gran Canaria y Tenerife encalló a principios de 2021 en una noche tormentosa al intentar atracar en el Puerto de Agaete. Tocó el lecho marino con el patín de babor y quedó varado con 59 pasajeros y 17 tripulantes en su interior.

El Miguel de Cervantes recibió la alerta y esa misma noche se presentó raudo y veloz en el muelle norteño dispuesto a remolcar el catamarán, pero la faena se alargó una semana. «Estuvimos ocho días en el mar, no siempre es posible realizar el trabajo con éxito a la primera», apunta Sánchez.

En estos casos, cuando el Atlántico está bravo y toca permanecer a su merced varias jornadas, el chef de abordo, Carlos González tiene un plato estrella. ¿Cuál? Espaguetis con atún. Esta receta es todo ventajas, afirma el cocinero. Primero, le gusta a toda la tripulación, y segundo, si hay marejada no hay peligro de derrame.

Tangones y barreras

Salvamento protege a las personas, pero también al medio marino. De hecho, luchar contra la contaminación es otras de las arduas tareas. En este sentido, una de las emergencias que más ha marcado al primer oficial de cubierta, Antonio Salinas, es el incendio –y posterior derrame– del pesquero ruso Oleg Naydenov.

El navío ardió en el Puerto de la Luz en el mes de abril de 2015. No se consiguió apagar, por lo que las autoridades decidieron arrastrarlo hasta el sur de Maspalomas, donde se hundió con 1.409 toneladas de fuel a bordo. Ante el peligro inminente de derrame, se movilizó a varias unidades de Salvamento, que se encargaron de acabar con las manchas negras generadas por los hidrocarburos. «Cuando llegamos y vi aquello no pude evitar pensar ‘tremendo desastre», admite Salinas.

El buque naranja que protagoniza este reportaje tiene capacidad para acumular hasta 290 metros cúbicos de un hipotético vertido. ¿Cómo se recoge? Con los tagones. Esta herramienta es un brazo mecánico que se coloca en el costado del barco y recoge todo el combustible a su paso como si fuese una aspiradora.

En lo que respecta a la contención de la contaminación, el navío cuenta con una barrera hinchable que se despliega para cercar la mancha de fuel y evitar que se expanda.

Este equipo de 12 tripulantes está de servicio 24 horas al día durante un mes entero, al acabar los treinta días vuelve a casa –cada uno a la suya– y son reemplazados por otra tripulación hasta el mes siguiente. ¿Y mientras trabajan dónde viven? Entre más cerca de la emergencia, más rápida es la actuación. Por eso, los marineros duermen en el buque, una convivencia que Sánchez califica de «bastante buena». No es para menos, todos tienen algo en común: pasión por el gigante azul y vocación infinita por ayudar a los demás.

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