«Conseguí llegar después de cinco intentos. Vi morir a dos amigos y fui detenido»

Diocou ayuda en la atención de los migrantes a pie de muelle como voluntario de Cruz Roja

DIRECTO | Crisis migratoria en Canarias: última hora sobre las llegadas, reparto de menores, juicios y acogida

Youssouph Diocou, voluntario de Cruz Roja que llegó en patera en 2022.

Youssouph Diocou, voluntario de Cruz Roja que llegó en patera en 2022. / LA PROVINCIA / DLP

Isabel Durán

Isabel Durán

Las Palmas de Gran Canaria

«Intenté llegar a Canarias cinco veces y a la sexta lo conseguí. En una de la ocasiones vi morir a dos amigos y en otra estuve durante un mes y medio en prisión, después de que la gendarmería marroquí nos rescarata tras ocho días a la deriva en una patera», recuerda Youssouph Diocou, un joven senegalés de 26 años que arribó a Fuerteventura inconsciente y deshidratado, en abril de 2022. La suya es solo una de las historias que ha llegado al Archipiélago a lo largo de los 30 años de la ruta canaria. 

Diocou abandonó su ciudad natal, Sedhiou, al sudeste de Senegal, con el sueño de trabajar en España para ayudar a su familia, pero no podía emprender la ruta sin antes ahorrar para pagar el viaje. Primero se mudó a Dakar, donde ganó algo de dinero que le permitió trasladarse a Dajla, desde donde hizo sus primeros intentos de zarpar hacia Canarias. «Algunas veces perdí el dinero que pagaba, por lo que tenía que volver a empezar de cero», explica. Decidió trasladarse hasta Nador, al norte de Marruecos, desde donde también intentó cruzar a la Península sin éxito. Por último, se trasladó hasta El Aaiún, donde logró burlar los controles policiales. «Zarpamos sin comida y casi sin agua. Había mujeres y niños. Yo me desperté en un hospital de Fuerteventura», relata Diocou, quien reconoce que nunca volvería a repetir ese viaje. «No se lo recomendaría ni a mis enemigos», señala.

Un aliado en el muelle

Cuando se recuperó de la travesía, lo enviaron al centro Canarias 50, en Gran Canaria, donde relata que empezó a «sentirse feliz» por haber realizado su sueño. La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) le ayudó a gestionar su solicitud de asilo y lo acompañó en su proceso de aprendizaje de español, formación e integración. «Para mejorar el idioma me inscribí en Cruz Roja como voluntario», explica Diocou, quien colabora como traductor, pues domina hasta nueve dialectos africanos. «Si ven que les recibe alguien como yo es más fácil que se abran y quieran hablar. Me ven como un aliado», detalla.

Haber vivido una historia similar a la de las personas que llegan ahora en cayuco o patera remueve los sentimientos de Diocou. «Se me hace muy duro ver llegar a los niños. Me rompe el corazón. Son mi familia, mis hermanos africanos, y quiero darles apoyo. Nunca me voy a cansar de esta labor», afirma el joven senegalés, que trabaja desde hace nueve meses en un centro de menores como auxiliar de educador y traductor.

Por ahora la idea de regresar a Senegal no se le pasa por la cabeza, pues «conseguir trabajar allí es prácticamente imposible». Aunque reconoce que estar lejos de la familia y vivir en un país extranjero es «muy duro», señala que el motivo para abandonar su país de origen fue conseguir un empleo con el que poder ayudar a sus padres y a sus hermanos, que viven en condiciones muy precarias. «Allí solo se puede sobrevivir. La vida es demasiado complicada. Mi obligación es mandar ayuda para que puedan estar algo mejor. Me jugué la vida solo para eso», concluye.

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