Memoria Viva
Antonio Marquez: "En el 23F iba al baño del Congreso seguido de un Guardia Civil con metralleta"
«Fui el primero en hablar del concepto de 'Estado archipielágico' y las aguas jurisdiccionales, en un artículo publicado en 1976», afirma el economista y primer presidente de la Audiencia de Cuentas
«Cuando perdimos las elecciones en 1982 y se disolvió UCD me fui a casa; eso no lo hace mucha gente", sostiene el exdiputado
Como diputado por la UCD, Antonio Márquez Fernández (Arrecife, 1944) vivió en carne propia el fallido golpe de estado del 23 de febrero de 1981. Cuando irrumpió Antonio Tejero pistola en mano en el Congreso, se agachó en su asiento junto a sus compañeros canarios Lorenzo Olarte y Fernando Bergasa, ambos ya fallecidos. Recuerda que tuvo que ir varias veces al baño, pues el secuestro duró toda la noche, y lo acompañaba un Guardia Civil que lo apuntaba por la espalda con su metralleta. Parecía como si fuera a fusilarlo. Esas idas al urinario se convirtieron en un termómetro de la situación, porque el gendarme al principio estaba «muy subido de tono», pero luego, con el paso de las horas, se iba desinflando y le llegó a decir que si le habían engañado, que si ETA, y ya, al final, que le echara una mano para que no le pasara nada.
Esta es una de las múltiples anécdotas que narra Antonio Márquez con el humor canario, socarrón, que le caracteriza. A sus 81 años, conejero de pura cepa, casado con la también lanzaroteña María JesúsLópez desde hace 54 años, padre de cuatro hijos y con ocho nietos, conserva una jovialidad y un lustre encomiables, además de ser un gran analista de la realidad económica, política y social del país y de las Islas, que comenta en las tertulias de los jueves con sus amigos. «Los jueves al sol, como yo le digo», se ríe.
Reputado miembro de la comunidad masónica canaria, Márquez ha desarrollado una prolífica vida profesional como economista y auditor en el sector público, y también en la política con su militancia primero en Unión Canaria en 1976, que se integró en UCD en 1977, y desde 1989 en el PSOE, partido al que se afilió porque –insiste– había abandonado sus postulados marxistas iniciales para convertirse en una formación socialdemócrata, de la que llegó a ser secretario de Organización en las Islas a finales de los 90. «Soy un socialdemócrata radical», se define con brío. Y ya desde estudiante de Económicas en las universidades de Madrid y Málaga, participaba en todos los «saraos antifranquistas», cuenta.
Márquez proviene de una familia de armadores de Lanzarote y siempre ha estado vinculado a la pesca y al mar, áreas de las que es un experto. De pequeño sentía pasión por las peleas de los gallos ingleses en la Isla, y al ir interno al colegio Corazón de María y después al Jaime Balmes, en Las Palmas de Gran Canaria, se le quitó totalmente la afición por la «escandalera» que había en la gallera del Cuyás, con la gente gritando las apuestas. En Lanzarote , las peleas de gallos se celebraban en silencio, y solamente se oía el revolotear y el aleteo de los animales. Tras esos años, se fue a estudiar Económicas a Madrid, donde participó en actividades antifraquistas. Era una época de protestas estudiantiles contra el régimen y se produjo el cierre de la Universidad en 1968. Su padre decidió que prosiguiera la carrera en Málaga, y allí compartió piso con el también economista canario Rafael Esparza, entre otros. Márquez se libró por los pelos de la represión franquista pero recuerda que a Esparza lo detuvieron por protestar contra el estado de excepción declarado en 1969 por Franco, y él, vestido de tuno con su guitarra en la mano, fue a las cinco de la mañana a la casa del decano de la Facultad de Económicas, Alfonso García Barbancho, para pedirle que acudiera a la cárcel y mediara en favor de su compañero. Así lo hizo y lo soltaron.
«Cuando perdimos las elecciones en 1982 y se disolvió UCD me fui a casa; eso no lo hace mucha gente»
Como economista, Márquez se considera discípulo de José Luis San Pedro, que también era escritor, y de Ramón Tamames, aunque menos, precisa. Cuando Antonio Márquez regresó en 1973 a Las Palmas de Gran Canaria solo habían 18 economistas. «Ahora hay miles», apostilla.
Rápidamente entró a trabajar en el Consejo Económico de Canarias, que era un organismo regional que estaba vinculado al sindicato vertical y asesoraba en materia de planificación del desarrollo al Gobierno de Franco. Evoca que en su primera intervención en un pleno de este órgano habló ya del coste de la insularidad, y también del doble coste que suponía en las islas no capitalinas.
Allí estuvo seis meses y después empezó a trabajar como administrador del Instituto Social de la Marina de la provincia de Las Palmas y de las delegaciones del Sáhara. «Trabajaba como un negro», recuerda, porque daba clases en la Universidad Distancia (UNED), en la Escuela de Pesca, en la de Graduado Social, y la asignatura de Estructura y Política Económica en Empresariales.
Aguas jurisdiccionales
Afirma que fue el primero en tratar en un artículo publicado en 1976 la cuestión de las aguas jurisdiccionales canarias, aunque haya quienes le den la paternidad al tinerfeño Victoriano Ríos, quien fuera presidente del Parlamento y senador nacionalista. El escrito de Márquez se titulaba El concepto de Estado Archipielágico y su aplicación por analogía en Canarias, donde exponía que las aguas jurisdiccionales serían como el territorio de las Islas, proponía las líneas de base, la mediana con Marruecos y hablaba sobre la explotación de los nódulos submarinos y de sus minerales.
En esos años, estaba ya inmerso en la política isleña, y se creó Unión Canaria, con Lorenzo Olarte, Fernando Bergasa, Juan Mederos o Andrés Calvo, entre otros, un partido de corte social demócrata «con un ligero tono nacionalista» que pedía la Autonomía, apunta Márquez. Era el año 1976 y en 1977 se integran en la Unión de Centro Democrático (UCD), dirigida por Adolfo Suárez, donde coexisten distintas corrientes. Llegó a ser secretario provincial y regional de este partido y diputado en el Congreso en las elecciones de 1979 hasta 1982.
Previo a las elecciones, en 1978 se convirtió en el presidente de Astilleros Canarios (Astican), que era una empresa pública del Instituto Nacional de Industria (INI), cargo que compaginó después con el de diputado. Estuvo cinco años, hasta 1983, y recuerda que las infraestructuras de la empresa eran enormes y que estaba mal financiada por el Estado, aunque él la dejó en beneficios. Ahora es una sociedad privada.
En el Congreso fue secretario de la Comisión de Economía, vivió el golpe de estado del 23F y comenta que trabajaban mucho porque la Constitución estaba por desarrollar. Cuando la UCD pierde estrepitosamente las elecciones en 1982 y prácticamente se desintegra, él se fue para su casa, «cosa que tampoco hace mucha gente», apostilla, evidenciando que muchas personas convierten a la política en su profesión. Dice bromeando que él decidió guardar «luto», y volvió a su puesto de trabajo, como interventor del Instituto Nacional de la Salud (Insalud), pues pertenecía al cuerpo de interventores de la Seguridad Social por oposición.
En 1989 lo llama su amigo Jerónimo Saavedra, expresidente del Gobierno canario y dirigente del PSOE en las Islas –fallecido en noviembre de 2023– y le propone ser consejero de la Audiencia de Cuentas, un órgano que se iba a crear. El Parlamento canario elegía a los consejeros de esta nueva institución a propuesta de los partidos –como en la actualidad– y posteriormente era el pleno del organismo quien designaba al presidente. Y lo nombraron a él. En ese mismo año, en 1989, siendo precisamente Olarte presidente del Gobierno canario, y tras seis años al margen de la política, se afilió al PSOE, junto a otros compañeros socialdemócratas.
En la Audiencia de Cuentas estuvo hasta 1997, en donde cinco años fue su presidente y los dos últimos años consejero. Tuvo que poner en marcha este órgano auditor, no sin obstáculos. «Fue hacer entrar en la cultura de las cuentas a todas las entidades públicas de la Comunidad Autónoma y el Gobierno no estaba acostumbrado a que se le fiscalizara, que hubiese un órgano que desmenuzara las cuentas y las presentara en el Parlamento, y poder decir, por ejemplo, que cualquier parecido de la liquidación del Presupuesto con lo que se había aprobado en el Parlamento era pura ficción», cuenta.
Además, costaba que algunos ayuntamientos y cabildos rindieran cuentas. Hubo alcaldes que no daban información y los auditores se presentaban en los municipios para reclamarla.
Tras su paso por la Audiencia de Cuentas vuelve a su puesto de interventor, pero ya en el Servicio Canario de la Salud, donde permaneció hasta 2005. En esos años estaba ajetreado en el partido, pues a finales de los 90 llegó a ser secretario de Organización del PSOE en Canarias, con el fallecido Juan Carlos Alemán como secretario general, en una época de primarias y preparando las elecciones de 1999 en las querían recuperar la Presidencia del Gobierno con Saavedra como candidato. Pero no lo lograron. Fue elegido Román Rodríguez.
«Fui el primero en hablar de las aguas jurisdiccionales, en un artículo publicado en 1976»
Márquez vuelve en 2005 a un cargo público, al ser nombrado presidente ejecutivo del Consorcio de la Zona Franca de Gran Canaria como delegado especial del ministro de Economía y Hacienda hasta 2012. Después se jubiló, pero en 2014 la socialista Francisca Luengo, entonces consejera de Industria del Gobierno, lo ficha como gerente del Instituto Tecnológico de Canarias (TIC), donde permaneció cerca de dos años.
Cree que en Canarias se ha avanzado «mucho» pero el problema es que no se ha producido un crecimiento económico equilibrado de los distintos sectores, sino un desarrollo excesivo del turismo. Antes había pesca, agricultura, industria y turismo, pero la actividad turística «se lo ha comido todo» y no se ha incentivado al resto de sectores, y esa dependencia es «delicada», como se vivió en la pandemia con el ‘cero turístico’.
Considera que en Canarias hay un gran talento en innovación y se deben fomentar a los sectores emergentes y apoyar a la industria. Y, a su juicio, las trifulcas en el Congreso sobre temas que no tienen que ver con la ciudadanía «dan ganas de llorar».
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