¿Sabes cómo medían y calculaban el tiempo los antiguos canarios?
El proyecto Historias de Canarias rescata la sabiduría astronómica de los pueblos prehispánicos

Cuevas de Risco Caído, con la presa de Los Pérez y viviendas de Barranco Hondo al fondo. / LP/DLP

Mucho antes de que los relojes marcaran las horas o los calendarios dividieran los meses , en medio del Atlántico, había otro modo de medir el tiempo. Los antiguos canarios alzaban la vista al cielo, esperaban a que naciera la luna nueva y empezaban a contar. Llamaban "acano" a su año, y lo dividían por lunaciones. Veintinueve soles para cosechar, casarse y celebrar la vida con danzas y banquetes.
Hoy, esa sabiduría ancestral regresa gracias al divulgador Ayose Himar González Padilla, conocido en TikTok como @phdc_23, quien desde el Proyecto Historias de Canarias ha puesto el foco sobre una civilización que supo leer el cielo con la precisión de un astrónomo y la devoción de un poeta.
Cuando el sol entra en cáncer
El año comenzaba con el solsticio de verano, “cuando el sol entra en Cáncer”, según explica González Padilla. Durante nueve días, los antiguos habitantes de las islas celebraban con rituales, matrimonios y bailes, una vez recogidas las cosechas. Durante esos días sagrados, los aborígenes grababan el paso del tiempo sobre tablas o piedras llamadas "tara" o "tarha". Eran sus almanaques naturales, testigos mudos del fluir de las estaciones.
Esa relación entre astronomía y paisaje era esencial los indígenas conectaban la salida y ocaso del sol, la luna y algunas estrellas con puntos del relieve, creando verdaderos calendarios naturales. No eran metáforas, eran coordenadas. La observación del cielo y su repetición ritual sostenían una tradición oral que se transmitía generación tras generación.

Pintadera de panadero. De este nombre procede la denominación actual de los antiguos sellos o tampones canarios / Paulina Guzmán Tello
La cueva que marca los días
Entre los municipios de Artenara y Gáldar, al norte de Gran Canaria, existe un lugar donde esa sabiduría aún se manifiesta: El Risco Caído. Este yacimiento, el primero en recibir la distinción de Patrimonio Mundial en la isla, es una constelación de cuevas ceremoniales, viviendas y antiguos graneros donde la luz aún escribe su mensaje en piedra.
La cueva C6, conocida como almogarén, actúa como observatorio astronómico. Cada mañana, de abril a septiembre, un rayo de luz solar entra por una abertura lateral y recorre lentamente los grabados de la pared oeste, indicando el paso de los 180 días que separan el solsticio de verano del de otoño.
En los meses fríos, la luna toma el relevo. Una sincronía milenaria que permitía organizar la vida, las cosechas y los rituales.
Este fenómeno no fue descubierto hasta 1996, cuando el arqueólogo Julio Cuenca lo documentó por primera vez. Desde entonces, Risco Caído no ha dejado de asombrar, pues su valor arqueológico, su vínculo con la astronomía y su potencia simbólica lo convierten en un punto clave para entender la complejidad de los antiguos canarios.
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