El cártel de los Balcanes, rey de la droga, se asienta en Canarias para controlar la entrada de cocaína

La mafia albanesa es responsable del 80% de los envíos de Sudamérica a Europa y usa las islas, por su ubicación, como almacén y proveedor de mano de obra

La Policía Nacional, frente a un alijo de cuatro toneladas de cocaína incautado en 2024 a 500 millas de Canarias.

La Policía Nacional, frente a un alijo de cuatro toneladas de cocaína incautado en 2024 a 500 millas de Canarias. / Juan Carlos Castro

Las Palmas de Gran Canaria

Marzo, 2024. Golpe al tráfico de droga en una empresa del Puerto de Las Palmas dedicada al transporte de mercancías. Julio, 2024. La Policía Nacional desmantela la mayor organización de narcoveleros del mundo, que operaba entre Sudamérica y Europa con rutas en Tenerife, Gran Canaria, El Hierro y Lanzarote. Noviembre, 2024. Un pesquero transporta cuatro toneladas de cocaína. Su destino era Galicia, pero lo localizaron a 500 millas de Canarias. Junio, 2025. Cuarenta y ocho detenidos de una organización dedicada al tráfico de cocaína en narcolanchas

Son algunas de las últimas grandes operaciones desarrolladas por la Unidad de Droga y Crimen Organizado (Udyco) de Canarias.

Un aviso

Decenas de arrestos, miles de kilogramos de estupefacientes intervenidos... Y un claro aviso a los cárteles que buscan convertir las Islas, por su ubicación, en gran almacén y base logística: «La estrategia de la Policía Nacional en la lucha contra el crimen organizado se centra en el Atlántico. Queremos incomodar, que los narcos no se sientan seguros. No van a hacer de Canarias su paraíso». Detrás de todo, una mafia, la albanesa, el cártel de los Balcanes, nuevos reyes del tráfico de cocaína que controlan ya el 80% de los cargamentos que se envían de Sudamérica a Europa. «Los albaneses tienen el dominio de Sudamérica, pero también están instalados aquí». 

Quien hace la afirmación es el responsable de la Udyco, un inspector jefe que, junto a su equipo, batalla con estas redes. Golpe tras golpe. Alijo tras alijo. Un policía con 26 años de experiencia; casi una veintena en la especialidad y que supervisa a un centenar de efectivos solo en la provincia de Las Palmas, a los que se suma una cifra cercana en Santa Cruz de Tenerife. Prefiere no dar su nombre, sabe que lo que diga puede llegar a lectores malintencionados, a colaboradores de los que persigue, a los propios cabecillas de las ‘sucursales’ de cárteles que tienen Canarias en su punto de mira. Habla con contundencia, pero con cautela. 

Una veintena de investigaciones

Sobre su mesa hay una veintena de investigaciones con medidas judiciales sobre las redes de narcotráfico en el Archipiélago. «Hay más cocaína que nunca», sentencia. España es la histórica puerta de entrada de esa droga a Europa. Galicia y Algeciras solían ser los accesos prioritarios, pero la presión policial ejercida sobre todo en el norte de España desplazó hacia el sur a las bandas. Y Canarias comenzó a dibujarse en el mapa de estos cárteles: línea directa con Sudamérica por la ruta Atlántica, pero también con África. Ubicación perfecta.

«El narcotráfico es el objetivo internacional que genera mayor índice de preocupación. Es la amenaza más directa ahora mismo del crimen organizado por su grado de sofisticación, la implicación en los circuitos de distribución, el exponencial grado de enriquecimiento y, lo que es más peligroso, el poder que da a las organizaciones de infiltrarse en cualquier nivel de la estructura social. Intentan corromper a todos los niveles. Y corrompen», dice el inspector jefe. 

Él describe a las organizaciones como «macroempresas internacionales» que necesitan un ecosistema para sentirse seguras. «Eso lo consiguen controlando todos los poderes, ya sea mediante sobornos o, si no lo logran, con amenazas: o te corrompes o a por tu familia». Son sus leyes, la defensa de su modo de vida. El control de un territorio mediante el tráfico de cocaína y la violencia.

La pandemia supuso un punto de inflexión para las grandes redes. Los circuitos de exportación se cerraron, pero no la producción, y el excedente de cocaína pero, sobre todo, el dinero que genera no se van a perder. 

«La producción en origen ha subido por la baja destrucción de plantaciones de hoja de cocaína en Colombia», explica. Este sigue siendo el principal país productor. Antes, las autoridades colombianas fumigaban desde el aire con glifosato, un químico que se ha prohibido al considerarlo perjudicial para la salud y el medio ambiente. Ahora, los agentes se adentran a pie en la selva para luchar contra las FARC, la guerrilla. «Un tiroteo constante», añade el experto antidroga. 

Triplican su capacidad

A esto hay que sumar el avance en ingeniería que han desarrollado para convertir la pasta de coca en clorhidrato, el polvo blanco, de una manera más industrializada. «Triplican su capacidad de producir y ha causado una revolución logística». Cantidades nunca vistas se exportan en barcos, submarinos, buques, pesqueros... Son las naves nodriza que las traen en el Atlántico hasta que dan el traspaso a las embarcaciones locales. Si antes un velero, de media, cargaba entre 100 y 500 kilogramos de cocaína, ahora llega con 3.000. Y detrás de esto, solo una motivación: la entrada del cártel de los Balcanes en los países. Y también en Canarias. «Siempre están detrás de todo», subraya el inspector jefe de la Udyco. 

Llegar a ellos no es tarea fácil, por eso cada golpe, cada cargamento que se intercepta, es una victoria. Los albaneses —varias organizaciones que se estructuran por clanes o ‘Fis’ y que engloban a serbios, croatas o montenegrinos— se guían por la lealtad que les marca el ‘Kanun’, su libro de normas. Silencio. Omertá. Venganza. Son versátiles, violentos, escurridizos. Algunos de los que ya han caído cuentan con antecedentes por homicidio, amenazas, robos, torturas. Los grandes capos suelen buscar refugio en Dubái o Turquía.

«Después de la presión que se ejerció en Galicia, instalaron almacenes en la costa occidental de África», añade el jefe de la Udyco. Guinea Buissau, Guinea Conakri, Gambia..., son territorios conquistados donde tienen bases de cocaína. «Eso subía hacia Europa vía comercial o vía marítima». Pero descubrieron Cabo Verde y Canarias, hace cinco años, y los convirtieron en almacenes secundarios para guardar la droga. Pero también para ser punto donde obtener mano de obra y avituallamiento. 

«Canarias provee a estas redes de tripulantes, personal y víveres», afirma el jefe de la unidad. Luego, esa droga o bien se traslada a través del Atlántico a la Península o bien se guarda en las Islas hasta poder darle salida a través de coches caleteados en ferris o empresas de transporte. «Las empresas de transporte no tienen ningún control. Se pueden meter 500 kilogramos por un precio de envío ridículo. Las mafias no arriesgan nada y ponen la droga donde quieran: Madrid, Francia, Málaga...», asevera. Es el viaje en paquetería del polvo blanco que, una vez está en espacio Schengen tiene libertad de movimiento. Excepto que la Policía lo intercepte. «En dos envíos consiguen meter el contenido de una lancha».

Las islas no capitalinas

Y en esos envíos a Península y el trasvase de la droga desde la nave nodriza a las embarcaciones locales tiene el foco puesto la Policía. Lo que inquieta, sobre todo, es el papel que juegan las islas no capitalinas: «Fuerteventura y Lanzarote tienen un nivel de riesgo importante a la hora de que se implanten estas organizaciones». Pasan desapercibidos entre turistas y es más complejo para la Policía actuar. «Canarias tiene una población flotante de casi 20 millones de personas, más facilidad para camuflarse».

Así consiguen también a los que trabajan para ellos. Y esto es lo que más preocupa: las consecuencias que puede tener el asentamiento total de las mafias en la sociedad. Canarias, segunda comunidad autónoma con los salarios más bajos, a la cabeza en el desempleo juvenil... Buscarse la vida es obligatorio, enriquecerse deseo de algunos, y hacerlo al margen de la legalidad la salida más fácil. El temor radica en que un sector de la sociedad se convierta en dependiente de la economía ilegal, como ocurre en el Campo de Gibraltar.

«Los albaneses son los que ponen la cara y el dinero con los productores en origen, porque controlan el origen, pero la mano de obra es local», subraya. Se vio en la reciente operación Sombra Negra, en la que los pilotos de las narcolanchas eran canarios. De los cuarenta y ocho detenidos, solo había uno que no fuera español, en este caso, británico. Los locales hacen de transportistas —nadie como ellos para conocer el territorio—, en algunos casos, tras abandonar el hachís por la cocaína. 

La rentabilidad es la clave: el gramo de cocaína mantiene su precio de venta invariable desde hace décadas: 60 euros. No así el kilogramo al que lo adquieren: 16.000 euros, frente a los 38.000 o 45.000 de otrora. El hachís ha dejado de ser valioso aquí, en comparación con la dama blanca, que ofrece el doble de ganancias. El riesgo les compensa.

Y por ello los pilotos se citan a entre 80 y 100 millas de Canarias con esas naves que llegan de Sudamérica. Las embarcaciones reciben la droga o dan apoyo logístico como petaqueros, para aprovisionar a los otros en caso de que necesiten combustible, víveres, recambios... 

La mayoría no usan las neumáticas de gran tamaño que surcan, por ejemplo, el Guadalquivir cargadas de hachís, sino embarcaciones legales —las susceptibles de convertirse en narcolanchas, superiores a ocho metros de eslora o con potencia mayor de 150 kilovatios se prohibieron en 2018— pero que tienen el mismo fin: el contrabando. «Usan también barcos de recreo, de pesca o veleros con bandera polaca, país que les sale rentable por cuestiones administrativas. A partir de ahí crean una especie de red de testaferros para dificultar que se conozca a quién pertenece», cuenta el experto antidroga. 

Cuando realizan el trasvase, comienza el movimiento para introducirlo en la Península. «Hay planeadoras que pueden hacer travesías de cinco días, desde el golfo de Cádiz. Algunas vienen de Senegal y suben hasta Portugal», especifica. Y también a través de esas empresas de transporte.

Todo ello bajo las directrices albanesas, que los controlan desde aquí. Lo hacen desde ese cambio de paradigma que marcó el Covid. «El puerto de Guayaquil (Ecuador) está en sus manos. Desde allí lanzan toneladas diarias hacia Europa y hacia Estados Unidos. Esa problemática no se puede evitar», asegura el inspector antidroga. Guayaquil se ha convertido en una de las principales rampas de salida de la cocaína por la espiral de violencia y revueltas sociales en las que está el país.

En España también tratan de introducir sus tentáculos en las administraciones. «Donde puedan meter el hocico, lo hacen. Intentan implantarse en el Puerto de Las Palmas, corromper al personal para sus negocios, pero este no está en sus manos como Guayaquil, ni mucho menos. También en el de Tenerife», revela el jefe de la Udyco. Los puertos son uno de los bienes más preciados —sino el que más— por el poder que les daría hacer y deshacer recepciones y envíos.

Doble ruta

Pero hay otra clave de lo que supone Canarias en la geoestrategia de las mafias. La droga realiza en los últimos años rutas opuestas. En una dirección, la cocaína, de Sudamérica a Europa; en la opuesta, el hachís, de África a Sudamérica, donde cotiza al alza por la escasez de plantaciones. «Pueden realizar envíos de 5.000 o 10.000 kilos de hachís». Las islas son el territorio perfecto que disputarse y con salida directa al mar.

La Policía puede intervenir más allá de las doce millas de aguas territoriales. Los ampara el derecho internacional que pena el narcotráfico. «Somos el barrendero del Atlántico», ironiza el responsable: «Cogemos cualquier buque, cualquier tripulación, aunque la droga no venga para España». Y es más, de la que tiene destino España, la que se queda en las Islas es mínima: «Si meten 1.000 kilos, cien se quedan aquí», estima. Pero pese a que el Archipiélago no sea el destino final frustrar las entradas es obligatorio: «Cuanta más droga pase, más capacidad de que se extienda el mercado y se cree un caldo de cultivo para que siga entrando más. Y para que aumente esa economía sumergida en la que los que no están metidos quieren entrar porque ven los beneficios y que no se hace nada. Pero se hace».

Y las cifras así lo demuestran: Canarias fue el año pasado la segunda comunidad autónoma, solo por detrás de Andalucía, donde se realizaron más aprehensiones, superando incluso a Galicia, con 22.553 kilos de cocaína decomisados, el 20% del total incautado en España.

Seguirá siendo así. O, al menos, la Policía pondrá todos los medios contra los cárteles para «mantener los estándares de civilización». «A los grupos criminales les vamos a dificultar que se instalen», reitera el jefe de la Udyco en Canarias. Doscientos efectivos —pocas unidades de España cuentan con esos medios— preparan el siguiente golpe para erradicar la pandemia de la cocaína y obligar a las mafias a reconstruir sus rutas sin que Canarias esté en sus tableros de ajedrez.

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