"Un trago de Canarias": Este es el vino que enamoró a Shakespeare
El dramaturgo más grande de la historia recibía cada año un barril de Malvasía del archipiélago: este vino dulce cruzaba océanos y encantaba a reyes, piratas y poetas

Elaboración de vinos en la bodega Tamerán. / LP / DLP

No todo se escribe con tinta hay historias que se escriben con vino. Y en esta, el protagonista no es solo un poeta inmortal, sino también el eco embotellado de unas islas volcánicas, lejanas y perfumadas. William Shakespeare, el genio del teatro isabelino, no solo hablaba de amor y tragedias: también hablaba de Canarias.
Cada año, el autor de Hamlet recibía un regalo singular, un barril de vino Malvasía procedente del archipiélago. Lo disfrutaba tanto que lo inmortalizó en obras como Noche de Reyes o Los alegres comadres de Windsor, donde sus personajes brindan con este néctar isleño que conquistó Inglaterra mucho antes que los vinos de Oporto o Jerez.
'Canary wine'
“¡Oh, hidalgo mío! Has menester un trago de Canarias. Nunca te vi tan mohíno”, exclama Sir Toby en Noche de Reyes. No hablaba de un lugar turístico ni de una rareza exótica, hablaba de Malvasía, el vino que llegaba desde Tenerife a las tabernas londinenses. El historiador y creador de contenido Aydan Woodward (@historyaydan) recuerda que Shakespeare “solía recibir parte de su salario en vino de Canarias. Le encantaba”.
Entre los siglos XVI y XVII, este vino dulce, elaborado con la variedad de uva malvasía traída desde Creta, se convirtió en el favorito de reyes, nobles y artistas. Su aroma persistente, su sabor almendrado y su resistencia al viaje lo hicieron ideal para las largas travesías del comercio atlántico.
Poetas, piratas y presidentes
Pero Shakespeare no fue el único que cayó rendido ante este vino. Se dice que George Washington brindó con Malvasía canaria por la independencia de los Estados Unidos. Y otros genios como Lord Byron, Verdi o Walter Scott lo mencionaron en sus obras o lo alabaron en cartas personales. Su prestigio lo convirtió en la joya líquida de Canarias durante más de dos siglos.
“El vino canario era atesorado por piratas, por reyes, incluso por presidentes”, señala el historiador desde la Casa del Vino de El Sauzal, en Tenerife. “Desde aquí, levantamos una copa por un legado que ha permanecido durante siglos”.
La fiebre del azúcar en América obligó a Canarias a reinventarse en el siglo XVI. La caña cedió paso a la vid y el comercio del Malvasía floreció. Desde el Puerto de la Luz o el de Santa Cruz, partían cargamentos rumbo a Londres, Lisboa o el Caribe. El vino resistía el salitre y la humedad, y llegaba intacto. Era símbolo de prestigio, de exotismo, de placer.
Bodegas como Carballo y Teneguía, en La Palma, o Bermejo, en Lanzarote, han recuperado la malvasía con mimo. Sus vinos dulces están entre los mejores del mundo y son perfectos para maridar con foie, quesos cremosos o simplemente para brindar por la historia.
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