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"El mar es como un recipiente": así se llenaron de sal los mares que rodean Canarias

El agua del mar no siempre fue salada: la historia comienza en la lluvia, atraviesa la roca y termina en el Atlántico

Una de las playas de Gran Canaria

Una de las playas de Gran Canaria / Hola Islas Canarias

Johanna Betancor Galindo

Johanna Betancor Galindo

Las Palmas de Gran Canaria

Los mares de Canarias son una sinfonía de espuma, olas y sal. Pero esa sal, que sentimos en la piel tras un baño o en los labios después de un margullo, no siempre estuvo ahí. Hace millones de años, cuando los océanos eran jóvenes y el planeta aún aprendía a latir, el agua que los llenaba no era salada. Fue la tierra, poco a poco, la que vertió sus minerales sobre ellos, y ese proceso sigue ocurriendo cada día, aunque no lo veamos.

El divulgador y doctor en física-química conocido como @phdresponde lo explica con claridad: “El mar es salado porque, siguiendo el ciclo del agua, el agua pura se evapora, forma las nubes y después cae en forma de lluvia sobre la tierra. Esa lluvia, ligeramente ácida por el dióxido de carbono que contiene, va erosionando las piedras que encuentra en su camino”.

Y de esa erosión nace todo: la sal, los minerales, los nutrientes que terminarán en el mar. “Esa agua forma los ríos, arrastra las sales y el río, inevitablemente, acaba en el mar”, resume el especialista.

Varias personas disfrutan de una de las playas de Canarias.

Varias personas disfrutan de una de las playas de Canarias. / ED / LP

Canarias: rodeadas por el mar y por la sal

En Canarias, donde cada isla nació del fuego y fue rodeada por agua, este fenómeno adquiere un significado especial. Aquí no hay grandes ríos ni cursos de agua permanentes, pero eso no significa que el ciclo no actúe porque los barrancos, que nacen secos y se despiertan con las lluvias, arrastran durante los temporales minerales acumulados durante meses. También las partículas traídas por el viento desde África como el polvo sahariano enriquecen las aguas atlánticas.

El Atlántico que rodea al archipiélago está salado, como todos los mares del planeta, pero no de manera uniforme. La salinidad varía según la zona, la temperatura, las corrientes y la evaporación. Y Canarias, justo en el borde entre el trópico y las latitudes medias, es una especie de laboratorio natural para entender cómo el clima y la geografía influyen en la química del mar.

Ciclo del agua

Ciclo del agua / Gobierno de Canarias

El equilibrio invisible

Si los ríos traen constantemente más y más sales, ¿por qué el mar no se vuelve cada vez más salado? ¿No debería llegar un punto de saturación? El expertodesmonta esta idea: “El mar es como un recipiente que no para de recibir sal, pero también la regula. Hay un equilibrio natural”.

Ese equilibrio tiene nombres propios: los seres vivos que habitan el mar. “Hay organismos que usan los minerales para formar sus conchas, como los moluscos o los corales, y otros que precipitan los minerales al fondo marino, donde se integran en los sedimentos”. En otras palabras, la vida regula la sal que la rodea.

En Canarias, este equilibrio es visible en cada rincón: en las charcas costeras que albergan peces endémicos, en las salinas naturales de lugares como Janubio (Lanzarote) o Tenefé (Gran Canaria), en los fondos marinos donde nacen colonias de coral naranja, y hasta en las formaciones de rocas sedimentadas en la costa.

Vistozo coral

Vistozo coral / Vecteezy

Salinidad y vida marina

El agua salada es más densa que la dulce, lo que afecta directamente a las corrientes oceánicas. Estas corrientes son como ríos invisibles que mueven nutrientes, oxígeno y calor por todo el planeta. Sin ellas, el clima sería radicalmente distinto, y muchas especies no podrían sobrevivir.

En Canarias, cuya biodiversidad marina incluye más de 15.000 especies silvestres y más de 4.000 endémicas, la salinidad no es un detalle menor sino parte del ecosistema. Lagartos marinos, erizos, peces trompeta, tortugas y delfines forman parte de una cadena de vida donde la química del agua es fundamental.

La próxima vez que te bañes en la playa de Las Canteras, Maspalomas o El Cotillo, recuerda que cada gota de agua que te envuelve ha recorrido un viaje largo, a veces milenario, desde la lluvia que cayó sobre una roca hasta el océano. Y en ese viaje, ha disuelto, erosionado, nutrido y transformado todo lo que ha tocado.

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