El Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria celebró ayer la primera exhibición de chirimurgas, un género que ha venido para quedarse. Tienen menos componentes que una murga, cantan y se les entiende mejor y tienen más humor.

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Noche de Chirimurgas Juan Castro

El parque Santa Catalina acogió la tarde de ayer la primera edición de la exhibición de chirimurgas, una experiencia que sirvió de ‘refugio’ para aquellos que vieron que sus murgas decidieron no salir por la incidencia del covid y apostaron por integrar este formato, de ascendencia gaditana importada en 2016 por la Chirimurga del Timple, y que ha venido para quedarse. En el balance final, son muchos más los haberes que dejan que el debe que puede arrastrar.

A su favor, que a penas una formación de quince integrantes puede constituir un grupo de estas características lo que además facilitar el uso de micrófonos craneales y, por tanto, se les escucha mejor, tanto el dicción como en voces. A esto se suma la apuesta por un repertorio en el que predomina el humor, con exquisiteces como las letras de la decana chirimurga de Víctor Lemes y Luis Quintana –que no cantan letras, sino poesía–, en un formato más gaditano, o la fórmula de La Murgota, que es la mejor versión de un cameo de Nietos de Sarymánchez versión chirimurga.

Las otras dos formaciones participantes, la Chichimurga, la versión femenina que ya suma más de un trienio de antigüedad, aunque actuaron con la frescura del primer día, o La Chirimurga del Barrio, una selección de integrantes de Chacho Tu, Chancletas, Trapasones, con un montaje musical de Misael Jordán que superó la intencionalidad de las letras, en un estreno más que digno.

Una reflexión: si la chirimurga se hace oír con buenas vocalización, voces y letras, más grandes dosis de humor en un repertorio de calidad y formato más comercial, ¿qué dejan para las murgas?

Javito Guerra, de Chacho Tu, en la Chirimurga del Barrio Juan Carlos Castro

La Chirimurga del Barrio (2022). Con un tipo de obreros, y reminiscencias de Cantinflas, esta selección de murgueros de Chancletas, Chacho Tu y Trapasones dirigidos por Misael Jordán se arrancó con una presentación que evidenció la calidad de sus voces.

Ser pocos y tener cada uno un micro craneal facilita la dicción, que también puede jugar en su contra si se desafina; pero no fue el caso. Misael Jordán, mago de las voces en Chancletas, no falló, con una presentación en el que la Chirimurga del Barrio hizo referencia a la situación empresarial de un país en decadencia.

La disposición sobre escenario se mantendría en las cuatro actuaciones: delante, chirimurga; detrás, percusión; sin más forillo que el propio escenario principal de Sergio Macías.

Su primer tema, Vamos a llevar mezcla, vámonos para allá, para satisfacer la búsqueda de humor, con tintes de doble sentido. Por un momento, se hace eterno el tema, y trae al recuerdo las letras de murgas. La formación, después del chiste del operario que dice que tienen más discos de platino que Isabel Pantoja, afrontó un segundo pasodoble, Mi niño chico creció, para hacer referencia al pequeño que tiene dos padres. Una referencia atemporal que no entrará en sus mejores éxitos.

Por momentos, fueron más divertidos en sus intervenciones a viva voz, cuando se refirieron al rejo del pulpo y le recomendaron a la concejala que pusiera como jurado del concurso de murgas del próximo año al pulpo del Poema del Mar, que puntúa en su tinta.

De ahí entraron con el cuplé, y el parque se hizo palmas. Referencia al daño que ha provocado el virus que hasta ha provocado el parón de la metro guagua. Fue un salpicón de asuntos: canto al sordomudo o a la noche que salieron de fiesta, cuando lo pararon dos policías. De nuevo, piropos s la canariona que pasó por la obra: ponte la mascarilla. De más a menos, pero más divertidos que las murgas de la semana pasada.

Cerraron con popurrí, con referencia a Abascal para seguir con las indicaciones de cómo se trabaja en una obra y una retahíla de los requisitos para estar en la obra y finalizar al ritmo de las Muñecas de Famosa. El repertorio fue un mareo, donde por momentos lo mejor fue su lección musical, como «Soy minero», para recriminar los contratos laborales.

Había buenos materiales (de obra), pero a la mezcla le faltó fraguar. De las cuatro chirimurgas, fueron las que adoptaron una fórmula más rígida a la chirimurga que les encorsetó.

Un componente de La Murgota, en el papel del alcalde de Las Palmas de Gran Canaria. Juan Carlos Castro

La Murgota (2022). En segundo lugar, La Murgota, con una cara conocida al frente, Rubén Santana ‘Pitu’, director artístico de Nietos de Sarymánchez, una de las grandes ausentes en el concurso de murgas que prefirieron salir con la ‘edición’ bolsillo de la murga.

A las órdenes de Josito Suárez, la chirimurga de Telde se transforma en vendedores de Herbalife. ‘Los Nutrioptimistas’ se vende sola con la magia de Rubén Santana ‘Pitu’. Llenan el escenario con sus mágicas voces y hasta el ukelele. Y plantean un cambio de vida.

Es una bocanada de humor y espectáculo cuando se refieren a cómo se venden los productos y se incrementa la cuenta corriente.

Enlazaron directamente con Sin contar las calorías, aquí lo que cuenta es la alegría. Cantan ‘bienísimo’ y son arrolladores.

Con la alegría de quién cuenta un chiste, El Pitu anunció un ‘viaje’ dedicado a las redes sociales, «expertos y licenciados» del Carnaval. Relajan tensión con dos cuplés: uno, para Ángel Víctor Torres, presidente canario, y el segundo, para quienes se hicieron un tatuaje y luego se arrepintieron con el paso de los años.

La ‘edición bolsillo’ de Nietos, con estilo propio, cautiva con sus voces y apadrina la llegada de un éxito

De los momentos más brillantes, cuando uno de los componentes simula ser el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, por su parecido físico, ironizando sobre sus túneles faraónicos en su discurso.

De nuevo, manotazo de ingenio y fuerza con los problemas para encontrar tallas grandes. Voces 3XL. Arrancaron el popurrí como reyes de la comida basura. Subieron un talla en calidad. Y someten a su director musical, Josito Suárez, a un control de peso. Son un espectáculo, e interactúan con el público con la misma facilidad de cantar a Ikea o a Messi, con los reproches a quien confunde la procedencia La Palma con Palma de Mallorca. El tema se hace largo, con primer y segundo plato, postre y hasta sobremesa cuando La Murgota desgrana la alimentación. Son capaces de convertir una ensalada en un coro gospel para rendir tributo a los seguidores de las redes sociales.

Comenzaba a pesar la actuación de La Murgota, y los de Rubén Pitu montaron un spa al ritmo de un rap propio del Príncipe de Bel Air. Se comieron el parque para, frente a la guerra y la pandemia, rendir tributo a «nuestro círculo más cercano», el postre de un manjar llamado La Murgota.

Actuación de la Chichimurga, la segunda formación más antigua de esta modalidad. Juan Carlos Castro

La Chichimurga (2018). Con un tipo de guerreras, mostraron la versión más sencilla de la chirimurga. Tomar el testigo a La Murgota, pues... entra ahí la palabrota. Las voces de la formación con menos integrantes de las cuatro que actuaron anoche hicieron equilibrios sobre una guitarra frente al lleno con la actuación anterior.

Eso sí, la Chichimurga cantaba con mejores voces que en letras, en especial con el forzado pareado al garrote, que no fue una excepción. Guacimara no te líes con Doramas, cantaban en un intento de humor, para seguir con la Chaxiraxi que se bebe hasta las acequias. Era el arranque y ya se deseaba la despedida. Pero llegó el día de san Juan, la versión de la conquista de la Isla, según la Chichimurga. Salto para intentar cantar a Ángel Víctor Torres, a quien le reprochan que es un gafe. Y su actuación hizo gala. Vamos a abrir los hoteles, vamos a abrir la frontera... Y con la misma. Un saco sin fondo donde cabe todo.

Apostaron por un clásico cuplé para las personas que se inmiscuyen en vidas ajenas. Su mayor mérito, el desafío al frío de la noche con su vestuario primitivo. Lo mejor, «seas cristiano o seas budista, a mí no se me conquista». Y amenazaron con seguir su repertorio. Reivindicaron su sitio: Nacimos para estar en la calle, y el humor no es sólo cosa de hombres, aunque anoche lo disimularan. El siguiente tema, no apto en horario infantil. Digno de mención los aplausos recibidos, para seguir con un canto a los pechos. Lo mejor, el tributo a las madres que amamantan a sus hijos, para despedirse con su himno, a la lucha de la mujer. Estar empoderada es destruir los techos de cristales.

La Chirimurga del Timple, de Víctor Lemes y Luis Quintana, decana en esta modalidad que nació en 2016. Juan Carlos Castro

La Chirimurga del Timple (2016). El cierre de la primera exhibición de chirimurgas lo pusieron los padres del género.

Víctor Lemes y Luis Quintana son los máximos exponentes de la Chirimurga del Timple, que llevan siete años alimentan este género gaditano con la versión murguera de gente como Félix Aguilar, de ‘Melindrosos’.

Su tipo, ‘los que se comen el coco’, a ritmo de un timple que enamora y pone orden tras al paréntesis de la Chichimurga en el devenir de la velada. La presentación, sensacional cuando ven al público con mascarilla, y no entienden por qué, o cuando dicen que estuvieron dos meses sin tocarse por la pandemia.

La formación de Víctor Lemes y Luis Quintana no canta letras, interpreta poesía y enamora

Marcaron la distancia social con el resto de chirimurgas, salvo con la novel Murgota para acabar en una isla desierta para contar las esfuerzos de un náufrago para ser rescatado. Juego de voces para cantar a América, o referirse a la complicidad para hace fuego cuando ya existen los mecheros de gas. Cantan bonito. Estos náufragos se lanzan a buscar compañía en la isla desierta, con un guiño al lenguaje de signos que al menos sobre el escenario no se les vio anoche.

Genial el momento del diálogo sobre el micromachismo con Paco, el coco de su lanza. No te comas el coco, Paco, en un guiño que trajo al recuerdo ‘El Pesao’, uno de los personajes estrellas del Selu, en la Tacita de Plata. Tu y yo hemos sido uña y cáscara. Un diálogo divertido sin necesidad de entrar en chocarrería, que sin ser explícito lo dicen todo.

Yo no tengo..., la banda sonora de la velada que muestra el magisterio de la Chirimurga del Timple. Humor inteligente en las referencias a Pablo Casado o Putin para tomar corazón, al más puro estilo gaditano, con un cuplé a la ventita de la esquina. Las identidades no son solo los lugares sino los veinte mil instante de la vida. Y una perla tras otra hasta hacer una diadema con la que se coronan como los reyes de este estilo que triunfa en el Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria que ayer dio jaque a las murgas.

En sus coplas picantes, exhibición de exquisito humor para inventar el triple sentido. Un formato que ha venido para quedarse y que vio la luz, como si de mechero se tratara en un naufragio murguero. Los de Víctor Lemes y Luis Quintana rescatan un repertorio de calidad. Bienvenidos. Sus canciones no son letras al uso, son poesía a la que le ponen música.