Cientos de pequeñas mascaritas vivieron este domingo su primer carnaval en Santa Catalina. Lo hicieron en un día especial, justo dos años después de que se declarara la cuarentena.

Princesas, vaqueros, dinosaurios, y hasta superwoman se dieron cita este domingo en el parque de Santa Catalina en el Carnaval Infantil. La pequeña Liria llega al recinto carnavalero bastón en mano, un largo collar de cuentas, su buena rebequita para no pasar frío y un pañuelo que bien podría decirse que era más grande que la propia niña. Un disfraz de abuelita que no pasa desapercibido, más si cabe teniendo en cuenta que va flanqueada por su padre y su madre, otras dos entrañables viejitas venidas nada menos y nada más que desde Vecindario. «Hay que meterle el gusanillo del carnaval desde chiquitita», resalta Cristián Sánchez, padre y viejita mayor del reino, «llevo al menos 10 carnavales saliendo con este disfraz», explica, «abrigadito, sencillo y muy barato».

El recinto del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria vivió este domingo una fiesta de mascaritas como no se veía desde que llegaran los tiempos de la Covid-19. Y aunque la estampa todavía distaba de lo habitual -el público debía disfrutar del espectáculo sentados y con mascarilla- el Santa Catalina lució por momentos con aforo casi completo y las familias lo pasaron en grande, especialmente los más pequeños de la casa. Con una hora aproximada de duración, el acto contó con media docena de actuaciones que hicieron a los niños y las niñas gritar, cantar y bailar. Y es que algunas vivieron así, en primera persona, lo que era el primer carnaval de sus vidas.

«Nació en julio de 2020», exclama Silvia Rivero, madre de la pequeña Liria. La niña pertenece a esa generación que llegó al mundo tras el confinamiento y ahora es cuando empiezan a ver con pinceladas cómo era la vida previa a la fatídica cuarentena de hace dos años. «¿Que como estoy? Llorando como una magdalena», reconoce ella, ataviada también con un pañuelo negro en la cabeza y una rebequita del mismo color a juego. «Este es el primer Carnaval que no subo al escenario en muchos años y se nota», apunta. Y es que esta mascarita del Sureste fue en su momento componente de la comparsa Aragüime, para después pasar a las filas de la murga Declaradas y, por último, ser bandera de Los Nietos de Sary Mánchez.

La pequeña Liria junto a sus padres, tres simpáticas abuelitas de Vecindario. Juan Castro

«La noche que ganaron ya estaba embarazada», señala. Desde entonces han pasado mil y una cosas. Entre otras, la ausencia de Carnaval en 2021 por culpa de la pandemia, de ahí que el primer disfraz de la pequeña Liria haya llegado a sus casi dos años de edad -de haber sido otras las circunstancias, tengan por seguro que habría llegado antes-. Y es que Cristián, el padre de esta familia del Sureste, también ha tenido una amplia trayectoria en grupos y demás. «El año que viene toca sí o sí ir al menos a la cabalgata infantil con ella», recalca.

Triángulo carnavalero

De fondo, la murga infantil Los Lechoncitos cantaba a las «injusticias» que han vivido los pequeños durante la pandemia. Provenientes de Ingenio, uno de los tres municipios del prolífico triángulo carnavalero de Gran Canaria, hicieron corear a más de un niño de entre los que estaban entre el público. Aunque, lo cierto es que la pequeña Liria prefirió mover el bastón y jugar con un pequeño dinosaurio verde que también vivía sus primeras carnestolendas.

«Echamos de menos más eventos para los niños», señala Víctor, un particular recolector fresero en compañía de su pareja, Sol, otra agricultora de frutos rojos, y de su hija Victoria, una dulce fresa de once meses que sonreía en su carrito de bebé. «No hay que perder las costumbres, ni la esencia de la fiesta, por eso hemos querido venir», apunta el jornalero. «El otro día estuvimos en la gala infantil, sin disfrazarnos, y ahora toca esto», apunta.

«No hay que perder la esencia de la fiesta», indica un agricultor con su fresita de once meses

Con camisa de cuadros en tonos azules, peto marrón y una fresa colgando de este último, este par de isleteros son de esos que siempre van disfrazados iguales y que nunca se pierden una cabalgata. «Nos conocimos en unos carnavales hace años y ya desde entonces...», indica el peculiar agricultor. Él iba de mujer en aquel entonces; ella no recuerda. «Esta vez vamos de freseros con nuestra fresa para que vean el fruto que hemos cultivado», precisa. Y es que la pequeña Victoria también pertenece a esa nueva generación de niños nacidos en pandemia.

Disfraces peculiares aparte, los clásicos nunca fallan. «Lo eligió ella», apunta Ruth en compañía de su hija Alba, dos particulares Blancanieves que iban a juego. Y es que las princesas Disney parece ser que no pasan de moda. «A ella le hacía ilusión venir, se puso muy contenta cuando vio que íbamos a ir iguales», explica la madre. La chiquilla tiene cuatro años y apenas recuerda haberse disfrazado hace dos años, antes de que la Covid-19 irrumpiera en la vida de todos. Junto a ellas, las primeras de la pequeña van disfrazadas de dos caperucitas -sin el lobo feroz a la vista-. «Es importante que hagan cosas para los niños», comenta, «las actividades para ellos se han reducido un montón con la pandemia y cada vez que vemos una nos apuntamos».

La mujer arco iris

Con la vista alzada sobre el patio de butacas, una peluca de mil colores destaca entre el gentío. De fondo, las chicas de Lía Fantasía cantan sobre el escenario. La mujer arco iris decide entonces girar la cabeza y asuma entonces un peculiar unicornio acompañado de una hada. «Estamos aquí, sobre todo, porque ella ya no se acuerda del último carnaval», apunta Luz Rodríguez, una madre residente en la capital grancanaria y convertida por un día en un ser mitológico más que colorido. Lo cierto es que, si a los adultos les cuesta a veces rememorar cómo eran sus vidas antes de la nueva normalidad y la irrupción de la pandemia; más si cabe a quienes apenas pasan o no alcanzan el lustro.

«Estamos aquí porque ella ya no se acuerda del último carnaval», apunta una madre unicornio

Lo cierto es que la última vez que esta vecina de la capital grancanaria acudió a un Carnaval de Día en Santa Catalina lo hizo también cual unicornio, «pero era de otra manera», aclara; «ella fue de hada», indica en referencia a su hija, Alma, de seis años. «¿Cuándo fue eso?», pregunta contrariada. «Ve, ya no se acuerda», contesta la madre. Lagunas aparte, la chiquilla se lo estaba pasando en grande con las canciones y el buen ambiente que se respiraba en el parque. «Hacía falta esto», indica Luz con contundencia, «ahora ya hay deportes, conciertos, montón de cosas, pero para los niños, se han olvidado un poco de ellos».

Sobre el escenario, mientras, las componentes de la comparsa infantil Lianceiros no paran de mover las caderas al son de los grandes éxitos de Ricky Martin. «Ya que no hay cabalgata, al menos tenemos esto para disfrutar un pizco del carnaval», señala Beatriz del Mar Valverde, junto a su esposo Roberto y su hijo Lian, de cuatro años. «Por lo menos nos da para disfrazarnos», aclara ella una vez más. Y tanto. La madre, transformada en la princesa Peach del Super Mario Bros; el padre de Luigi y el pequeño convertido en el mismísimo Mario. «Le encanta, pero no se acuerda de nada de cuando lo llevamos al carnaval de día hace dos años», exclaman sus padres. En ese entonces fue vestido de pirata, pero aquello queda ya en el pasado. Toca hacer hueco a nuevos recuerdos, ahora que la pandemia por fin lo permite.

La familia del Super Mario Bros Juan Castro

«El año pasado fue muy raro, no había actos ni nada y este no nos lo queríamos perder», indica él. Y es que los carnavaleros saben bien aprovechar estas pequeñas oportunidades. «Luego iremos a los cochitos», añade Roberto alias Luigi. Precisamente, numerosas familias optaron por ir a la feria que la asociación provincial industrial de feriantes de Las Palmas ha organizado sobre el intercambiador de Santa Catalina con atracciones, puestos de comida y tómbolas.

Sin duda, el Carnaval Infantil de este domingo en Santa Catalina fue una auténtica oportunidad para que los más pequeños de la casa, la cantera, se estrenara en esto del arte del disfraz. Algunos bien logrados. Como esa familia cuyo padre fue de heladero acompañado de su esposa convertido en bola de helado andante y de su hijo haciendo las veces de un mini heladero. De tal palo, tal astilla, dicen. O esa madre cual vaquera mientras sostiene en sus brazos a un pequeño Budy -el protagonista de la película Toy Storie-.

Disney. Las princesas Elsa y Ana del reino de hielo de Frozen correteaban por medio de la primera fila del patio de butacas. Mientras, una pequeña Blancanieves no paraba de escaparse de las manos de su madre para intentar subir al escenario, con la clara convicción de cantar y bailar en la compañía de la Superabuela. Esa misma que en todo momento preguntaba a los pequeños «¿Quién tiene el superpoder?», haciendo cantar al unísono al parque en peso. Una alumna aventajada de Howarts amiga de las pequeñas princesas nórdicas se las sabía todas.

La jornada la completaron la comparsa infantil Brisa de Volcán, proveniente del barrio de San José, y los fantásticos personajes de Cuentópolis. Un grupito de chicos y chicas llegados desde el mundo de Érase una vez dispuestos a cantar en honor a la amistad, el mundo de Oz en busca del mago, el sastrecillo valiente y así hasta dar la vuelta al mundo en 80 días. Al menos eso es lo que cantó el intrépido Willy Fog antes de dar por concluido el espectáculo.