Santa Cruz celebra el entierro más divertido y multitudinario
Las calles de la capital tinerfeña fueron testigo anoche de la despedida a la sardina más concurrida de todas las celebradas en las últimas décadas

Santa Cruz celebra el entierro más divertido y multitudinario / La Provincia
Santa Cruz fue escenario anoche de uno de esos días donde mejor no es que te lo cuenten sino vivirlo en primera persona; de lo contrario, no te perdonarías haber faltado al Entierro de la Sardina más divertido y multitudinario que se recuerda en décadas. Pueden parecer tópicos y frases hechas, pero Santa Cruz vivió anoche una velada de esas que enamoran... no en balde era 14 de febrero. En este Entierro de la Sardina se alinearon los astros, y en particular los amantes del Carnaval más tradicional en el único acto del programa festivo que tienen más protagonistas que público. Y no por una asistencia escueta; al contrario. Anoche las calles fueron testigos del funeral más multitudinario.
A las nueve y media de la noche se vio a los guardias británicos de la Casa del Miedo desde Ramón y Cajal a la plaza de Weyler con corona en mano. Seguro que no se imaginaban la muchedumbre que se iba a reunir. De hecho, fue la última vez que se les vio en el desfile pues quedaron diluidos entre los miles de participantes. Y eso que iban en la cabecera. Tampoco pensó el éxito de participación el concejal de Fiestas, Javier Caraballero, un anónimo entre la multitud al quitarse la barba e ir enfundada en riguroso luto con una elegante fantasía Kennedy.
Para que el lector se haga una composición de lugar, el Entierro de la Sardina tardó en bajar el nuevo tramo ganado en la calle Juan Pablo II una hora, el mismo tiempo que el año pasado se invirtió desde la sede de capitanía al cruce con Méndez Núñez y El Pilar.
Diez de la noche y la nueva gerente de Fiestas, Patricia Castillo, con fantasía propia de alta pasarela de moda, sube Juan Pablo II para tirar de la carroza de Pepe Benavente y Rafael Flores El Morocho, después de la Sardina ya estuviera en la esquina de Capitanía. No dejó de ser un simple deseo, pues la hora no se la quitó nadie, tiempo que permitió disfrutar de fantasías ya clásicas, como las lápidas, la curia de siempre que este año incorporaron hasta confesionario mientras la Cofradía del Chicharro se había confiado al anterior presidente de la Ni Fú-Ni Fá, Carlos Fumero, para aguantar el tipo -desbordados por la gente- más que marcar el paso. Junto a la Afilarmónica, su madrina, Carmita Tejera, la presidenta del Rastro.
La carroza de la Sardina, muy bien, pero donde realmente estaba la fiesta era en la de Pepe Benavente y El Morocho, que estaban acompañados por el diseñador de reinas Antonio Santos Arteaga y su candidata a reina de los mayores, Carmen Díaz, que resultó elegida segunda dama de honor.
Del Santa Cruz en Carnaval, al Quédate, entre una tropa de monjas y dos elegantes arlequines venecianos, un carrito del tanatorio Siempre Vivo, para seguir la canción ¡Qué hiciste, abusadora!, y en medio el Cilindro XXXIII, la canción del Africano...
Doce de la noche. Y la Sardina ya bajaba por El Pilar y la carroza de Pepe Benavente y El Morocho... pasito tun tun entre la multitud. Al cierre del desfile continúa el entierro más divertido del mundo.
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