A sus 42 años, Israel Reyes acumula una trayectoria carnavalera que casi alcanza el cuarto de siglo. Desde hace diez años, el director artístico de las carnestolendas afina la creatividad para que en cada edición vuelva a estar presente la magia.

¿Qué significa el Carnaval para Israel Reyes?

Para mí es la fiesta que identifica a la ciudad y profesionalmente es la mezcla más clara de imaginación, alegría y participación, es decir, el Carnaval reúne ingredientes que vienen desde los clásicos de los griegos y es una fiesta que es un poco la celebración de la humanidad. A lo largo de la historia ha ido cambiando, pero los griegos lo utilizaban para festejar a sus dioses, para criticar a sus políticos y dar rienda suelta a la imaginación y creo que esa esencia se mantiene viva, de distinta forma. Profesionalmente es como una olla en la que caben muchas cosas que me gustan como la música, el teatro,... y es un gran vehículo de comunicación y expresión artística.

¿Cuántos años lleva trabajando en el Carnaval capitalino?

Implicado en la fiesta, directamente de alguna manera, llevo 24 años. Con 21 años, presenté una gala infantil. A partir de ahí, en el Carnaval he ido haciendo participaciones en galas, bien como compañía de teatro o como productor. También fui el ayudante de Anatol Yanowsky durante ocho años y en los últimos diez, desde 2004, soy el director artístico.

¿Hasta dónde llega su responsabilidad en las galas como director artístico?

El director artístico juega un papel fundamental y de peso en los contenidos de los actos como la gala de la Reina o de la Drag. Ahí sí desarrollo un guión, ponemos en marcha una obertura que sí es responsabilidad mía, decido el perfil de los presentadores y de los artistas invitados, intento dar cabida a artistas locales y nacionales de interés y realmente, como director, trato de poner un sello. También es verdad que bajo mi supervisión se encuentran parte de los concursos y de la organización de otros actos como la gala infantil, la Gran Dama o el maquillaje corporal, que también intentamos mimar. En estos actos de lo que me encargo es de coordinar un equipo para que el desarrollo sea técnicamente, y a nivel de contenidos, correcto. Pero esos contenidos, las canciones de las murgas o los trajes de los que participan vienen dados por los propios participantes. Fuera del escenario el director artístico pinta muy poco, es decir, todo lo que sea en la calle está fuera de mi perímetro, que no es otro que el escenario del Carnaval.

¿Cómo se consigue que perdure la creatividad una década?

Nutriéndote de la gente que te rodea, de grupos de Carnaval, de los diseñadores, de colectivos que a lo mejor no tienen nada que ver con el Carnaval, pero que de repente encajan. Por ejemplo, este año vamos a tener la colaboración de una escuela que se dedica a la esgrima y otros años hemos tenido una escuela de patinaje.

¿Se tiene en cuenta la opinión del público?

En la organización del Carnaval están implicados todos los colectivos a través de la Federación de Insular de Grupos del Carnaval, murgas, sobre todo, y se mantiene contacto todo el año con la Asociación de Diseñadores de Carnaval. Se mantiene también contacto con empresarios, colectivos vecinales y artistas locales y se persigue pulsar lo que funciona mejor o funciona peor. Y el Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria está bastante vivo porque el programa cada año, a veces por motivos legales como el del año pasado o por motivos económicos que están condicionando el presupuesto, continuamente se está reajustando. Y es verdad que la opinión de todos los gestores, implicados directa o indirectamente, se tiene en cuenta y se intenta reflejar. Además hay mucha autocrítica de la calle, porque es una fiesta de los ciudadanos, y también de la organización.

¿Y la suya?

También, porque yo soy muy autocrítico con lo que hago. Me reviso las galas de un año a otro y veo qué cosas funcionan más y cuáles funcionan menos. Intento no estancarme en ese sentido y rectificar errores que se hayan cometido.

¿Cómo se viven las galas entre bambalinas?

Las galas son espectáculos muy intensos porque participa mucha gente profesional y se mezcla una adrenalina especial porque hay por medio un concurso. Desde ahí hay una responsabilidad de todos porque nos sentimos observados por la mayoría de los ciudadanos y si le añades que van acompañadas de una retransmisión en directo, pues eso es un plus de responsabilidad a la hora de ejecutarlas. Es un trabajo que me sigue entusiasmando, a pesar del tiempo que llevo en él, porque tiene una carga especial de energía que aporta toda esta gente que solamente quiere estar: los grupos, los premiados que actúan en las galas, colectivos de todo tipo... Hemos seleccionado a casi 150 bailarines, acróbatas y figurantes que quieren estar en ese momento mágico y eso se vive como algo muy bonito. Es un proceso y ese día intentamos contagiar esa energía al que viene y al que está en su casa.

Los recortes también han llegado a las carnestolendas.

El presupuesto se ha ajustado muchísimo. Todo el mundo hace un esfuerzo y yo sigo insistiendo en que lo que se invierte en estas fiestas revierte en la ciudad, porque genera economía y trabajo. Porque estamos en plena campaña turística y para esas dos semanas intensas las plazas hoteleras de la ciudad ya están cubiertas. Entonces creo que tiene sentido estar inversión, para aquellos que sean más críticos. Por eso, intentamos salvarlo y hacerlo con la mayor dignidad. Yo siempre digo que hay cosas que no se pueden hacer igual a como se hacían. Estamos más ajustados en cosas como contratar a un artista internacional, que actualmente no podemos traer y de eso tiene que ser la gente consciente. Pero vamos a intentar que el espectáculo y los contenidos del Carnaval sean tan potentes que no se noten estas cosas.

Entonces, ¿se ha perdido mucho atractivo?

Quiero aclarar que las fiestas se pueden celebrar perfectamente sin un nombre, porque ese nombre lo que aporta es cierto toque de glamour o despierta el interés de los medios, pero el Carnaval se sostiene por sí solo porque es una fiesta que se hace con la aportación de los trajes de la Reina, de las murgas, de las comparsas, y eso es lo que le da sentido al Carnaval. Lo otro son adornos y ahora no hay dinero para adornos. Pero sí tiene sentido venir al parque para ver cualquier acto y el público que venga va a disfrutar del talento de la gente que hace el Carnaval, que hay mucho y ojalá se pudiera canalizar mejor.

¿Se recicla en el Carnaval?

Se recicla en el decorado y también en el espectáculo. Nosotros estamos tirando de fondo de armario de otros carnavales y recuperando cosas de mi propia productora para vestir a esos casi 150 figurantes. El año pasado nos ayudó la Ópera en el Baile de Máscaras y este año tiraremos de otros elementos porque es costoso hacer una producción completa en este momento y hay que reciclar y reformar, aunque habrá cosas que se hagan originales.

Y en su trabajo, ¿cómo afecta esa disminución de presupuesto por la crisis?

Antes decía que dentro de los recortes, para mí, hay que defender siempre ese límite de que no vaya en contra ni de las fiestas ni de los profesionales que la hacemos. El recorte está afectando a la capacidad de producir, de contratar. Es verdad que se ha respetado que la maquinaria humana que hace la fiesta se trate económicamente con los mismo parámetros dentro de un ajuste que ya hemos sufrido. Nos hemos ajustado dentro de una realidad, pero ya estamos en ese límite y, sobre todo, lo que queremos es garantizar que el trabajo se hace con calidad.

¿Cómo cree que se podría explotar mejor el potencial de una fiesta como esta?

Con un planteamiento que no ha existido en los 25 años de invertir en el futuro. En eso soy radical. El Carnaval se gestiona seriamente, porque no puedo decir lo contrario, es verdad que desde el plano político y técnico del Ayuntamiento hay un sentido de la responsabilidad. Lo que sí veo yo desde dentro es que falta un modelo que apueste por el desarrollo del Carnaval como industria. Que no se soluciona con un curso o con un museo del Carnaval. No. Es un plan más genérico que va transversalmente desde los locales y grupos del carnaval a los apoyos a industrias de vestuario y maquillaje. Yo muchas veces manejo la información desde dentro, pero es complicado materializarlo y quizás se llegue a un momento, forzados por la situación que estamos viviendo, que se haga necesario poner eso sobre la mesa.

¿Piensa que llegará ese momento realmente?

Yo espero que tarde o temprano sí, y confío en que no sea cuando no haya marcha atrás. Irá confluyendo, por un lado, la realidad de los grupos, que si no se les protege tenderán a desaparecer. Pero se les tiene que proteger y no sobreproteger con ayudas. Se les protegerá cuando se fomente la industria, cuando desde lo social se haga un trabajo hacia lo profesional donde se puede implicar desde la Escuela de Arte a la Universidad, a talleres de formación, enfoque turístico, enfoque comercial de creación de producto específico... No lo voy a contar todo por si viene alguien y me roba la idea [risas], pero sí existe una fórmula que necesitaría del apoyo de todas las partes, de las administraciones, y que también se involucre el empresariado y la propia sociedad.

Sería un modelo muy distinto al de ahora, ¿no?

Ahora mismo estamos en un modelo que se basa en llevar a cabo la fiesta con los medios que hay, pero hay que incentivar precisamente esos medios para que en el futuro sean mejores. No olvidemos que el Carnaval es un motor económico y eso no es que lo diga yo, lo dicen los datos, y hay que aprovecharlo. Al poner en marcha esta maquinaria hay empresas y profesionales que tienen un volumen de trabajo mayor y por eso creo que esto hay que cuidarlo.

¿Qué le parece la vuelta al parque de Santa Catalina?

Creo que el parque es el corazón del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria y está claro que tiene sus ventajas y también sus inconvenientes. Estábamos condicionados por una sentencia, pero afortunadamente ese problema legal se ha solucionado de la mejor manera, que es volver a lo que teníamos. También tiene que ver esto con el futuro, porque si se pensara en el futuro se diseñaría un espacio. Pero este es el que tenemos y el que la gente siente como propio y natural del Carnaval y es una gran noticia poder celebrarlo con tranquilidad legal.

¿Piensa seguir trabajando en el Carnaval o tiene otros tipo de proyectos en mente?

Bueno yo creo que todo tiene ciclos. Cuando uno lleva diez años haciendo una cosa... Llevo tiempo pensándomelo. Ahora quiero acabar este ciclo que, en principio, finaliza el próximo año. A partir de ahí vendrán análisis y valoraciones. A mí esta fiesta me ha dado mucho y es una responsabilidad de la que intento siempre aprender y quedarme con lo bueno. Pero yo no me dedico solo a esto. Mi trabajo es la creación. Con mi empresa seguimos haciendo teatro en Canarias, tenemos una patita puesta en China haciendo cosas y estoy embarcado en temas que tienen que ver con la televisión. Y como dice el refrán: cuando una puerta se cierra, se abre una ventana. Yo no la cierro del todo, porque es una parte muy importante de mi vida. Pero creo que nada es para siempre y es importante tomarse un tiempo de respiro.